Amado hermano y lector: Qué importante es entender los principios y fundamentos espirituales de la naturaleza de Dios. Y es que Dios, como Dios, es único en su género: capaz de poder vivir solo, en su inmensa creación y vivir en sí, y para sí mismo. Sin embargo, las Escrituras nos ubican para entender a un Dios que es capaz de compartir su gloria, con millares de millares de ángeles, arcángeles, querubines, etc., quienes le sirven y acompañan de día y de noche.

Tanto así, que cuando creó al hombre, habla en plural, leamos: “Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza…” (Gn. 1:26). O sea que él no estaba solo. Además, en el «proyecto hombre», la idea era la multiplicación de una nueva generación de seres. Los que en su momento constituirían familias, pueblos y naciones. De manera que el vivir en sociedades o comunidades es parte de este principio divino. Entonces la armonía, en la comunión de esta nueva criatura y su creador, era más que perfecta.

Dios, como un ser espiritual, se une en amor a un ser material, para compartir y comunicar sus proyectos, anhelos, principios, ideología, etc., y a esto se le llama «comunión» y convivencia mutua. Todo era maravilloso y glorioso. Hasta que los principios ideológicos de esta relación fueron afectados por otros planes y conocimientos de un ser maligno llamado Satanás, quien mediante la inducción del engaño, fue capaz de cambiar la mentalidad de Adán. Provocando la desobediencia y como consecuencia: el pecado y la muerte.

¿Qué pasó cuando el hombre falló y pecó?

Este principio es precisamente el fundamento de esta enseñanza. Porque cuando Adán peca, no fue Dios el que actúa negativamente, a pesar de lo terrible que sucedía en este escenario. Dice la Escritura así: “Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto” (Gn. 3:8).

Vemos que Dios aquí, sigue su rutina de vida en libertad y a la luz. Pero he aquí la variante en la actitud del hombre: antes había comunión y comunicación, tal vez anhelo de disfrutar de aquella relación de amor y amistad. Pero hoy ¡sorprendentemente se esconde!, ¡No quiere ver a Dios!, ¡Le tiene miedo! Pierde el concepto de un Dios espiritual, omnipresente, omnisciente y eterno. Y se refugia torpemente en los recursos materiales, al esconderse “entre los árboles físicos del huerto”.

Dice David: “¿A dónde me iré de tu Espíritu? ¿Y a dónde huiré de tu presencia?” (Sal. 139:7). No cabe la menor duda que la desobediencia, traducida y plasmada en el pecado, quita la comunión espiritual. Y esto genera una prisión de «aislamiento», una soledad, en la cual Satanás aprovecha para acusar y promover la depresión, el desánimo con sensación de frustración y fracaso, hasta el suicidio espiritual.

Adán y Eva estaban entonces solos, escondidos y deprimidos por la culpa. Pero lo maravilloso es que Dios con su «palabra» de amor los saca del escondite, evidenciándoles su error y exponiéndolos al castigo para despertar conciencia. Los saca del huerto de Edén, para que evalúen y valoren lo que han menospreciado. Sin embargo, Dios no quería destruirlos, sino desde ese momento iniciar un proyecto de restauración y salvación. ¡Bendito y alabado sea nuestro buen Dios!

Quisiera, en este documento, plasmar y actualizar la conducta de muchos hijos de Dios. Que tal vez han luchado, pero que luego de ser engañados y conquistados por la maldad, han fallado a su Señor. Y sufren angustia, dolor, desánimo y frustración. Y se refugian en oscuras mazmorras de aislamiento de Dios y de la congregación. Se apartan, ya no participan de la comunión material, menos espiritual. Se vuelven evasivos, irritables, a la defensiva, buscan defectos en los demás para justificar sus actitudes y maldad. Y progresivamente inician una desescalada en todos los ámbitos de su existencia.

La condición de aquel, es cada vez más de hermetismo y soledad. Huyen de las congregaciones y posteriormente se hunden. Y vuelven como el perro: “a comer su mismo vómito”, ocasión para que Satanás vuelva a tomar esa vida y a gobernarla plenamente, leamos: “Entonces dice: Volveré a mi casa de donde salí; y cuando llega, la halla desocupada, barrida y adornada. Entonces va, y toma consigo otros siete espíritus peores que él, y entrados, moran allí; y el postrer estado de aquel hombre viene a ser peor que el primero…” (Mt. 12:44-45).

Amado hermano, si por alguna razón has fallado a Dios y la culpa embarga tu corazón: por amor a Dios y por amor a tu alma, no te enclaustres, no te alejes de Dios y la congregación. Tome ánimo y fuerzas tu corazón. Y ven al punto de encuentro con un Dios bueno y misericordioso, quien quiere tu pronta restauración e integración al cuerpo de Cristo, su iglesia. Dice la palabra: “Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; y si alguno hubiere pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo” (1 Jn. 2:1).

El llamado de hoy para ti es exactamente el mismo que Dios hizo a Adán, en aquel inicio de fracaso, leamos: “Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? (…) ¿Quién te enseñó que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol del que yo te mandé no comieses?” (Gn. 3:9-11). Sal de cualquier escondite de entre los árboles de la auto justificación. Y apela de nuevo al amor y a la misericordia. Dios es fiel. Que Dios te bendiga. Así sea. Amén y Amén.