Los hombres: “…habiendo conocido a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, sino que se envanecieron en sus razonamientos, y su necio corazón fue entenebrecido. Profesando ser sabios, se hicieron necios, y cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible (…) Por lo cual también Dios los entregó a la inmundicia (…) de modo que deshonraron entre sí sus propios cuerpos (…) dando culto a las criaturas antes que al Creador (…) Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros (…) Y como ellos no aprobaron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente reprobada, para hacer cosas que no convienen…” (Ro 1:21-28).

Cuando el hombre deja a Dios, quien es la verdad, y se aparta de esos principios y valores eternos en los cuales no hay mudanza ni sombra de variación, elige de forma automática la mentira; exponiéndose así al engaño que domina al mundo entero. Por ello, en el mundo los países desarrollados tienen leyes que aprueban que la persona elija su sexo, que se puedan casar y adoptar hijos. Recientemente, en Costa Rica manifestaron lesbianas y homosexuales, exigiendo a las autoridades que les apoyaran. Guatemala manifestó su interés por que se respete la vida y la familia, rechazando la ley de identidad de género y apoyando la ley para la protección integral y reparación digna de niños y adolescentes víctimas de explotación sexual (Prensa Libre 3 de Septiembre de 2018).

Dios a su iglesia dijo: “No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:2).  El trabajo de la iglesia es conocer a Dios y cuál es su voluntad para nuestras vidas.  Dentro de esta voluntad se encuentra el verdadero propósito de nuestra existencia. Lamentablemente, sin ese conocimiento de la verdad nos volvemos esclavos de los afanes, la comida, la bebida y de nuestra imagen personal. Pero la verdad de Dios nos muestra el camino: “Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas” (Mt. 6:33).

Necesitamos conocer la verdad para que nuestra vida pueda ser libre de toda influencia maligna. Luego de conocer la verdad, podremos enseñar a los necesitados cuál es el camino correcto que nos conduce a la vida eterna. El Señor le dice a Ezequiel: “Pero si tú amonestares al impío, y él no se convirtiere de su impiedad y de su mal camino, él morirá por su maldad, pero tú habrás librado tu alma. Si el justo se apartare de su justicia e hiciere maldad, y pusiere yo tropiezo delante de él, él morirá, porque tú no le amonestaste (…) pero su sangre demandaré de tu mano. Pero si al justo amonestares para que no peque, y no pecare, de cierto vivirá, porque fue amonestado; y tú habrás librado tu alma” (Ez. 3:19-21).  Un verdadero atalaya advierte y amonesta con la verdad para librar el alma y cumplir con su responsabilidad.

Dios aconseja a su pueblo de muchas maneras para que nos mantengamos en la verdad. Leamos: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mt. 26:41). “Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero…” (1 Ti. 6:9-10). “Haced todo sin murmuraciones y contiendas, para que seáis irreprensibles y sencillos, hijos de Dios sin mancha en medio de una generación maligna y perversa, en medio de la cual resplandecéis como luminares en el mundo; asidos de la palabra de vida…” (Fil. 2:14-16). “Así que, ofrezcamos siempre a Dios, por medio de él, sacrificio de alabanza, es decir, fruto de labios que confiesan su nombre. Y de hacer bien y de la ayuda mutua no os olvidéis; porque de tales sacrificios se agrada Dios” (He. 13:15-16). “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el  que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mt. 16:25-26).

Todo lo que estamos viendo son señales del tiempo del fin, el cual será de angustia. Leamos: “…Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Dn. 12:4). Pero los entendidos comprenderán y también los que enseñan la justicia. ¿Cuál es su condición, la de sus hijos e hijas? Si alguien oyó, creyó y tiene el Espíritu Santo es nueva criatura en Cristo. Señor danos de tu Espíritu para no ocuparnos de la carne. Busquemos el Espíritu que nos da testimonio de que somos libres, para que mostremos al mundo que somos hijos de Dios. Amén.