Necesitamos conocer el amor de Dios que nos enseñó su Hijo Jesucristo, quien nos dio el gran mandamiento: “…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:37-39). Hablemos de la familia. Es importante enseñar estos principios a los niños, ya que los padres ministran con su conducta en el hogar. Pero no descuidemos a los adolescentes y jóvenes, que sin el nuevo nacimiento ni el bautismo, corren el riesgo de perderse, al relacionarse con personas que no conocen ni temen a Dios. Veamos el ejemplo de Josué en Israel, ante la opción de escoger si servir a Jehová u otros dioses, leamos: “…pero yo y mi casa serviremos a Jehová” (Jos. 24:15).

         Pablo a Timoteo le hace ver la importancia de proveer ropa y comida, y dice: “…porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo” (1 Ti. 5:8). El Señor dice: No os afanéis por lo material, busca primero el reino de Dios y su justicia. Esto nos lleva al conocimiento de Dios, saliendo al mundo para vencer y no para ser vencidos. Si usted tiene más de veinte años, sabe lo que se experimenta en el mundo, cuando no conocemos ni tememos a Dios.

Lo anterior, nos mueve a pedir a Dios la sabiduría y la inteligencia para salvar almas, comenzando con los jóvenes y los adolescentes, leamos: “El temor de Jehová es el principio de la sabiduría, Y el conocimiento del Santísimo es la inteligencia” (Pr. 9:10). Y agrega: “Con sabiduría se edificará la casa, Y con prudencia se afirmará; Y con ciencia se llenarán las cámaras…” (Pr. 24:3-4). Recordemos: El Señor vino a predicar a Israel,  diciendo a sus discípulos que la obra se hiciera primero en Jerusalén, segundo en Samaria y después, hasta lo último de la tierra. Roguemos al Señor entender el mandato de amar primero a Dios y luego al prójimo.

Todo tiene su tiempo y lugar. En el hogar, los muchachos necesitan amigos para comentar sus experiencias o problemas. Si tú no te das, ellos buscarán afuera a quién confiarán sus problemas o pasiones. Pero si estamos entendidos que el fin de todo se acerca, veamos en la congregación ¿cuántos jóvenes y adolescentes están sirviendo, por tener buen testimonio y tener el Espíritu Santo? Entendamos que el amor a Dios se está enfriando, la fe se está esfumando y la ciencia está creciendo.

Hace más de dos mil quinientos años se escribió: “Hijo mío, si recibieres mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, Haciendo estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la prudencia, Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz; Si como a la plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros, Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento de Dios” (Pr. 2:1-5). Si te dedicas a estudiar para ser más que los demás, sería bueno recordarte que Dios se acerca a los humildes, pero a los soberbios mira de lejos.

No menosprecies a Dios, ya que hay peligro de perderte y perder lo que ganaste oyendo la palabra. Pablo a Timoteo le dice: “…guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe…” (1 Ti. 6:20-21). Sabe Dios que esto se ha cumplido entre nosotros. Vemos cómo llega una familia, pero con el correr del tiempo se va quedando la mayoría. ¿Cuál es la razón? Oyen pero no entienden. Otros, sí oyen y entienden, pero luego se afanan y la codicia los mueve a buscar el dinero.

Pidamos ayuda para reflexionar con los jóvenes y adultos, sobre la vida en el mundo. Entiéndase que lo que vivió Israel en Egipto y su estadía en el desierto, tiempo que Dios prolongó, fue para que entendieran el amor de Dios antes de entrar a la tierra prometida. Pero muchos no entendieron y quedaron postrados en el desierto. Estos son los que no valoran la gracia y la misericordia de Dios. Esa experiencia Dios la ha dejado para su iglesia que fue sacada del mundo, por el sacrificio de Jesucristo.

La palabra de Dios nos dice: “El hombre de doble ánimo es inconstante en todos sus caminos. El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación; pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba. Porque cuando sale el sol con calor abrasador, la hierba se seca, su flor se cae, y perece su hermosa apariencia; así también se marchitará el rico en todas sus empresas” (Stg. 1:8-11). Oiga y entienda: “Alégrate, joven, en tu juventud, y tome placer tu corazón en los días de tu adolescencia; y anda en los caminos de tu corazón y en la vista de tus ojos; pero sabe, que sobre todas estas cosas te juzgará Dios” (Ec. 11:9).

Entendamos: el mucho estudio es fatiga de la carne. Sobre todas las cosas: teme a Dios y guarda sus mandamientos. Recibamos esta promesa: No se turbe nuestro corazón ni tenga miedo. Esto se dará, si estamos amando al que envió a Cristo para salvarnos y consolarnos, y también cuando amemos a nuestro prójimo, así como nos amamos a nosotros mismos. Amén.