David dice que los que buscamos a Dios, le creemos y le tememos, tendremos el socorro del Señor. Ya que él oirá nuestro clamor y nos salvará, porque él guarda a los que le amamos y destruirá a los impíos. La historia muestra en el Génesis, que hace 2,444 años antes de Cristo, la tierra se corrompió, porque la tierra estaba llena de violencia. Toda carne se había contaminado para buscar el placer terrenal y material. Jehová dijo en su juicio: raeré de la tierra al hombre y a los animales. Y todo esto dio lugar al diluvio. Pero hubo una oportunidad para Noé, quien amaba y obedecía a Jehová, y quien fue enviado como pregonero de justicia en medio de la maldad de la tierra.

Para su iglesia, el evangelio nos trae a la memoria este castigo. Mencionando las señales que se darán antes del fin, así: “Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos;  y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin” (Mt. 24:11-14). Esta advertencia nos debe llevar a una preparación. También dice que como en los días del diluvio estaban comiendo y bebiendo, casándose y dándose en casamiento, hasta que vino el diluvio. Así será la venida del Señor.

La palabra que se escucha en la congregación, es esa buena semilla para la edificación de los creyentes. Pero siempre hay factores que impiden el entendimiento para llevar a la práctica la palabra. En la parábola del sembrador, se menciona que hay tropiezos y oposición para escuchar, entender y dar fruto. Y que esa semilla se pierde, cuando los amigos o compañeros se burlan de lo que expresamos o queremos realizar como testimonio. Otro factor que se da como oposición a la fe, son los afanes de este siglo, como el deporte, el trabajo o los deseos de la carne. El factor negativo será el amor al dinero, que es la raíz de todos los males. Pero el que oye y entiende, es el que fructifica para servir en el reino.

Los datos de la parábola, en nuestra actualidad se ven con más oposición por el incremento de la ciencia. Cumpliéndose así la profecía de Daniel, como señal del fin. Una carrera profesional demanda tiempo, esfuerzo y recursos, para adquirir una gloria vana. Y esto conlleva a la remuneración que servirá para satisfacer las ilusiones y posiciones que afectan nuestra fe y amor a Dios. La palabra dice: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4).

Moisés dijo al pueblo de Israel: “Oye, Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:4-7). Amar a Dios, es servirle con todo lo que tenemos a nuestra disposición: recursos, fuerzas, tiempo y nuestra vida misma.

El apóstol Juan nos recuerda a quién debemos servir: “No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:15-17). Entender y hacer esto, nos da paz, salud y la vida eterna. Por eso David nos declara: “Ciertamente como una sombra es el hombre; Ciertamente en vano se afana; Amontona riquezas, y no sabe quién las recogerá” (Sal. 39:6).

Tenemos promesas cuando encontramos en el servicio al Señor, esa seguridad de salvación y hacemos de la ley de Dios nuestra delicia: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado; Sino que en la ley de Jehová está su delicia, Y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará” (Sal. 1:1-3).

Dios es justo. Si hemos nacido de nuevo y permanecemos en él, haciendo su voluntad y sirviéndole, nos dice: “Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma? Porque el Hijo del Hombre vendrá en la gloria de su Padre con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno conforme a sus obras” (Mt. 16:26-27).

Gracias Señor por tu palabra, la cual nos limpia y nos guía para hacer tu voluntad. Queremos ser llenos de tu Santo Espíritu, para fructificar y permanecer en ti, como el pámpano en la vid; esperando tu venida, oyendo tu palabra y escudriñando en casa, para decir como Josué: “Yo y mi casa serviremos a Jehová”. Amén.