“Y me dijo: Profetiza al espíritu, profetiza, hijo de hombre, y dí al espíritu: Así ha dicho Jehová el Señor: Espíritu, ven de los cuatro vientos, y sopla sobre estos muertos, y vivirán” (Ez. 37:9). Si en algún momento de la historia de la iglesia de Jesucristo, se puede observar tan nítidamente el cumplimiento de la profecía que el Señor Jesús hizo sobre el decaimiento espiritual en ella, es ahora. El Señor Jesús advirtió de tantas señales que se manifestarían en el comportamiento de su iglesia a lo largo de los siglos, lo cual revelaría la proximidad de su advenimiento.

Como pastores de la grey y sintiéndonos responsables de nuestro papel ante Dios y su pueblo, no podemos callar lo que discernimos y vemos objetivamente, en el mundo cristiano y también dentro de nuestra propia congregación, que forma parte de ese universo cristiano mundial. Quiero enumerar algunas de estas advertencias que el Señor dijo: la aparición de falsos cristos, falsos profetas, multiplicación de la maldad o violencia, el enfriamiento del amor, el evangelio es anunciado a todo el mundo, la manifestación de la abominación desoladora en el lugar santo, falsos anuncios de la venida del Señor (Mateo 24 y 25:1-13).

La pérdida de la fe (Lucas 18:8). El adormecimiento espiritual de la iglesia; la degeneración moral como en los días de Noé y la apostasía en la iglesia (2 Tesalonicenses 2:1-3). La predicación de doctrinas de demonios en la iglesia (1 Timoteo 4:1). El resurgimiento de Israel como nación, etc. Todas y cada una de estas profecías merecen un análisis. Pero quiero referirme a una que es vital y de preocupación individual. Pues depende de cada uno de nosotros cuidarla o descuidarla. Y es “el enfriamiento espiritual”.

No es la primera vez que se toca este tema. Pero nunca estará de más insistir en él, por la grandísima importancia que reviste en sí mismo. Es tan paradójico este tema, en este momento, pues cualquiera diría: “pero si ahora es cuando más creyentes en el mundo hay; existen iglesias gigantescas, con asistencias de millares en cada una de ellas”. Guatemala se ufana de ser el país con el mayor porcentaje poblacional de evangélicos en Latinoamérica. Hay candidatos de altos cargos gubernamentales que se llaman “cristianos” entre comillas. Que al final terminan siendo una ofensa a Dios y al pueblo creyente, pues con sus obras revelan quién es su verdadero dios.

Que el glamur religioso no nos engañe, mis queridos hermanos. Todo árbol por su fruto se conoce. Y no es de extrañar que encontremos lobos con piel de ovejas, metidos en el rebaño con la única finalidad de hacer el mayor daño posible, mientras no sean descubiertos. Dios le dice a su profeta: “Profetiza al espíritu”. Sí, mi amado hermano, esto es lo que necesitamos, clamar e invocar al Dios eterno: ¡Manda tu Espíritu sobre tu pueblo, pero especialmente sobre mi persona! Podemos alcanzar un buen conocimiento bíblico, lo cual es excelente hacerlo y enriquecerlo. Pero te recuerdo, mi querido hermano, que ese conocimiento sin el Espíritu Santo, no sirve para nada en tu beneficio espiritual personal.

Para que la palabra de Dios sea poderosa en mí, necesito el Espíritu de Dios, leamos: “Y pondré dentro de vosotros mi Espíritu, y haré que andéis en mis estatutos, y guardéis mis preceptos, y los pongáis por obra” (Ez. 36:27). No hay otra forma de lograrlo. Sólo mediante la unción de Dios seremos capaces de vivir y convertir la letra, en obras que glorifiquen al Dios invisible. El salmista David dice: “¡Oh Jehová, Dios de los ejércitos, restáuranos! Haz resplandecer tu rostro, y seremos salvos” (Sal. 80:19). Este grito de auxilio debe sonar en nuestro corazón también.

Somos una iglesia débil, en estos tiempos del fin, como lo dice en el libro de Apocalipsis: “…porque  aunque tienes poca fuerza, has guardado mi palabra, y no has negado mi nombre” (Ap. 3:8). Mi amado hermano, dice el Señor: “Y todo lo que pidiereis en oración, CREYENDO, lo recibiréis” (Mt. 21:22). Los tiempos son malos y el fin se acerca. Pero antes que éste llegue, viene lo que más anhelamos todos los fieles creyentes en Jesús, y es el rapto de la iglesia. ¿Hermano, estás preparado? O tu corazón se está enfriando y ya no sientes el calor espiritual en tus momentos de recogimiento con Dios, si es que aún los tienes.

Es peligroso caer en el adormecimiento espiritual, como les pasó a las cinco vírgenes insensatas. De tal forma que cuando el novio vino, ellas no se dieron cuenta que tenían sus lámparas vacías, y fueron abandonadas por su prometido. Ten cuidado, que no te pase esto. Despierta mi querido hermano, ponte de rodillas y humíllate delante de nuestro Padre eterno, el siempre misericordioso y compasivo Dios.

Y mediante la obra redentora de nuestro Salvador Jesús, imploremos su gracia como lo hizo el profeta David: “Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, Y renueva un espíritu recto dentro de mí (…) Vuélveme el gozo de tu salvación, Y espíritu noble me sustente (…) Porque no quieres sacrificio, que yo lo daría; No quieres holocausto. Los sacrificios de Dios son el espíritu quebrantado; Al corazón contrito y humillado no despreciarás tú, oh Dios” (Sal. 51:10, 12, 16 y 17). No es lo que yo pueda hacer por medio de mis humanas facultades, sino permitir que Dios, mediante su Santo Espíritu haga las cosas en mí.

Por eso en Cristo somos poderosos, leamos: “Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Ro.8:11). Aleluya, una vez más diremos: ¡Padre Santo, manda tu Santo Espíritu sobre mí! Que Dios nos sostenga firmes, aunque débiles, pero llenos de Dios. Amén y amén.