Amados lectores y hermanos en Cristo: en el desenvolvimiento de la vida y los afanes, se forman grandes turbulencias mentales y sociales que impiden entender o discernir en lo que respecta a los valores divinos. Por lo cual, todos, aun los escogidos, podrían ser engañados y subyugados a los valores del mundo. Aceptando diversidad de ídolos o dioses en forma de doctrinas, filosofías, ideologías, religiones, etc., pretendiendo sublimizar al mismo “dios-hombre”, cosa que Dios repudia. Lamentablemente, cada día esta obra satánica se afina y se perfecciona, elevándose con argucias a las más altas élites culturales y religiosas.

Pero consideremos a la luz de las Escrituras, el fundamento básico plasmado por Dios, a través de Moisés, en los diez mandamientos. Y dice el primero y más grande: “Yo soy Jehová tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de casa de servidumbre. No tendrás dioses ajenos delante de mí. No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que esté arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás; porque yo soy Jehová tu Dios, fuerte, celoso, que visito la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que me aborrecen, y hago misericordia a millares, a los que me aman y guardan mis mandamientos” (Ex. 20:2-6).

Y en el Nuevo Testamento se expresa así: “Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento” (Mt. 22:37-38). Si analizamos fielmente esta verdad absoluta en los versículos anteriores, queda muy claro que Dios “El Elohim”, significa: “Dios único”, “el Todopoderoso”. Que viene del hebreo: “Dios de los dioses”. Considerando la Escritura: “En el principio creó Dios (El Elohim) los cielos y la tierra” (Gn. 1:1). Habla del Dios Eterno. Hashem en hebreo significa: “El Nombre”.

Desde la antigüedad, al leerse el Tanaj, el Tetragrámaton fue pronunciado como “Adonai o Elohim”, dando casi el mismo valor a estos términos. Con esto entendemos que “la honra, gloria y alabanza”, no es una mera pretensión divina ni religiosa. Sino un valor “exclusivísimo” y absoluto para el “Ser Supremo”, dueño, autor y creador de todo lo existente. Y nadie jamás tendrá más grande honra por tales atributos, ya que todo lo existente es creado por él y para él, y él es “el Eterno”, no tiene principio ni fin, es “el Alfa y la Omega”.

Con esto queda claro que cualquier cosa que pretenda igualarse a Dios será un falso dios; constituyéndose únicamente en un «insignificante dios», al que equivocadamente el mundo en su soberbia se postra, esperando en sus beneficios y favores, leamos: “…honrando y dando culto a las criaturas antes que al Creador…” (Ro. 1:25). Sin embargo, esta equivocada actitud y acción humana tendrá su retribución como juicio justo, emitido por la verdad misma.

Cada generación tendrá que entregar cuentas de su injusticia e impiedad, al no reconocer a Dios como a Dios, según lo establecido mediante su palabra y confirmada por el Espíritu Santo, en forma comprensible en cuanto a principios, valores y leyes, que fielmente se cumplen. Y esto es la verdadera justicia que los hombres debemos de entender.

Pero el tema central habla de «apostasía y apóstatas». ¿Y qué es apostasía? Este término aparece en el Antiguo y en el Nuevo Testamento. En términos generales se refiere a “volver atrás”, “recaer” o bien en términos espirituales, es “darle la espalda a Dios”. Jeremías se refiere al alejamiento del pueblo de Dios e ir en pos de otros dioses, falsos profetas o apóstatas en un acto de infidelidad. En otros términos, se puede hablar de deserción o apartamiento de la fe. Por otro lado, «apóstata» habla de un engañador doctrinal, moral y espiritual, quien con argumentos y señales evidentes, pretende confundir y convencer aun a los mismos escogidos de Dios. Leamos: “Porque se levantarán falsos Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mt. 24:24).

La palabra de Dios no cambia y lo dicho será cumplido. Leamos cómo Dios ve este «gravísimo pecado» de la apostasía y el trato para los apóstatas: “Cuando se levantare en medio de ti profeta, o soñador de sueños, y te anunciare señal o prodigios, y si se cumpliere la señal o prodigio que él te anunció, diciendo: Vamos en pos de dioses ajenos, que no conociste, y sirvámosles; NO DARÁS OÍDO a las palabras de tal profeta, ni al tal soñador de sueños; porque Jehová vuestro Dios os está probando, para saber si amáis a Jehová vuestro Dios con todo vuestro corazón, y con toda vuestra alma. En pos de Jehová vuestro Dios andaréis; a él temeréis, guardaréis sus mandamientos y escucharéis su voz, a él serviréis, y a él seguiréis. Tal profeta o soñador de sueños ha de ser muerto, por cuanto aconsejó rebelión contra Jehová vuestro Dios…” (Dt. 13:1-5).

Esta determinación divina es tan clara, contundente y radical, que no deja ninguna duda del celo santo que Dios tiene para todo aquel que, en la simpleza de su corazón, es sorprendido y seducido por falsos y sensuales profetas. Ya que mediante señales y milagros, caen y se entregan a otros dioses, representados por la religión misma. Aceptando ingenuamente al mundo, sus formas, tradiciones, modas, dioses-hombres, prácticas carnales, celebraciones y hasta costumbres paganas que representan a otros dioses, haciendo que Dios se aleje. Y, por otro lado, el apóstata, en esta porción según la ley de Moisés, debe morir por su obra perversa de engaño. Sin embargo, esta figura se traslada en esta dispensación de la gracia, en un rechazo total a esas falsas doctrinas y a rechazar clara y llanamente al falso profeta, ya que de lo contrario, tarde o temprano podemos morir junto con él.

Amados hermanos, el Señor viene. Estemos atentos y sobrios, llenos del Espíritu Santo para no ser arrastrados por cualquiera fatal corriente de doctrina. Amén y Amén.