La Biblia, libro inspirado por nuestro Creador y Dios eterno, contiene las instrucciones completas y absolutas para la formación integral del ser humano. Y cuando digo integral, es así: INTEGRAL, incluye todas las áreas de nuestra vida terrenal. Pero en esta ocasión quiero ocuparme, con la ayuda del Santo Espíritu de Dios, en el aspecto de educación y formación de nuestros infantes; etapa sumamente determinante para la formación del futuro hombre o mujer, quien estará inmerso en el diario vivir de la sociedad que nos rodea.

Leamos: “El que detiene el castigo, a su hijo aborrece; Mas el que lo ama, desde temprano lo corrige” (Pr. 13:24). Debo advertir que la corrección, que en su momento se aplica con vara, tiene que ser aplicada con misericordia y sensibilidad. Nuestro ejemplo es Dios, así lo enseña su santa palabra cuando dice de él: “…porque misericordioso es y clemente, tardo para la ira y grande en misericordia, y que se duele del castigo” (Jl. 2:13).

Estamos viviendo los tiempos del fin de la historia de la iglesia. De manera alarmante estamos en los linderos o frontera del advenimiento de nuestro Salvador Jesucristo, como él lo advirtió antes de ascender al cielo ante la mirada atónita de muchísimos de sus discípulos. Y las circunstancias anunciadas o profetizadas por Cristo se han cumplido, la sociedad en el mundo entero se ha corrompido. Pareciera que el mal ha triunfado sobre el bien; pero no se sorprendan, pues todo estaba advertido por el Señor Jesús.

Y me pregunto: ¿cómo comenzó esta debacle (desastre, calamidad, tragedia, desgracia) humana? La respuesta es sencilla: inició en los hogares de los cristianos, en donde se supone que se forman los verdaderos hijos de Dios, guiados con ternura y cuidados de sus padres. Instruyendo a sus hijos conforme a los principios establecidos por Dios en su palabra, la Biblia, para que sean luz a las naciones. Pero, desgraciadamente, la iglesia perdió el rumbo de su mensaje y dejó de ser aquella influencia poderosa que debía preservar por medio de su testimonio, una sociedad santa y temerosa de Dios.

Se apartó de los principios bíblicos, así como lo dice su palabra, leamos: “Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada? No sirve más para nada, sino para ser echada fuera y hollada por los hombres” (Mt. 5:13). Observe, mi amado hermano y amigo lector, fuimos llamados a jugar un papel preservante para la humanidad. Pero desde hace muchos años, la iglesia ha venido perdiendo sus valores fundamentales y se ha acomodado a las corrientes mundanas en cuanto a la formación y educación de sus niños. Sí, mi amado hermano, allí comienza la desgracia de la iglesia y por consecuencia de la humanidad.

En el hogar, los padres están tan ocupados en sus intereses materiales, que se olvidan de la corrección de sus hijos. Resulta más fácil esclavizarlos a una tablet o a un teléfono inteligente, dejándolos a expensas de la influencia diabólica que se mueve en ellos. Y cuando son lastimados en su ego paternal, por los reclamos de la conducta incorrecta de sus hijos, se encienden en ira y muchas veces aplican la disciplina de manera iracunda y descontrolada, exenta de sabiduría y cordura.

Dios se duele del castigo, pero se goza de hacer misericordia. Hay que aplicar la vara, pero con sabiduría y en su momento adecuado, no con violencia sino con amor y sensibilidad espiritual. Dice la Biblia: “Castiga a tu hijo en tanto que hay esperanza; Mas no se apresure tu alma para destruirlo” (Pr. 19:18). Y nos preguntamos: ¿En qué momento hay esperanza? Pues desde que es un bebe. Es desde temprano, no cuando ya es un niño de cuatro o cinco años. Es cuando lo tienes en tus brazos. Es cuando oras por él y deseas que sea un siervo de Dios o una sierva de Dios. Es en esa etapa de la vida del bebe que debes iniciar ese trabajo espiritual con esperanza eterna.

Pero cuando no lo haces en su tiempo, tienes que aplicar violencia y puedes, sin querer, destruirlo y precipitar su alejamiento de Dios. Quizás suene exagerada mi afirmación, pero la palabra de Dios nos muestra el rumbo correcto. Y te aconsejo: “Aplica tu mente y tus oídos a la instrucción y a los conocimientos. No dejes de corregir al joven, que unos cuantos azotes no lo matarán; por el contrario, si lo corriges, lo librarás de la muerte” (Pr. 23:12-14 DHH).

Ante los principios de la educación moderna, estos versículos sonarán como salvajes y obsoletos, pero a los resultados me remito. Así fuimos educados muchos de nosotros y alabo a mi Dios por los padres que me educaron así. Y estoy seguro que muchos de mis contemporáneos dirán lo mismo. Pero ¿qué sucede en el tiempo actual? Es increíble la cantidad de inmoralidad y degeneración que hoy invade la tierra. Hemos llegado al colmo de cuestionar la simple definición de géneros sexuales, que son como Dios los creó: hombre y mujer. Pero no, hoy existen homosexuales, lesbianas, bisexuales, transgénero, transexuales y otros.

Mi amado hermano, no pierdas el tiempo. Trabaja en el alma de tu hijo porque este es el verdadero amor. No sigas las corrientes modernas ni nadie cambie tu manera de pensar en cuanto a la educación y corrección de tus hijos. Déjate guiar por las Sagradas Escrituras, en ellas está toda la verdad. Seamos padres responsables, pues un día daremos cuentas a Dios de los hijos que él nos dio. Que Dios te bendiga y te ayude. Amén y Amén.