En el diario caminar de la vida de un creyente o profesante de la fe en Cristo, es la cosa más normal encontrar el estorbo de Satanás en muchas circunstancias. Es parte de la función que Dios le asignó a este ser espiritual, lo cual sirve para formar valores espirituales importantísimos que perfeccionan al hombre espiritual, alcanzando las cualidades que Dios demanda a los que han de ser salvos, leamos: “Bienaventurado el varón que soporta la tentación; porque cuando haya resistido la prueba, recibirá la corona de la vida, que Dios ha prometido a los que le aman”  (Stg. 1:12). Observe que la resistencia a la tentación tiene una relación tremenda con el amor que tenga por Dios. Por eso el Señor Jesús dijo a sus discípulos: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Jn. 14:15).

Quiere decir que las tentaciones y pruebas que a diario acontecen en nuestra vida, lo que hacen es resaltar ante Dios, Satanás y la sociedad, el valor profundo que le tengo a la palabra de Dios, que al final es amar a Dios mismo, porque él es la palabra. En caso contrario, la tentación o prueba resalta o evidencia mi falta de amor a esos valores eternos, que son los mandamientos de Dios, dados a conocer por medio del evangelio de Jesucristo.

En este punto es importante resaltar que el amor a la palabra de Dios no debe de ser una obligación que produzca carga y desánimo, sino todo lo contrario, debe producir alegría y satisfacción. Si no estaríamos exactamente en la misma circunstancia negativa que vivió Israel, el pueblo de Dios, leamos: “…mas Israel, que iba tras una ley de justicia, no la alcanzó. «¿Por qué? Porque iban tras ella no por fe, sino como por obras de la ley, pues tropezaron en la piedra de tropiezo», como está escrito: He aquí pongo en Sion piedra de tropiezo y roca de caída; y el que creyere en él, no será avergonzado” (Ro. 9:31-33).

¡Qué cosa más tremenda hermanos! Israel vivió y practicó los mandamientos de Dios no por amor, que es equivalente a decir por fe, sino por ley, que quiere decir gravoso, cansado, aburrido, fastidioso, pesado, etc. Estos mandamientos habían sido dados directamente por Dios a Moisés, su siervo. Pero no les fue de provecho porque tropezaron en ellos y su necio corazón se desvío al mundo, menospreciando la guianza y la bendición del Dios altísimo, leamos: “Porque también a nosotros se nos ha anunciado la buena nueva como a ellos; pero no les aprovechó el oír la palabra, por no ir acompañada de fe en los que la oyeron. Pero los que hemos creído entramos en el reposo…” (He. 4:2-3).

Mis queridos hermanos y amigos, Cristo es, o precioso para los que amamos de corazón sus mandamientos, o tropiezo para los que sienten demasiado pesado el cumplirlos y la Palabra se vuelve roca de caída y no roca de salvación, o como lo dijera en palabras textuales el mismo Señor Jesús: “Pero él, mirándolos, dijo: ¿Qué, pues, es lo que está escrito: La piedra que desecharon los edificadores ha venido a ser cabeza del ángulo? Todo el que cayere sobre aquella piedra, será quebrantado; mas sobre quien ella cayere, le desmenuzará” (Lc. 20:17-18). Sí hermano, todos los que caímos rendidos, impotentes y necesitados sobre la roca que es Cristo, somos quebrantados. Quiere decir que Cristo y su palabra destruyen el viejo hombre, para permitir el nacimiento de la nueva criatura formada por el poder de Dios a través de la presencia del Espíritu Santo en cada uno de nosotros.

Pero lo terrible y fatal es aquel sobre quien ella cayere, es decir, quien encuentre estorbo y tropiezo en Cristo y sus mandamientos será destruido, está expuesto a los juicios venideros, sin importar, al igual que el pueblo de Israel, que crean, hablen y perseveren en alguna iglesia «cristiana»: “…porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados” (1 P.2:8). Por eso el Señor Jesús les dijo a sus discípulos “…y bienaventurado es el que no halle tropiezo en mí” (Mt. 11:6).

 Amado hermano, deléitese en Jehová y sus estatutos, porque todo el que es nacido de Dios, los mandamientos del Señor no le son gravosos, todo lo contrario, dirá lo que el salmista David dijo: “Sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará” (Sal. 1:2-3). Y: dice “Bienaventurados los que guardan sus testimonios, y con todo el corazón le buscan… En mi corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti.  Bendito tú, oh Jehová; enséñame tus estatutos” (Sal. 119:2,11-12).

 Que para el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo sea el honor y la gloria por los siglos de los siglos. ¡Maranatha! Dios les bendiga.