Estamos viviendo el epílogo de la raza humana. Hoy más que nunca, Satanás y sus estrategias de maldad, mediante el engaño y la confusión, han logrado inducir a esta generación a la muerte espiritual. Y hoy me refiero, a esa exacerbación profética anunciada por Dios mismo, al referirse a esa confusión mental y emocional que el hombre se ganó, como fruto de su desprecio a la autoridad divina desde sus albores en la historia, a lo cual el apóstol Pablo dice: “Pues habiendo conocido a Dios (a través de todo lo creado), no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino se envanecieron en sus razonamientos (ciencia humana o árbol de sabiduría de bien y de mal), y su necio corazón fue entenebrecido (no oyó razones espirituales)” (Ro. 1:21).          En este desafío, el hombre creyó ser mayor que su creador. El mismo Dios que lo creó lo echa de su presencia y lo deja a la suerte de su torpeza, leamos: “…Dios los entregó a la inmundicia, en las concupiscencias de sus corazones, de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos (se inicia la primera etapa del desconocimiento del género sexual, evidenciado por actos de homosexualismo y lesbianismo que son símbolos de auto adoración, agregado a terribles aberraciones con animales y otros)…” Veamos aquí, también, algo muy importante y es que, luego de este génesis de maldición, se inicia una perversa cadena de hechos y acciones al referirse en el verso 28: “Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen…” En este proceso de degeneración surge toda clase de perversidades como la fornicación, avaricia, maldad, envidia, homicidios, etc. (Léase versos 29 al 32).

 

¿Qué es entonces la generación de los transgéneros?

Iniciemos diciendo que biológicamente, el género es: la diferencia entre dos seres que sexualmente corresponden a masculino y femenino (hombre y mujer). Dios en el inicio, en su plan perfecto dice: “Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios (el primer matrimonio, idea de Dios), y les dijo: Fructificad y multiplicaos (la reproducción humana queda bajo exclusividad de la interacción de los dos géneros diferentes, indefectiblemente)…” (Gn.1:27-28). Este fenómeno no podrá ser contrariado jamás.

Si vemos este principio, analicemos qué significa transgénero: Es precisamente, el NO aceptar el género (sexo) con el cual alguien nació; simplemente porque no y quiere cambiarlo caprichosamente a cualquier precio. En su rebeldía y necedad, actuará en contra de las leyes aun genéticas que Dios estableció y si vamos a la misma ciencia humana, aun una perfecta contradicción. Veamos: 1) El sexo no lo determina ningún mortal (al nacer, nuestro propio cuerpo declara nuestro sexo). 2) Es asignado cromosómicamente por el ADN y marca todas las células de nuestro cuerpo. 3) Existen más de 6,500 diferencias conocidas hasta hoy, entre un hombre y una mujer. 4) Una hormona o alguna cirugía, jamás podrá cambiar el sexo, sólo una imagen de engaño. 5) Nadie nace transgénero, sólo hay un trastorno de identidad, lo que hace del medio o entorno del “enfermo” una influencia significativa (adultos inductores o abuso sexual, problemas de poca atención, matriarcados o patriarcados inconsecuentes, hogares desintegrados y otros).

 

¿Por qué Dios condena todo transgénero?

La palabra es clara al respecto: “…ni los afeminados, ni los que se echan con varones (…) heredarán el reino de los cielos” (1 Co. 6:9-10). Ciertamente Dios ama al pecador. Pero recordemos lo dicho, el origen está en el menosprecio a la tutoría divina. Si esta actitud persiste, la situación es grave, porque el problema se instala en un verdadero y confuso “cuadro de identidad”, la cual está arraigada íntimamente al alma misma y sólo el poder de Dios nos hará reconocer nuestra condición para salir de ese hoyo cenagoso, el cual él permitió para esta generación de rebeldes y menospreciadores.

El problema se complica al vivir dentro de esta perversidad de mundo, el cual mediante los derechos de los hombres y el amparo de las sociedades “desarrolladas e inteligentes” anuncian con todo vigor que los niños, ya a edades muy tempranas, sean ellos mismos los que decidan su sexo para el futuro. Son además las escuelas y educadores, los medios de comunicación, las redes sociales, los programas y caricaturas infantiles, apoyadas por empresas cinematográficas transnacionales, las que apoyan la amputación de valores y principios; permitiendo mutilaciones genitales y aplicación de fármacos hormonales para crear verdaderos monstruos estériles, ya que jamás podrán procrear, sino adoptarán niños indefensos para seguir este ingrato proceso de maldición o suicidio del género.

 

¿Y qué papel tiene la iglesia de Jesucristo en esto?

Amado hermano, lamentablemente como hombres nada podemos hacer, ya que la palabra anuncia proféticamente que: como en los días de Lot y de Noé, refiriéndose a la perversidad sexual que se vivía en esa época, así también sería en los días del fin. Pero hay un remanente de Dios, que quizá esté muy cerca de nosotros, tal como nuestros “prójimos o cercanos”, a los cuales hemos de llevar este bendito conocimiento, para salvación de unos y condenación de otros.

¡Prediquemos sin temor, con fe, ánimo y esperanza! Sabiendo que tenemos la palabra profética más segura. En un pleno entendimiento que la salvación viene de Jehová por medio de Jesucristo y que no hay pecado que él no pueda perdonar ni cadena que no pueda romper, sabiendo además: “Que al corazón contrito y humillado el Señor no desprecia”. ¡Sigamos adelante y que Dios nos dé las fuerzas! Amén y amén.