“…y cuál la supereminente grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la operación del poder de su fuerza, la cual operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los lugares celestiales…” (Ef. 1:19-20). Desde que Adán pecó en el huerto del Edén, se abrió un portal gigantesco a todos los demonios, legiones y potestades de las tinieblas, incluyendo a su príncipe, Satanás, el cual, hasta el día de hoy, no ha perdido el tiempo en su afán perverso de “matar, hurtar y destruir” al hombre, y por ende, su entorno ecológico de existencia.

Dijo el Señor Jesús: “…Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo” (Lc. 10:18). También leamos: “¡Ay de los moradores de la tierra y del mar! porque el diablo ha descendido a vosotros con gran ira, sabiendo que tiene poco tiempo” (Ap. 12:12). Satanás tiene capacidades muy superiores a cualquier ser humano. Por muy inteligente y fuerte que sea este hombre, jamás podría compararse con el poder y la astucia que tiene Satanás. Él gobierna el mundo entero y tiene la capacidad de manipular, de la manera más sutil al hombre, arrastrándolo al pecado y como consecuencia a la muerte eterna.

Satanás tiene el control, aunque imperfecto, sobre todo el mundo, como lo dice el apóstol Juan: “…y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn 5:19). Mediante un intrincado sistema espiritual de: “…principados, potestades, gobernadores y huestes espirituales” (lea Efesios 6:12), Satanás gobierna el mundo. Ellos son los que realmente gobiernan a todos los hombres, sin importar cuál sea el sistema político, religioso, económico, educativo, etc.

En todos los aspectos del quehacer humano, la intervención de los demonios es evidente y manifiesta. De allí, que pueden levantarse sistemas y estructuras políticas, y al cabo de cierto tiempo derrumbarse y establecer otro, que de acuerdo a sus simpatizantes es el mejor, y al final resulta igual o peor que el primero, y así sucesivamente. El hombre, con su pasión por la ciencia y los descubrimientos de ésta, se ha encargado de potenciar la influencia de ella en todos los rincones de la vida del ser humano. Llegando al extremo de ensombrecer la gloria de Dios. Y los hombres han sustituido al verdadero Dios, por un remedo y aprendiz de Dios, como lo pretende ser Satanás.

Desde el principio, Satanás ha querido usurpar el trono de Dios, estando en los cielos (lea Isaías 14:13), y esa ambición no la ha perdido. Y le hace creer al hombre, por inverosímil que parezca, que él es mejor que Dios, leamos: “Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles” (Ro. 1:22-23).

         Mis amados hermanos, estamos en la postrimería de los siglos. Y somos testigos de cómo Satanás ejerce una influencia tan poderosa en la sociedad moderna, que pareciera imposible escapar de ella. Pero quiero que comprendamos que Cristo es poderoso, capaz de vencer cualquier poder que gobierne la mente y el corazón de cualquier persona que crea en él. No importa tu edad o sexo, joven, adolecente, adulto, anciano, etc., delante de Cristo tiemblan los demonios, huyen las potestades y aun el mismo Satanás. Nosotros los creyentes tenemos acceso, por medio de la fe en Jesucristo, a la supereminente grandeza de su poder, por medio del cual ha vencido a Satanás y sus huestes.

Sí, mi querido hermano, podemos echar mano de semejante virtud, Dios la ha puesto a nuestra disposición. ¿Cuáles son tus prisiones?, ¿En qué calabozo te tiene Satanás metido y angustiado?, ¿Qué tan pesada es tu carga, la cual doblega tu vida y te obliga a arrastrarte detrás de Satanás?, ¿Cuál es el nombre de tu pecado y la dimensión del mismo, que  la sangre de Cristo Jesús no pueda limpiar?, ¿Cuán grande es tu maldad, que el sacrificio de Cristo en la cruz del Gólgota no pueda limpiar?, ¿Cuán grande y profunda es la herida que te han hecho, que el amor de Cristo no pueda sanar?, ¿Qué tan gruesas son tus cadenas que Jesús no pueda romper?.

Si tan sólo pudieras creer de corazón, no importa si tu fe es pequeñita e incipiente, pero es fe, con eso bastaría para que la mano del Dios todopoderoso te socorriera. ¡Oh, iglesia de Dios! “…Si tuvierais fe como un grano de mostaza, podríais decir a este sicómoro: Desarráigate, y plántate en el mar; y os obedecería” (Lc. 17:6). No permitas que el diablo te siga engañando. Rompe en el nombre de Jesús, esa cadena que te ata al pecado. Escapa de las tinieblas en donde te tiene aprisionado y no vuelvas a caer en esas tentaciones que sólo producen dolor, angustia, y la pérdida de la paz y la libertad.

Ven a Jesucristo, él tiene el poder de abrir los cerrojos por muy complejos que sean. Todo en esta vida tiene solución en Cristo. Basta ya el tiempo que has estado atemorizado por el pecado. Ven a la luz de Jesús, él quiere y puede liberarte, pues: “…para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios” (1 Co. 1:24).

         ¡Animo iglesia! ya falta poco. Que no te quiten la corona de la vida, prometida por el Señor Jesucristo. Él vino: “…a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel (…) a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya” (Is. 61:1 y 3).

En Jesucristo hay poder para “mantener nuestras vestiduras limpias y sin manchas”. Y: “Todo lo podemos en Cristo que nos fortalece”. ¡Amén y Amén!