El gran mandamiento en las Sagradas Escrituras, se da para conocer el amor y la justicia divina, leamos: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:5-7). La desobediencia al mandato divino es injusticia.

Para el pueblo de Dios, y ahora a la iglesia, la palabra nos dice: “Bendito el varón que confía en Jehová, y cuya confianza es Jehová. Porque será como el árbol plantado junto a las aguas, que junto a la corriente echará sus raíces, y no verá cuando viene el calor, sino que su hoja estará verde; y en el año de sequía no se fatigará, ni dejará de dar fruto” (Jer. 17:7-8). Todo esto será una realidad en nosotros, cuando hemos sido justificados.

El Señor Jesús nos muestra el camino de la obediencia y de la justicia, por eso nos habla: “Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado. Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí” (Jn. 15:2-4).

         Y el evangelio del Señor, nos muestra cómo fructificar, leamos: Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí, nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden. Sí permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Vs. 5-7).

Dentro de esa obra que hace la justicia de Dios en nuestras vidas, David nos dice lo siguiente: “Los justos heredarán la tierra, Y vivirán para siempre sobre ella. La boca del justo habla sabiduría, Y su lengua habla justicia. La ley de su Dios está en su corazón; Por tanto, sus pies no resbalarán” (Sal. 37:29-31). También la palabra nos dice: “Mejor es lo poco del justo, Que las riquezas de muchos pecadores” (V. 16).

En estos pasajes, vemos que se confirma el consejo del Señor al decir a sus hijos: no se afanen por la comida ni por la bebida o el vestido, seamos sabios dando prioridad a la búsqueda del reino de Dios y su justicia; y esperemos con fe, ya que las cosas materiales vendrán como añadidura; corramos con paciencia, haciendo la obra del Señor; ayudemos a los necesitados, transmitiendo el mensaje de paz y salvación; y seamos la sal de la tierra y la luz en las tinieblas. Porque la palabra del Señor, nos da la siguiente promesa: “Los ojos de Jehová están sobre los justos, Y atentos sus oídos al clamor de ellos” (Sal. 34:15).

         Si buscamos la ayuda de nuestro Señor, viviendo con amor y temor, tenemos también esta otra promesa: “El justo florecerá como la palmera; Crecerá como cedro en el Líbano. Plantados en la casa de Jehová, En los atrios de nuestro Dios florecerán. Aun en la vejez fructificarán; Estarán vigorosos y verdes, Para anunciar que Jehová mi fortaleza es recto, Y que en él no hay injusticia” (Sal. 92:12-15).

         El apóstol Pablo, después de hablar en Gálatas sobre las obras de la carne, continúa hablando sobre los frutos del Espíritu: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, contra tales cosas no hay ley. Para ello, debemos de morir y nacer de nuevo para recibir el Espíritu de Dios, como señal de nuestra justificación.

Es imposible conocer, amar y servir a Dios, si no tenemos de su Santo Espíritu. Por eso la palabra nos recomienda permanecer en el amor y la justicia del Señor, leamos: “Y nosotros hemos conocido  y creído el amor que Dios tiene para con nosotros. Dios es amor; y el que permanece en amor, permanece en Dios, y Dios en él. En esto se ha perfeccionado el amor en nosotros, para que tengamos confianza en el día del juicio; pues como él es, así somos nosotros en este mundo” (1 Jn. 4:16-17).

Salomón nos hace mención que la obra que hagamos, espera el juicio divino. Entendamos: “Ahora, hijo mío, a más de esto, sé amonestado. No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne (…) Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ec. 12:12-13).

         La justicia de Dios es justicia eterna, y su ley es la verdad. Por tanto, amados hermanos, sigamos la justicia y la misericordia, y hallaremos la vida, la justicia y la honra. Roguemos a Dios de su ayuda para hacer su voluntad. Que Dios les bendiga. Amén.