Después de la ascensión de Jesucristo, en el Apocalipsis nos dice cuándo vendrá, nos da la revelación de su regreso, del fin del mundo y de la victoria de Cristo sobre el maligno. Por ello, la conducta de la iglesia en la tierra, es de estar velando y orando para no caer en la tentación del enemigo, que engañó a Adán. “Así también está escrito: Fue hecho el primer hombre Adán alma viviente; el postrer Adán, espíritu vivificante. Mas lo espiritual no es primero, sino lo animal; luego lo espiritual” (1 Co. 15:45-46).

La incomprensión o la falta de entendimiento de las Escrituras, es por la ausencia del Espíritu Santo, el cual se recibe con humildad. Y luego, clamamos el perdón por nuestras injusticias, para recibir y creer por la fe, en la obra del Hijo del Hombre en la cruz del calvario. Y la sangre de Cristo nos justifica, para comprender las revelaciones que Dios dice a sus hijos y a su pueblo. Y su palabra se cumple al decir que conoceremos la verdad y la verdad nos hará libres del mundo, de la carne y del maligno que nos tenía engañados.

Éramos ciegos y esclavos, amando al mundo y las cosas que están en el mundo. Al ignorar que este mundo pasa y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios, tiene vida abundante y eterna, si oímos y atendemos la invitación de Jesucristo que nos dice: ¿Quieres venir en pos de mí? Niégate a ti mismo, toma tu cruz cada día y sígueme. Se toma la decisión al no obtener con nuestros logros y glorias vanas, esta promesa: Mi paz os dejo, mi paz os doy, no como el mundo la da yo os la doy. Este milagro se mantiene, si con la llenura del Espíritu Santo hacemos la obra de Dios, amándole y amando al prójimo.

El diablo estará buscando cómo hacernos caer del camino que nos dio Jesucristo: “Yo soy el camino, la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí”. Salomón nos dice esta verdad que da libertad: “Fíate de Jehová de todo tu corazón, Y no te apoyes en tu propia prudencia. Reconócelo en todos tus caminos, Y él enderezará tus veredas. No seas sabio en tu propia opinión; Teme a Jehová, y apártate del mal” (Pr. 3: 5-7). Esta palabra es para no caer en las trampas del enemigo, quien estará estorbando en nuestras vidas la obra que Dios realiza en las iglesias que se mencionan en los primeros tres capítulos del Apocalipsis.

A Éfeso: Has sufrido con paciencia y has trabajado arduamente por amor de mi nombre. Pero has dejado tu primer amor.

A Esmirna: No temas lo que vas a padecer. Sé fiel hasta la muerte, y yo te daré la corona de la vida.

A Pérgamo: Yo conozco dónde moras, donde está el trono de Satanás. Pero retienes mi nombre y no has negado mi fe. Pero tengo contra ti, que tienes ahí a los que retienen la doctrina de Balaam.

A Tiatira: Yo conozco tus obras, amor, fe y servicio. Pero tengo contra ti que toleras a Jezabel, que seduce a fornicar y a comer cosas sacrificadas a los ídolos.

A Sardis: Sé vigilante y afírmate, porque no he hallado tu obra perfecta delante de Dios. Pero tienes unas pocas personas en Sardis que no han manchado sus vestiduras; y andarán conmigo en vestiduras blancas.

A Filadelfia: Aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra y no has negado mi nombre. Por cuanto has guardado mi palabra, te guardaré de la hora de la prueba, que ha de venir sobre el mundo entero, para probar a los que moran sobre la tierra. Retén lo que tienes, para que ninguno tome tu corona. ¡Gloria a Dios!

A Laodicea: Yo conozco tus obras, que ni eres frío ni caliente. Porque eres tibio te vomitaré de mi boca. Tú dices: Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo. Compra oro refinado en fuego, para que seas rico, y vestiduras blancas para vestirte, y que no se descubra tu vergüenza. Yo reprendo y castigo a todos los que amo; sé, pues, celoso, y arrepiéntete.

En lo anunciado para la iglesia de Filadelfia, dice: la prueba que ha de venir sobre el mundo. En nuestro país en marzo del año 2020, apareció un virus que se ha mantenido y se ha diversificado. Se hicieron hospitales, los cuales hoy son insuficientes. Aparecieron las vacunas, con la esperanza de contener el padecimiento del cuerpo. Pero los muertos se incrementan y varios hermanos han experimentado los problemas. Algunos hermanos han partido, entendiendo que nuestra estadía en el mundo es corta, como la hierba del campo y sus glorias, como la flor de la hierba.

Por la palabra entendemos que estábamos muertos y que hemos nacido de nuevo como parte del cuerpo de Cristo, quien nos enseñó a morir, con la esperanza de la vida eterna. Por ello, oigamos la palabra, recibámosla y practiquémosla, muriendo cada día por amor a Dios y a nuestro prójimo; para decir como el apóstol Pablo: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21). Esto se da, si dejamos los afanes de este siglo y el amor al dinero, que es la raíz de todos los males.

Felipe encontró a un etíope, eunuco, leyendo una profecía sobre el Mesías. Y le dijo: ¿entiendes lo que lees? El eunuco dijo: ¿Y cómo podré, si ninguno me enseña? Y rogó la explicación. Felipe explicó al eunuco la profecía de Isaías: Como oveja a la muerte fue llevado, Y como cordero mudo delante del que lo trasquila, No abrió su boca. Y el eunuco dijo a Felipe: ¿de quién dice el profeta esto; de sí mismo, o de otro? Y Felipe le anunció el evangelio. Y llegando a donde había agua, dijo el eunuco: Aquí hay agua; ¿qué impide que sea bautizado? Felipe dijo: Si crees de todo corazón, bien puedes. Y respondiendo dijo: Creo que Jesucristo es el Hijo de Dios. Y fue bautizado (Hechos 8:29-38). Esto se requiere para entender y servir, aunque se tenga que morir. Amén.