Casi todos los hombres ante situaciones adversas, sin comprensión ni claridad, ni seguridad respecto a los hechos que lo rodean, inician una serie de reacciones negativas y de desatinos. Inducidos principalmente por “el miedo, el terror, la incertidumbre y la incapacidad”, llegando al extremo de estados paranoicos y de horror. Esto algunas veces es inevitable, instintivo y catastrófico en sus manifestaciones más frecuentes, ya que se dan como un reflejo condicionado.

Pero principalmente, partamos desde los anales de aquel hombre del inicio, Adán, que se quedó solo allá en el huerto y que luego fue expulsado. Ahora está como un ermitaño, incapaz, desamparado y vulnerable ante las circunstancias, con mucho miedo. Pero eso sí, con su orgullo y la soberbia de querer “ser igual a Dios” aunque esté “temblando debajo de una mesa”. El hombre es un ser creado; no independiente ni sabio por sí mismo. Es frágil ante las agresiones más leves de la vida. Él necesita a Dios, aunque no lo quiera reconocer y tiene que sufrir lo que nunca debió en su altanería, ignorancia y autoengaño.

Esta soledad y vulnerabilidad, se traduce dentro de la conducta humana mediante el miedo, pánico, pavor y fobias. Y en complejos y reacciones patológicas en sus diferentes manifestaciones, niveles y características, hasta la agresividad. Esto es un peligroso estado, perfectamente aprovechable por Satanás, quien toma el control de las mentes, tanto individuales como colectivas, reduciéndolas a su mínima expresión, enajenando aun a las masas, inducidas por el terror.

El miedo es una sensación de angustia, provocada por la presencia de un peligro, real o imaginario. Hay un sentimiento de desconfianza que impulsa a creer que ocurrirá un hecho contrario a lo que se desea. Veamos entonces, cuál es el problema del miedo. Que, aunque talvez bien concebido, nos ayuda a librarnos de algún peligro o dolor. Aumenta la frecuencia cardiaca y respiratoria, hay sudoración fría, hasta el choque o desequilibrio neurovegetativo.

Pero también, puede llegar a constituirse dentro de nosotros, en una verdadera arma autodestructiva, de bloqueo o de destrucción, para cualquier acción de la vida. Veamos este ejemplo en la experiencia de un hombre de Dios, de quién él mismo dio testimonio, este es Job, leamos: “Porque el temor que me espantaba me ha venido, Y me ha acontecido lo que yo temía. No he tenido paz, no me aseguré, ni estuve reposado…” (Job 3:25-26).

El miedo o terror es una verdadera arma intimidatoria, que en las manos de Satanás, puede llevarnos en menor instancia al fracaso de algo en particular; o bien, llevar al extremo de la autodestrucción total. Sin embargo, en este estudio quisiera enfocar: la diversidad de salidas. Esto es lo importante, pues son parte de la sabiduría en la voluntad de Dios para los que en él confiamos.

          1). No te hiciste solo a ti mismo (ver Salmos 100:3); Dios te creó a imagen y semejanza de él (ver Génesis1:27). 2). Dios siempre tiene buenos proyectos y pensamientos de bien y no de mal para nosotros (ver Jeremías 29:11). 3). Tú eres real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios para que anuncies las virtudes de aquel que te llamó de las tinieblas a su luz resplandeciente (ver 1 Pedro 2:9). 4). Dios estableció leyes y principios que no cambian; y están claramente definidos y escritos (ver Mateo 24:35).

         5). Dios no permitirá pruebas o cargas que no podamos sobrellevar; y junto con la prueba nos dará la salida (ver 1 Corintios 10:13). 6). Toda la palabra, desde el Antiguo hasta el Nuevo Testamento, está llena de promesas y profecías, que nos llevan a caminar en santa paz. Confiando en que siempre Dios está detrás de todo evento universal y de nuestra vida personal (ver 2 Pedro 1:19). 7). Tenemos que estar conscientes de que nuestra estancia en este mundo, lo que hoy llamamos «vida», es sin lugar a dudas temporal; y que la muerte biológica es un hecho ineludible (ver 1 Pedro 2:11 y Hebreos 9:27).

         8). Cuando el pueblo de Israel llegó a la tierra prometida, aquellos se horrorizaron de ver a los habitantes, hijos de Anac, gigantes y con ciudades amuralladas. Sin embargo, siempre las promesas son consoladoras, leamos: “Entonces os dije: No temáis, ni tengáis miedo de ellos. Jehová vuestro Dios, el cual va delante de vosotros, él peleará por vosotros, conforme a todas las cosas que hizo por vosotros en Egipto delante de vuestros ojos” (Dt. 1:29-30).

         9). Dios jamás se equivoca, es infalible y cumplirá todas sus promesas fielmente. Leamos: “Y el mismo Dios de paz os santifique por completo; y todo vuestro ser, espíritu, alma y cuerpo, sea guardado irreprensible para la venida de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es el que os llama, el cual también lo hará” (1 Tes. 5:23-24). 10). La soberanía de Dios no es sobre supuestos, es mediante “la verdad absoluta”, leamos: “…Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn.14:6). Además: “Dios no es hombre, para que mienta, Ni hijo de hombre para que se arrepienta. Él dijo, ¿y no hará? Habló, ¿y no lo ejecutará?” (Nm. 23:19).

Amada iglesia, aquí estamos seguros, mediante la cobertura de un Dios eterno y todopoderoso, quien se ha ocupado de nuestras vidas, no sólo como congregación sino como individuos. Mostrándolo mediante la cobertura personalizada que dio a los pecadores que se acercaron a él, necesitados y hambrientos de paz y justicia. ¡A él sea la gloria!

No estamos solos. Por lo tanto, no temamos al hombre. Temamos a Dios y exaltemos su nombre, porque nuestro día está por llegar. Así sea. Amén y Amén.