En un tema previo, hablamos respecto a lo que es un esclavo. Y se refiere a aquellos hombres que carecen de libertad y derechos propios. A los que están en una circunstancia de sometimiento total y dominio de alguien ajeno, quien tiene derecho plenipotenciario sobre su vida; habiéndolo obtenido como captura o en el mercado de esclavos. El hecho es que aquel desafortunado ser, es pertenencia involuntaria de alguien más. Sin embargo, hoy quiero referirme al tema, bajo el enfoque de una entrega, siempre total e incondicional, pero con la variable que en este caso será: “UN ESCLAVO VOLUNTARIO”.
Veamos, entonces, de qué trata esto. Ante todo hecho humano, siempre ha de haber alguna legislación. El tema de los esclavos, desde la antigüedad, no es la excepción. Leamos los principios bíblicos sobre esto: “Si comprares siervo hebreo, seis años servirá; mas al séptimo saldrá libre (…) Y si el siervo dijere: YO AMO A MI SEÑOR, a mi mujer y a mis hijos, no saldré libre (allí decide entonces: una esclavitud, pero voluntaria); entonces su amo lo llevará ante los jueces, y le hará estar junto a la puerta o al poste; y su amo le horadará (perforar) la oreja con lesna, y será su siervo para siempre (voluntario)” (Léase Exodo 21:1-11).
Si analizamos este tema bajo la lupa espiritual, nosotros como seres humanos recibimos –lamentablemente- como herencia, la maldición del pecado, leamos: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Ro. 5:12). Esto significa que Satanás, con su astucia y engaño, nos indujo a pecar; leamos este principio: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Ro. 6:16).
Entonces: todos los hombres nacemos ligados a una esclavitud involuntaria, como característica de una herencia, bajo el tema de: auto complacencia intelectual y del placer a la carne. Y en total desobediencia al mandato divino, sin consuelo ni esperanza, llega nuestro séptimo año, que es el día del Señor. Y él se dispone a negociar en el mercado de esclavos y luego de pagar el precio más alto: “precio de sangre inocente”, por tu vida y por la mía, entonces, pasamos a ser propiedad exclusiva de Cristo, con derechos obtenidos legalmente. Entramos a sus dominios, en donde nos muestra su reino y las expectativas de eternidad mediante únicamente la promesa “por la fe para esperanza”. Nos ofrece su apoyo incondicional y su amor eterno, al extremo de darnos de su esencia y Espíritu: “Aderezas mesa delante de mí en presencia de mis angustiadores…” (Sal.23:5).
Ahora bajo este concepto legal, somos propiedad de él y siendo él mismo “el séptimo año” o “el año de reposo”, nos otorga la oportunidad de decidir voluntariamente, si queremos seguir con él: “Como esclavos voluntarios de esperanza, por la fe en él” o retomamos nuestra vida y costumbres antiguas. Y en tu libre albedrío te dice: “TÚ DECIDES…” En este principio no hay engaño ni coacción, en contraposición del maligno, leamos: “Porque vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados…” (Gá. 5:13). Pueda que valores o no, el amor y el regalo sacrificial de Dios mediante Jesucristo, y que en base a esto, tú digas: Señor, te entrego mi vida y mi corazón; toma mi vida y hazla de nuevo; “quita mi corazón de piedra y dame un corazón de carne”, conforme a tu voluntad.
En esta actitud “voluntaria” y en reciprocidad de amor, me acerco a Dios y como sello de un nuevo pacto en esperanza, inclino mi oreja para ser horadada. Como una figura, me sumerjo en las aguas bautismales, declarando públicamente mi anhelo de una limpia conciencia; y esperando por la fe, en la confirmación de las arras, el sello que ha de ser el bautismo en el Espíritu Santo. Y poder vivir en adelante, así: “Volveos a la fortaleza, oh prisioneros (esclavos) de esperanza; hoy también os anuncio que os restauraré el doble” (Zac. 9:12). “En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa, que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su gloria” (Ef. 1:13-14).
Entiéndase, entonces, que en un voluntariado por amor, todo ha de ser natural y espontáneo, por la fe verdadera en Cristo, la cual genera esperanza: “Porque en esperanza fuimos salvos; pero la esperanza que se ve, no es esperanza…” (Ro. 8:24). Cuando hay una entrega voluntaria, es porque ya nos amaneció: “Tu pueblo se te ofrecerá voluntariamente en el día de tu poder, en la hermosura de la santidad…” (Sal.110:3).
Mi amado hermano, estamos ya en el epílogo de esta generación y es necesario que cada uno “peleemos ardientemente por la fe”, siendo que la fe da como resultado la mejor fuente de esperanza, por la cual esperamos ansiosamente para alcanzar nuestra salvación. Puestos nuestros ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien nos ubica en este perfecto plan “en esperanza”, el cual Dios ha dejado en su soberana potestad. Que Dios en su infinita misericordia, ponga también en nosotros el “querer y el hacer”. Que Dios te prospere y te bendiga en esta “esclavitud de esperanza”. Así sea. Amén y amén.
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