“Nadie os engañe en ninguna manera; porque no vendrá sin que antes venga la apostasía, y se manifieste el hombre de pecado, el hijo de perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o es objeto de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios como Dios, haciéndose pasar por Dios” (2 Ts. 2:3-4). En la primera parte de este tema, afirmamos que la apostasía no se manifestará en algún punto de la tierra, sino que es un espíritu con influencia a nivel mundial; con la capacidad de infectar a la gran mayoría de la iglesia profesante.
Siempre habrá un pequeño remanente que luchará ardientemente por defender los principios originales de la fe en Jesucristo, leamos: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mt. 24:24). Esta es la segunda manifestación que ha de darse previo al rapto de la iglesia: el espíritu del hombre de pecado, llamado también: hijo de perdición. Es importante resaltar que el hijo de perdición es una consecuencia de la manifestación del espíritu de la apostasía, la cual representa la pérdida de los valores sustanciales del evangelio de Jesucristo, y la falta de obediencia y sujeción a la palabra de Dios, que contiene los mandamientos y principios divinos para el hombre.
Es fácil comprender que la falta de normas, estatutos, preceptos y mandamientos, que regulen la conducta del hombre, tiene que dar como resultado automático: libertinaje, inmoralidad y corrupción, produciendo la descomposición del tejido social humano. Y creando el ambiente apropiado para que el mundo produzca hombres de pecado y consecuentemente: hijos de perdición, leamos: “También debes saber esto: que en los postreros días vendrán tiempos peligrosos. Porque habrá hombres amadores de sí mismos, avaros, vanagloriosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, impíos, sin afecto natural, implacables, calumniadores, intemperantes, crueles, aborrecedores de lo bueno, traidores, impetuosos, infatuados, amadores de los deleites más que de Dios, que tendrán apariencia de piedad, pero negarán la eficacia de ella; a estos evita” (2 Ti. 3:1-5).
Este pasaje describe de manera magistral a los seres humanos a nivel mundial, que son el producto de la falta de un mensaje comprometedor y apegado a la palabra de Dios. Además de la ausencia de una iglesia profesante que, a través de su testimonio, impacte a la sociedad que le rodea e impida que los hombres se conviertan en verdaderos depósitos de demonios, metidos en cuerpos de seres humanos y dispuestos a arrastrar a la humanidad al cataclismo mundial. Recordemos el propósito de Satanás: “matar, hurtar y destruir”. Quisiera describir tres manifestaciones típicas del hombre de pecado o hijo de perdición:
1.- Se opone a Dios
Cuando a alguien le incomoda el mensaje de la santificación y el sacrificio que ello implica, alegando o sobreponiendo sus intereses personales a los de Dios, es una manera de demostrar una oposición, que puede ser discreta o de conocimiento público. En ambos casos se está manifestando en esa persona el espíritu del hombre de pecado, y por ende, es arrastrado sutilmente hacia la condición de hijo de perdición. Dios valora de manera muy especial la obediencia, que lleva al hombre a la sujeción divina, sin importar el sacrificio que vaya implícito en esa obediencia. Leamos: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Ro. 8:18). “Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para ganar a Cristo…” (Fil. 3:8).
2.- Se levanta contra Dios
Otra manifestación que se está volviendo popular, es el levantar argumentos que resisten el contenido bíblico. Tratando de esta manera de menospreciar o ridiculizar el consejo divino a través de su palabra escrita, considerando que está fuera de contexto social presente o es anacrónica. La saturación o bombardeo social de la ciencia humana y el desarrollo del pensamiento científico y tecnológico, el cual está tan accesible a cualquier persona a través de internet, le hace creer al hombre que confiar en Dios es ridículo. Envalentonando el espíritu del ser humano contra su Creador y considerando ridículo e innecesario el creer y confiar en un Dios invisible e “injusto”, pues permite tragedias humanas, consideradas por el hombre de injustas. Cuando en realidad, es el efecto del hombre que se aleja de Dios.
3.- Se sienta en el templo de Dios como Dios
Por muy descabellado que parezca esto, es una realidad que se vive a diario en el mundo entero. Iglesias que son dirigidas por pequeños dioses, que manipulan a su sabor y antojo la voluntad de sus feligreses. Arrastrándolos a una sutil esclavitud y al rendimiento de pleitesía a estos falsos pastores, que no son más que manipuladores de almas. Que lo único que hacen es tergiversar el precioso evangelio de Jesucristo y convertirlo en un instrumento lucrativo y destructivo a la vez. Se sienten dueños de las pobres almas de hombres que, por la ignorancia que en ellos hay, se dejan esclavizar, convirtiéndose en verdaderos ciegos guiados por ciegos.
No cabe la menor duda mis amados hermanos, que estamos tan cerca de la manifestación del rapto. Y yo te pregunto hoy: ¿Estás listo? Las señales se han cumplido y el llamado de Dios a su iglesia está sonando. ¿Estás oyendo la trompeta que llama a prepararte? O ¿Estás ignorando esta verdad? La respuesta es individual. ¡Maranatha, Cristo viene! Y le ruego al Señor que no te encuentre dormido, sino vigilante y despierto. Que Dios te bendiga. Amén y Amén.
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