Dios dio a su pueblo palabras que se deben repetir y enseñar, leamos: “Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:5-7). Esto es sabiduría e inteligencia. Dios contiende  porque en la tierra falta el conocimiento de la verdad, por esto el hombre se pierde, peca, se destruye y se mata. El Señor Jesucristo da para su iglesia los mandatos: “… Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:37-39).

Para Salomón, hijo del rey David, la palabra de Dios alumbra el camino, por eso nos dice: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, Y no desprecies la dirección de tu madre…” (Pr. 1:8). Y también nos dice: “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6). Pablo dice a Timoteo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia…” (2 Ti. 3:16).

El mundo no tiene paz, pero si oímos a Dios y creemos en él en las aflicciones, tendremos bendición. Por eso dice: La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo” (Jn. 14:27). Porque al llevar una vida temerosa y viviendo los mandamientos, seremos amados por el Padre, y el fruto por amarnos se manifestará en nuestra vida y esto será una realidad si morimos al mundo. “Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia” (2 P. 3:13). Y también dice: ¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros?” (1 Co. 6:19). El fin se acerca y Daniel, como señal del fin, menciona mucha angustia, leamos: “…pero en aquel tiempo será libertado tu pueblo, todos los que se hallen escritos en el libro (…) Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Dn. 12:1 y 4).

El apóstol Pablo escribió, sesenta y seis años después de Cristo, lo siguiente: Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe…” (1 Ti. 6:20-21). Si la ciencia afectó antes, hoy también está afectando nuestra fe y el amor se está enfriando. Entendamos a la juventud, llevándola con la palabra y con nuestro testimonio, a amar a Dios y al prójimo, y a dar fruto, porque: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn. 2:4-6). “…os ruego (…) que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo (…) No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:1-2).

Si hemos nacido de nuevo, hagamos lo que Jesús dijo: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?” (Mt. 16:25-26). Jehová ofrece a Israel: “Y vosotros me seréis un reino de sacerdotes, y gente santa…” (Ex. 19:6). Esta bendición Dios la extiende a su iglesia, cuando: “no estamos afanados por la comida ni bebida, o vestido y buscamos a Dios y su justicia y todo lo demás será añadido”  (léase Mateo 6:31-33). Por lo general, la clase media y alta busca los elementos mencionados, y se afanan estudiando, al ignorar que: “…No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne. El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos…” (Ec. 12:12-13).

Hoy vemos a millones angustiados y afligidos al no encontrar trabajo para obtener las necesidades materiales. Esta condición los obliga a dejar su familia para buscar la satisfacción de su carne, y mediante el amor al dinero, que es la raíz de todos los males, caen en los afanes y el engaño de las riquezas. En ese terreno la palabra no fructificará. Pero si somos buena tierra y dejamos de afanarnos por lo material, tendremos la palabra que nos brinda fe, gozo y paz en el Espíritu. Y recibiremos el amor de Dios, para poder amar a nuestros hermanos, familia, vecinos y prójimo, y veremos el cumplimiento de la palabra, cuando menciona que dando es como se recibe. Que nada ni nadie nos aparte de esa fe que agrada a Dios y vence al mundo, y de ese amor que excede todo conocimiento. Amén.