Es evidente a todas luces, que dentro del alma de todo hombre existe un profundo sentimiento «narcisista». En unos más y en otros, menos. ¿Y qué es esto? Es el amor y la admiración excesiva y exagerada por sí mismo. Por su aspecto físico, por sus dotes o cualidades personales. Y aunque los psicólogos lo clasifican como una enfermedad mental, como un trastorno de personalidad, el que la sufre tiene una profunda necesidad de atención excesiva y admiración, exigiéndola a los demás. En donde él y sólo él importa. Lo más duro de este fenómeno es que, tal vez, sí se manifiesta un efecto conductual. Sin embargo, esto es más poderoso, va más allá.

No es hablar de una normal autoestima, ya que esto es verdaderamente “un engendro satánico”. Y a su vez, genera la necesidad o presencia de muchos demonios más, de adentro y externos, a través de otras personas poseídas también. Esto incluye: los del egoísmo, envidia, soberbia, violencia, rencor, resentimiento, avaricia, engreimiento y todos aquellos malos espíritus que van a coadyuvar, para llevar a cabo esta posesión maligna.

El primer narcisista fue “el querubín protector”, quien bajo una auto admiración, envidió a su mismo creador, leamos: “¡Cómo caíste del cielo, oh Lucero, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas a las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de Dios, levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte; sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Is. 14:12-14).

Esa horrorosa conducta es impuesta y asimilada por toda la humanidad por medio del primer Adán. Hasta que Cristo, como el “postrer Adán”, se manifestase. Engendrando por el Espíritu Santo, nuevas criaturas con un estigma divino de humildad, mansedumbre, modestia y sencillez. Leamos: “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno” (Ro. 12:3).

¿Pero, cómo se puede evidenciar tal perversidad?

Desde antes del tal «Narciso» de la mitología griega, quien dio el origen al término narcisismo y quien fuera ahogado por su propia imagen en el agua, siempre han habido narcisistas. Pero a medida que el tiempo transcurre, este mal espíritu se va evidenciando más y más de lo normal, hasta alcanzar dimensiones populares. Entonces, ya no sólo afecta a los líderes o nobles, sino a cualquier nivel social, étnico o económico. Y es que vemos en la actualidad,  las “magníficas” vitrinas y escaparates digitales, al alcance de todo ser humano.

Todo esto a través de por lo menos 40 plataformas de las más usadas y redes sociales como: Instagram, Twitter, FaceBook, YouTube y WhatsApp. Y hago énfasis en algunas aplicaciones como Tiktok, en donde cada persona es transformada “mágicamente” en una figura artística de la farándula. En escenarios utópicos, captando y plasmando con ello la personalidad y aun las voces, mímicas y movimientos de los «ídolos actuales de este mundo». Y bajo una perfecta fantasía, tratar de superar trastornos personales de conducta, como: complejos, traumas de la niñez, pérdida de identidad sexual, desadaptación social, minusvalidez, etc.

Tratando de ser grandes o por lo menos “ser alguien”. “Aquí estoy yo”. Aun como afrenta: “Lo hago y qué…” Ante cualquier autoridad, mediante la personalidad de un ajeno a él, sin saber su origen ni proceder, demonios disfrazados. Mientras los empresarios o youtubers, se llenan las bolsas de oro y dólares, a causa de la pobreza e ignorancia espiritual. Siendo estúpidamente utilizados y esto es la idolatría. Estas redes, interconectándose entre sí con otras populares, como Only Fans y otras más, piden a sus adeptos o suscriptores, juegos fotográficos aun de escenas sexuales y muy privadas, las cuales son mediante limosnas retribuidas económicamente, creando una cultura de dependencia al sistema impuesto.

El apóstol Pablo expresa: “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Co. 11:1). Esto es triste y lamentable. Pero aun en nuestra congregación, principalmente en estratos juveniles, he podido ver directa y personalmente, no uno, sino muchos, de los que llamándose “hermanos”, sufren este perverso alienamiento. Personas, muchas de ellas, que nacieron en este seno de iglesia y confraternidad, y permanecieron fieles por mucho tiempo, ahora convertidos en “títeres sociales”, a quienes Satanás tiene seducidos y engañados. Persuadidos de nuevos conceptos “modernistas”, constituyéndose esto en un «nuevo evangelio», por supuesto, desconocido para los fieles a Jesucristo y a su mensaje. A los que la palabra advierte: “Pero temo que como la serpiente con su astucia engañó a Eva, vuestros sentidos sean de alguna manera extraviados de la sincera fidelidad a Cristo” (2 Co. 11:3).

Amado hermano, sea esta una ¡FIRME Y ENÉRGICA EXHORTACIÓN! para todos. Pero a ti principalmente joven, con todo amor, que eres hoy víctima de un verdadero plan satánico. A ti padre de familia, para que trabajes y afirmes más y más, el conocimiento de los principios eternos de salvación. Comparte más tiempo útil con los tuyos. Revisa dispositivos, amistades, compañerismos, literatura, tendencias varias y hasta suicidas, vicios, pasiones, noviazgos. Quizás para muchos pueda ser aún tiempo de rescate, antes que pierdas a tu hijo o a ti mismo.

Cada uno tendremos que dar cuenta de los “bienes de Dios”, lo que él te ha dado para administrar únicamente. Leamos: “He aquí que todas las almas son mías; como el alma del padre, así el alma del hijo es mía; el alma que pecare, esa morirá” (Ez. 18:4). El tiempo es corto y malo, Satanás no tiene compasión de nadie. Espero que esta reflexión nos lleve a una profunda meditación de nuestro status espiritual, para poder arrepentirnos y poder seguir tras las pisadas que el maestro nos trazó. Ánimo amados y sigamos adelante, hasta la eternidad. Amén y Amén.