El cosmos o conjunto de cosas creadas no son absolutas; y aunque materiales y palpables, son legisladas y gobernadas por un ser espiritual y eterno, el cual es nuestro soberano Dios. Quien luego de crear la tierra, la hace habitar de miles y miles de especies vivas y no vivas, tanto animales, vegetales, como minerales, así: desde los grandes monstruos marinos, hasta los seres unicelulares más ínfimos. Pero lo más hermoso es que sobre toda aquella creación puso al hombre como administrador, con beneficios para él. Ser, cual no habría jamás existido, lleno de grandes virtudes y sobre todo inteligencia, razonamiento y libre capacidad de decisiones o libre albedrío.

Además de esto, su creador lo dota de sabiduría y conocimiento de él. De una manera directa se acercaba a su criatura, paseaba y hablaba con Adán en una excelente comunicación y ministración. Sin embargo, mediante la influencia y acoso intelectual y de la percepción de sus sentidos de parte del maligno, este “pobre hombre” fue desviado de su ruta original establecida para vida. Y opta, en su libertad, por desconectarse de la fuente única y permanente de éxito y vida. De allí en adelante, este ser cuasi perfecto se muestra como un fracasado y perdido en el desierto de la vida. Sin guía y sin entender nada referente al Dios Eterno.

Aquí, al haber tomado la opción de comer del “árbol de ciencia de conocimiento del bien y del mal” que Dios advirtió que sería su fracaso, comienza Adán a buscar las mejores opciones de sobrevivencia para su cuerpo y su alma, que teóricamente estaba muerta, porque: “El alma que pecare, esa morirá…” (Ez. 18:20). Es entonces, en donde se inicia la conformación de razonamientos no originales, sino influenciados y casi obligados por Satanás, quien se convirtió en su amo y señor.

Y nace entonces, dentro del materialismo como base, la filosofía, las múltiples religiones (que ya alcanzan muchos miles) y además la misma ciencia como “método científico”, la cual pretende explicar lo que ya está hecho y funcionando maravillosamente. Ésta no crea, sólo manosea; y degenerando, transforma lo creado y se ufana de esta maldad. Trata, además, de inquirir en el plano espiritual mediante ciencias ocultas como astrología, adivinación, santerías, rituales demoníacos y otras sin número, que envuelven dentro de un misticismo: adoración a Satanás.

Esta es la triste realidad de un ser “inteligente”, pero extraviado, el cual transmite ese mismo espíritu de fracaso y desatino, a todo el género humano. Y dice la Escritura: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). Y dice, además: “…No hay justo, ni aún uno; No hay quien entienda, No hay quien busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo bueno, no hay ni siquiera uno. Sepulcro abierto es su garganta; Con su lengua engañan…” (Ro. 3:10-13).

En esta confusión y desorden de ideas y acciones, el hombre queda a la deriva, sin esperanza; y le queda únicamente su “estúpido orgullo”, que al final le llevaría a la muerte eterna. Este ser, sin “razonamiento espiritual” digo más bien el entendimiento de lo sublime, es un miserable. Y su única alternativa es la ayuda de afuera, más bien de lo alto. Y para eso viene Dios, por medio de Jesucristo, a evidenciar la única verdad.

Y surge el maravilloso principio de la “bendita misericordia”, la cual, mediante el reconocimiento de mi incapacidad de entendimiento, hace surgir la excelsa obra de Cristo con este mensaje, leamos: “Id, pues, y aprended lo que significa: Misericordia quiero, y no sacrificio. Porque no he venido a llamar a justos, sino a pecadores, al arrepentimiento” (Mt. 9:13). Además: “…la misericordia triunfa sobre el juicio” (Stg. 2:13). Y esto vota los argumentos de obras religiosas muertas a todo nivel. Ya que las mismas al final, terminarían indignando a Dios.

Además, aquí perece todo conocimiento secular, aunque sea teológico. Ya que Dios quiso, en su soberanía, entregar el misterio de la revelación de su reino a los niños y a los que se vuelvan como tales. Los mismos no argumentan ni refutan, sino reciben todo por fe y nunca serán avergonzados, leamos: “Pero Jesús dijo: Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (Mt. 19-14). Además: “En aquel tiempo, respondiendo Jesús, dijo: Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque escondiste estas cosas de los sabios y de los entendidos, y la revelaste a los niños. Sí, Padre, porque así te agradó” (Mt. 11:25-26).

Amado lector y hermano en la fe en Cristo Jesús: no te parece entonces un verdadero misterio, que el Dios Eterno, por medio de Jesucristo, no se les reveló a las grandes élites religiosas ni económicas de la época. Sino que primeramente le entregó la bendita revelación del evangelio a aquellos ignorantes discípulos; también a aquella prostituta en el pozo de Jacob. Además, a aquel ladrón de cuello blanco, trepado en el árbol sicómoro; o extraordinariamente a aquel ciego que no sólo sanó, sino también perdonó sus pecados y le salvó, etc.

Estos son entonces, los grandes m   ººººisterios del Altísimo, quien nunca se equivoca y personalmente abre el entendimiento a quien él quiera, en el momento y circunstancias inesperadas. Y así nos hace venir de las tinieblas a su luz admirable. “El que tenga oídos para oír que oiga”.

Bendita voluntad divina y gracias Señor por hacernos comprender inmerecidamente tus maravillosos misterios, para poder estar un día en la eternidad contigo. Así sea. Amén y Amén.