Amados hermanos de nuestra misión “Avivando La Fe”: Una de las necesidades y requerimientos más determinantes, no sólo para convivencia sino para llegar juntos a la eternidad, es “la unidad granítica y perfecta que se debe de vivir dentro de nuestra congregación”, como parte de la iglesia verdadera de nuestro Señor, fundada y establecida por Jesucristo y los apóstoles, en donde él es la cabeza y nosotros el cuerpo: “…edificados sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo…” (Ef. 2:20).

Entendamos que como seres humanos, nos es imposible vivir en unidad. Ya que este principio divino se perdió desde el momento en que fuera inoculado el virus del egoísmo, el amor propio y el odio, que generan: competencia, envidia y hasta violencia con cualquier individuo, grupo social o religioso. Buscando cada cual su propia gloria, invalidando el derecho común, la soberanía y la supremacía de nuestro Creador y Dios inmutable, perfecto y eterno.

Ante esta infamia satánica, que es la falta de reconocimiento y unidad con Dios mismo, el Señor nos enseña, en su eterno amor y misericordia, dentro del contexto de iglesia este valor. Y sólo podrá ser reconocido por los “pobres y humildes de espíritu”; a quienes, mediante el engendramiento del Espíritu de Dios, buscamos y logramos esa unidad perfecta con Dios y con nuestros hermanos dentro de su iglesia deseada. Constituyéndose esto en un milagro maravilloso de parte de él. Para un mejor análisis y entendimiento, hemos dividido nuestro estudio en cuatro sub temas.

1) Unidad doctrinal. Bíblicamente hablando, doctrina significa “lo que es recibido”. En este caso lo que se recibió de Dios, de parte de sus profetas, apóstoles y el Señor Jesucristo. Esto es mediante la revelación dada a los hombres que escribieron las Sagradas Escrituras. En ellas está contenido el canon completo del Altísimo para vida eterna. Y entre otras: la caída, el plan de salvación, expiación de nuestros pecados, ordenanzas, convenios, dispensaciones, el matrimonio, la familia, vida eterna, apostasía, juicio final, etc.

Pero algo trascendental y maravilloso es la unidad perfecta entre el Padre y Cristo, quienes nos hacen partícipes de semejante gloria, leamos: “Yo y el Padre uno somos” (Jn. 10:30). “Mas no ruego solamente por estos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno; como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros (…) La gloria que me diste, yo les he dado, para que sean uno, así como nosotros somos uno” (Jn. 17:20-22).

En este ánimo, nuestro interés primordial es que dentro de nuestra congregación podamos mantener esa firmeza en la unidad material y espiritual. Leamos: “…solícitos en guardar la unidad del Espíritu en el vínculo de la paz; un cuerpo, y un Espíritu (…) una misma esperanza (…) un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos…” (Ef. 4:3-6).

2) Unidad organizacional. En este aspecto la unidad en cuanto a todas las instancias administrativas y de funcionamiento dentro del contexto de “Avivando La Fe”, es indispensable reconocer jerarquías y procedimientos de consulta. Manteniendo los lazos perfectos de amor, respeto y comunicación en todas las áreas, entiéndase: en las finanzas, construcciones, remodelaciones o mejoras. Y no como un mero procedimiento de hegemonía ni prepotencia, sino con el ánimo de mantener siempre vivos los sentimientos de unidad y cordialidad, para bienestar de cada uno de nuestros hermanos.

Leamos: “Así que no había entre ellos ningún necesitado; porque todos los que poseían heredades o casas, las vendían, y traían el precio de lo vendido, y lo ponían a los pies de los apóstoles, y se repartía a cada uno según su necesidad” (Hch. 4:34-35). Esto es tan importante, ya que al conocer las diferentes necesidades, también funcionará un intercambio de recursos, que ha sido evidente en nuestra práctica de unidad.

3) Unidad en la música y en la alabanza. Damos honra y gloria a Dios, porque él en su amor nos ha permitido, a través de muchas décadas, una inagotable fuente de inspiraciones musicales únicas, llenas de contenido espiritual y basadas en experiencias vividas y aun sufridas por sus autores. Cada ritmo, acorde y figura musical, no son casuales, hay espíritu y confirmación. Queremos expresar en este contenido, nuestro mejor anhelo de mantener esa unidad, que no es un capricho ni ocurrencia humana ni tampoco para pretender una enfermiza exclusividad.

Sino que juntos, en la armonización en el Espíritu, permanezcamos con esa clara identidad ante el mundo, con la plena seguridad que Dios está con nosotros y que él recibe nuestra alabanza en unidad como incienso agradable y puro. Recordando que una ofrenda sin obediencia no tiene mayor valor. “No ofreceréis incienso extraño en este altar…” (Ex. 30:9 LBLA).

4) Unidad en las diversas actividades de culto o eclesiásticas. La iglesia tiene como objetivo principal dar gloria, honra y alabanza a nuestro gran Dios; y luego el amor y bienestar que debemos de recibir y dar en reciprocidad los unos con los otros. Y dentro de esta dinámica, recordemos que nuestra iglesia fundamenta toda estrategia, mediante la guía clara y precisa de las Sagradas Escrituras y la confirmación del Espíritu Santo. Por tanto, qué importante es promover, alimentar y unificar nuestros criterios en cuanto a: bautizos, ayunos, bodas, evangelismos, ayuda a los necesitados, ofrendas, diezmos, consultoría espiritual, intercesión, ministración de la palabra, discipulado, vigilias, visitas a enfermos y viudas, etc.

Con el mejor anhelo de mantener esa unidad con la iglesia central, cada semana, cada diácono, en un manifiesto apostolado, visita las diferentes regiones en donde hay iglesias filiales. Recordando que: “La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es esta: Visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo” (Stg. 1:27).

Amados hermanos, en este estudio nuestro mejor sentimiento es que siendo llenos de Dios y de su Espíritu, seamos capaces de mantener esa perfecta unidad. Para no pensar en “la iglesia de aquí o la de allá”, con nombres particulares, del norte o del sur, etc. Sino que nuestra congregación mantenga firme el deseo del Señor Jesucristo de que seamos uno, para con esto ser todo en todos para su gloria. Que Dios les bendiga. Amén y Amén.