La iglesia que hoy conocemos como “Avivando La Fe”, surgió en las orillas del lago Atitlán, con la asistencia de varios jóvenes necesitados de comer del evangelio, a través de la palabra de Dios. Posteriormente, un grupo de unos veinte jóvenes, alquilaron un cuarto con capacidad para veinticinco personas. Y al no tener recursos, arreglaron el lugar con tablas, con block como bancas, no había púlpito donde se daba la palabra y se compraban tratados para compartir en las calles y en los parques. Dios fue añadiendo más jóvenes, lo que movió a buscar un inmueble más amplio varias veces, hasta llegar con la persona que Dios preparó, para obtener el lugar donde actualmente nos encontramos.

Desde los inicios de la iglesia, se visitaron comunidades en las orillas de la capital, juntando a gente de escasos recursos. Dios con su palabra y el Espíritu nos extendió a municipios cercanos y luego a otros lugares como Chimaltenango, Quetzaltenango, Mazatenango, San Marcos y Puerto Barrios. La obra se extendió a Tapachula, México, El Salvador y Honduras. Y hace unos 25 años se hizo la primera visita a los Estados Unidos. En nuestro último retiro general nos reunimos presencialmente como pueblo de Dios, más de cuatro mil personas.

Recientemente participamos de una reunión de pastores y colaboradores, estudiando el tema: “El celo por Dios”, enfocado en nuestra relación dentro de la congregación, dentro del hogar, dentro de la sociedad y el celo en nuestra vida. Alabamos a Dios por su obra y seguimos trabajando en diferentes actividades regionales para jóvenes, niños, parejas y ancianos, durante el año. Y como apoyo doctrinal se estudia semanalmente un tema.

En esta oportunidad somos movidos a reflexionar sobre el valor de la pobreza, ya que el Señor nació en un lugar pobre y con la presencia de animales. Leamos sobre María y el nacimiento de Jesús: “Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón” (Lc. 1:7). Desde pequeño fue formado en condiciones adversas para poder cumplir con su propósito, leamos: “…y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Fil. 2:8).

La palabra nos habla acerca de la misión del Señor, enfocándose a los pobres, que representan aquellos que no tienen esperanza ni recursos para superar o solucionar sus problemas, leamos: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año agradable al Señor” (Lc. 4:18-19).

Cuando estamos en situaciones difíciles y de angustia, Dios nos mueve a buscar un cambio, por medio del bautismo para el nuevo nacimiento y con ello, la llenura del Espíritu Santo, para amar a Dios y a nuestro prójimo. Pero para crecer y servir, necesitamos la palabra que Dios da en el templo, pero se afirma en casa con la ayuda de los padres, escudriñando las Escrituras. Si los padres están en el camino, además del estudio, confirman la palabra con la conducta. Y habrá paz en los momentos difíciles que vengan, mostrando a los hijos, la templanza que se transmite en casa como familia. Buscando ser buena tierra para obtener el resultado de la palabra a treinta, a sesenta y a ciento por uno. Sin afanes ni amor al dinero que es la raíz de todos los males.

El Señor Jesús, anunciando su muerte, nos dice: “De cierto, de cierto os digo, que si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto. El que ama su vida, la perderá; y el que aborrece su vida en este mundo, para vida eterna la guardará” (Jn. 12:24-25). El que ha nacido de nuevo y tiene el Espíritu, tiene paz, tiene fe, y espera la promesa de la vida eterna.

El apóstol Santiago nos dice a los bautizados: “Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman?” (Stg. 2:5). Hermanos no olvidemos la búsqueda de Dios y su justicia, para tener por gracia las añadiduras. Recordemos que: “…aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4). En la juventud, sin el conocimiento de Dios, se estimula para ser más que los demás. Pero debemos recordar la sencillez de Cristo y la humildad para buscar que Dios dirija nuestros pasos y nos guíe en su voluntad agradable y perfecta.

Es útil conocer la vida del joven Timoteo, quien acompañó a Pablo a Jerusalén y a Corinto; y lo descubre como un siervo de Dios; lo califica como buen compañero y colaborador. Además, fortaleció las iglesias gentiles. Todo esto por la enseñanza que recibió en casa de su madre y su abuela.

Concluimos con esto: “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición…” (1 Ti. 6:9). Hermanos: ¿Quién con una luz se pierde? Padre, gracias por tu palabra y tu obra para estar oyendo, obedeciendo y enseñando tu palabra. Que Dios les bendiga. Amén.