Parece una afirmación demasiada atrevida por el significado de sus palabras, pero es eminentemente bíblica y respaldada por el mismo Dios. Cada creyente que ama y valora intensamente a Dios es un instrumento poderoso en las manos de él, cuyos efectos en el mundo espiritual son grandes.

Por la ignorancia que existe, en relación al mundo espiritual que nos rodea, es que se puede considerar muy atrevido el título de esta carta, pero dice la palabra de Dios: “Así perezcan todos tus enemigos, oh Jehová; Mas los que te aman, sean como el sol cuando sale en su fuerza” (Jue. 5:31).

El antagonismo en este pasaje se lee así: «Tus enemigos, oh Dios, están en tinieblas (muerte), mas los que te aman, tienen la luz de la vida (el sol)». Y es que eso, es exactamente lo que Cristo trajo a este mundo lleno de tinieblas, trajo la luz de la vida. Ese fue el génesis del poder desplegado en Jesucristo «nuestro sol de justicia». Vino a separar las tinieblas de la luz. Vino a mostrar la vida nueva a través de su evangelio, por eso dice: “El pueblo asentado en tinieblas vio gran luz; y a los asentados en región de sombra de muerte, luz les resplandeció” (Mt. 4:16). 

Las tinieblas u oscuridad, simbolizan esclavitudes de todo tipo que llevan a la humanidad a una vida servil y dolorosa, postrados en verdaderas pocilgas, charcos nauseabundos, verdaderas mazmorras espirituales y físicas. Lentamente, destruyen aquella obra maestra, creada con tanto amor y cuidado de parte de Dios, y que ha sido dotada de características tan especiales que no quiso dar a ninguna otra criatura creada en el universo, sino sólo al “HOMBRE”.  El diablo, disfruta su perversa obra destructora, pues conoce el compasivo y misericordioso corazón de Dios, quien se duele de ver al hombre indefenso delante de semejante enemigo.    Dice la palabra de Dios: “La luz en las tinieblas resplandece, y las tinieblas no prevalecieron contra ella” (Jn. 1:5). Cristo trajo luz, sinónimo de libertad. Los cerrojos son abiertos, las cadenas caen, la bendita luz de la vida disipa las malignas tinieblas y la vida de los hombres inicia. Con Cristo llega la paz, el gozo, llega la armonía y la humildad. El orgullo y el individualismo son echados fuera del corazón y la unidad cimentada en la humildad, florece en el corazón del hijo de Dios. La violencia es cambiada por el amor y la comprensión. Florece la amistad, la alegría y el gozo. Aflora en el rostro del creyente, la imagen preciosa de Jesucristo, el cual es vida y vida en abundancia.

Esto, mi amado hermano, significa que seamos sol. Sí, a los que amamos a Dios y somos amados por él, dice de nosotros: “Te he puesto para luz de los gentiles, a fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra” (Hch. 13:47). No es atrevimiento, es la voluntad de Dios para con cada uno de nosotros los hijos de Dios. Dice la palabra de Dios: “Porque en otro tiempo erais tinieblas, mas ahora sois luz en el Señor; andad como hijos de luz” (Ef. 5:8). Observe que es un mandamiento «andad como hijos de luz”.

Es imperativo que nosotros, los creyentes, llevemos esa voz de esperanza a los que moran en tinieblas, que resplandezcamos como luminares en medio de esta generación envanecida en “dis que luz del conocimiento moderno”, pero son ciegos en cuanto a las cosas que pertenecen a la vida eterna y a Dios. Hemos sido llamados a dar luz a los que habitan en tinieblas. A Jesús, le llama el apóstol Pedro: «Lucero de la mañana» (Gr. Phosphoros), en español se dice “fósforo” y traducido quiere decir: «portador de luz». Llevemos a los hombres la luz de la paz, del amor, de la alegría, del perdón, de la esperanza, pues este es el mandamiento de Dios para la iglesia de Cristo. Debemos ser portadores de luz a las naciones.

 

Desafiando al enemigo

En el caminar del creyente puede haber batallas que perdamos y pareciera que estamos vencidos, pero en el nombre del Señor Jesucristo levantémonos en victoria y digamos: “Tú, enemiga mía (las tinieblas o Satanás), no te alegres de mí, porque aunque caí, me levantaré; aunque more en tinieblas, Jehová será mi luz.  La ira de Jehová soportaré, porque pequé contra él, hasta que juzgue mi causa y haga justicia; él me sacará a luz, veré su justicia” (Mi. 7:8-9).

Sí, hermano, quizá perdió una batalla, pero no la guerra. El apóstol Pablo lo dice de esta forma: «derribados pero no destruidos». No permitas que se marchite tu vida y que las tinieblas invadan de nuevo tu alma ni te dejes arrastrar por Satanás. Cristo vino a darnos libertad y poder para vencer, leamos: “Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo aquel que cree en mí, no permanezca en tinieblas” (Jn. 12:46).

Yo te invito a que no se marchite ni se apague tu esperanza. Tu sol brilla con poder en el firmamento espiritual. Deja que la vida espiritual vuelva a fluir en tu ser. Que Dios te bendiga.  Amén.