La palabra de Dios advierte al pueblo del Señor que, para el tiempo del fin, la ciencia aumentará. Esto fue anunciado desde el tiempo del profeta Daniel. Y posteriormente, nuestro Señor Jesucristo habló que el amor en la iglesia se enfriaría, debido a la maldad que genera el mundo y su ciencia.

Recientemente, en una noticia anunciaban “las preferencias de los gamers en el país”, y cómo estos video juegos apasionan a las personas. Indicaba que los video jugadores, niños y jóvenes de 13 a 17 años, representan el 13.5%. Y las personas de 18 a 25 años de edad, representan el 55.7%. Lo interesante de todo esto, es la influencia y la ministración que recibe la adolescencia y la juventud. Pues ellos son inducidos a mundos de fantasía, terror, violencia, guerra, etc., y todo esto empieza a marcar en ellos: tendencias, comportamientos, hábitos y preferencias que alteran su vida espiritual.

Ante esto, es importante reflexionar: cómo resulta el análisis de la lectura de la palabra de Dios. “Por sus frutos los conoceréis” dice la Escritura. Y: ¿Cómo está el estudio de la Biblia en el hogar? ¿Qué estamos haciendo para combatir contra esa influencia maligna que la ciencia introduce en los hogares y vidas de las familias? Recordemos que Adán y Eva, al querer ser como Dios, dejaron que el conocimiento del árbol de la ciencia del bien y del mal, entrara en su vida, y luego de haber sido partícipes del pecado, fueron expulsados del huerto debido a su desobediencia.

La educación y la formación es prioridad en los hogares. Para alcanzar una carrera a nivel medio, se requiere de catorce a quince años de estudios. Luego, la universidad exige cinco o más años. El estudiante se esfuerza para conseguir y alcanzar un alto grado académico. Y muchas veces, aún ya casados, hacen el esfuerzo de estudiar por las noches. Todo esto puede desubicarnos y llevarnos a estar afanados por buscar la comodidad y la satisfacción de nuestros deseos carnales. Al final, pueden llegar las molestias o fatigas que enferman el cuerpo y nuestra alma, porque: “el alma que pecare, esta morirá”.

Nuestra estadía en el mundo es corta; y la vida se pasa para muchos sólo con trabajo y problemas que no se solucionan materialmente ni con una profesión universitaria. Por eso, Salomón nos dice: “…No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne. El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ec. 12:12-13).

Considerando este panorama materialista del hombre y la sociedad, sólo podremos encontrar esperanza, consuelo y el mejor consejo en Dios para su iglesia, el cual se cumple si entendemos lo que leemos. Porque Dios ha dejado la palabra para salvación y vida eterna. El Señor a su iglesia nos dice: “…ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu (…) Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del Espíritu, en las cosas del Espíritu(Ro. 8:1 y 5).

          Es importante reconocer que Dios envió a Jesucristo, su Hijo, para enseñarnos la palabra que alumbra y cambia el destino del hombre, si actuamos con necesidad y guardamos los mandamientos de Dios. Por ello el Señor nos dio a su Hijo para ser libres del temor de la muerte y recibir algo mejor, leamos: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn. 14:27).

          Ese milagro se comienza a entender, cuando Cristo se manifiesta a nuestras vidas para ser nuevas criaturas. Para ser hombres y mujeres diferentes, con nuevas metas, deseos y anhelos espirituales. En donde buscamos ser libres de este mundo, su ciencia y todo aquello que atrapa el alma. Recordemos que el mundo entero está bajo el maligno, pero Cristo vino para hacernos libres, leamos: “…y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:32).

Para alcanzar esto, es necesario atravesar angustias, aflicciones, adversidades y todos esos momentos que nos llevan a reflexionar para humillarnos y clamar de corazón para ser perdonados. Estos momentos nos ayudan para buscar más del Señor y su palabra, para el nuevo nacimiento y la llenura del Espíritu Santo. Por eso Jesús le dice a Nicodemo: “…De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Jn. 3:5).

Y ya como hijos de Dios, por medio de Jesucristo, iniciamos la carrera; pero ya no solos, porque el Señor está con nosotros y en nosotros para oír y hacer su voluntad, la cual escuchamos con los hermanos en la fe. La pregunta es: ¿escudriñamos en casa con la familia lo que Dios nos permite? Salomón nos habla, para que atendamos al consejo y podamos combatir esa ciencia y conocimiento del bien y mal, diciendo: “Para entender sabiduría y doctrina, Para conocer razones prudentes, Para recibir el consejo de prudencia, Justicia, juicio y equidad; Para dar sagacidad a los simples, Y a los jóvenes inteligencia y cordura” (Pr. 1:2-4).

Señor, ayuda a tu pueblo a perseverar en la verdad, viviendo tu palabra y esperando tu venida. Que Dios les bendiga. Amén.