El consejo pastoral, consciente del peligro en el que se encuentra la juventud de la iglesia, realizó los días 24 y 25 de este mes, en coordinación con los encargados de los campamentos, la primera reunión juvenil, con el apoyo de la iglesia de Sanarate. Asistiendo más de trescientos jóvenes para recibir la doctrina, acompañados de pastores y diáconos de las diferentes regiones invitadas. Y teniendo como enfoque, el tema: Mi testimonio, una luz de esperanza”. Ya que el apóstol Pablo nos dice: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz (porque el fruto del Espíritu es en toda bondad, justicia y verdad) …” (Ef. 5:8).

En la época de Moisés se buscaba la fidelidad a Dios; y Moisés entregó los mandamientos con celo, como se lee: “Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos” (Dt. 4:9). Esta advertencia es válida para estos tiempos y aplicable para los asistentes a las reuniones.

Por ello, esperamos que los pastores y diáconos al llegar a su congregación, compartan sobre lo que recibieron y entendieron en este retiro, para que los padres de los jóvenes sigan trabajando en casa con sus hijos y nietos. Si no hay seguimiento, el enemigo aprovechará la influencia de amistades o juntas que no convienen, para promover los deseos de la carne, los deseos de los ojos y las vanaglorias de la vida. Los estudiosos de alto nivel, forman grupos por las noches, buscando lograr ese grado académico que los enaltece, llegando a la egolatría.

La palabra de Dios nos amplía este tema, leamos: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4). La fe se obtiene por oír la palabra, acudiendo a los servicios. Y también escuchando prédicas en casa y en forma especial en los campamentos de uno o dos días. Los campamentos sirven para conocer o entender la palabra que cambia, limpia la mente y llega al alma por la cual Cristo derramó su sangre, diciendo a su iglesia: “Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí…” (Jn. 5:39).

El fin se acerca. Por eso hay multitud de organizaciones con asistencia numerosa, pero sin amor ni temor al juicio de Dios. La iglesia que espera la venida del Señor no es numerosa, porque el Señor llama para seguirle, llevando la cruz, muriendo al mundo y a la carne. Y la prepara, para que por medio de la Pascua pueda recordar y ser partícipe de los padecimientos del Señor. Recordemos lo que nos dice David: “Bueno y recto es Jehová; Por tanto, él enseñará a los pecadores el camino. Encaminará a los humildes por el juicio, Y enseñará a los manos su carrera” (Sal. 25:8-9).

El Señor le dice a su iglesia: “Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas…” (Mt. 11:29). Momento glorioso que tenemos al reconocer nuestra iniquidad y pedir perdón, para recibir la paz que no encontramos en el mundo. Dios dejó su palabra para ponerla por obra y enseñarla como lo dijo a Israel. Hoy tenemos al Hijo de Dios y su Espíritu para hacer la obra, venciendo al mundo, velando y orando para no caer como le sucedió a Adán y Eva, quienes comieron del fruto prohibido, al querer ser como Dios.

Para servir al Señor, además de oír la palabra aún más con la juventud que sale del hogar y va a una empresa o a un centro educativo, se necesita la guía del padre o madre de familia para compartir experiencias y la aplicación de la palabra. Esto demanda a los padres, el conocimiento y entendimiento de lo que se escucha en la iglesia o en el campamento juvenil.

Por lo anterior, es necesario escudriñar las Escrituras para aclarar o afirmar una doctrina que se mencionó por el predicador. Es el sembrador y su producción. Sembrando en el camino: no hay fruto. Sembrando entre pedregales: fructifica, pero por la aflicción o persecución se pierde el fruto. Sembrando entre espinos: oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra y no se da fruto. Sembrando en buena tierra: produce a treinta, a sesenta y ciento por uno.

La palabra se puede escuchar, pero no se tiene la comprensión del mensaje, por esto leemos o escuchamos: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, este lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer” (Jn. 15:4-5).

La lectura de la palabra en casa con los jóvenes es de agrado a Dios y si se practica el estudio, tenemos comunión con el Padre. Leamos lo que el Señor dice a su iglesia: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando” (V. 14).

Como consecuencia los hijos serán amigos de los padres, como resultado de escudriñar en casa y en familia la sabiduría de Dios y entender el temor que dará para el día del juicio. Que Dios les bendiga. Amén.