Recordemos amados hermanos, que fuimos creados a «imagen y semejanza» de Dios. Imagen: es una representación visual de algo o alguien. Pero en el sentido más amplio del término, se dice de otras imágenes como: las auditivas, olfativas, táctiles, etc. Semejanza: habla de la relación entre personas y cosas que tienen características comunes. En matemáticas se habla de que dos triángulos son semejantes, si guardan los mismos ángulos; aunque uno sea más grande que otro, son semejantes. Pero en términos espirituales, significa más sobre aspectos de carácter, personalidad y pensamiento.

Eso quiere decir que aunque Dios siempre sería más grande, el hombre guardaría la imagen de su creador, aunado a su misma personalidad. ¡GRANDIOSO VERDAD! En esta virtuosa criatura habría de esperarse entonces: sabiduría, inteligencia, gracia, poder, humildad, templanza, etc. Hasta que fue sembrada aquella semilla antagónica en su totalidad, en la mente e intelecto del hombre. Contaminación que luego, bajó al corazón y prosperó negativamente, hasta tomar cautiva, mediante el poder del engaño, la totalidad de las acciones y reacciones de este nuevo género de vida.

Dios y su semilla son espirituales. También Satanás y su semilla son espirituales. Entonces: toda acción y reacción humana, para bien o para mal, es originada eminentemente en el ámbito espiritual. Y el ser humano es el campo de batalla en donde han de pelear el bien contra el mal. Traducido a la conducta humana, dice la palabra: “Porque no tenemos lucha contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, contra huestes ESPIRITUALES de maldad en las regiones celestes” (Ef. 6:12).

Jesús, ante aquella generación de religiosos que pretendían decir ser hijos de Abraham, que equivalía a ser hijos de Dios, les recrimina que sus obras (acciones y reacciones) no coincidían con las de “su padre” y agrega: “Vosotros sois de vuestro padre el diablo, y los deseos de vuestro padre el diablo queréis hacer” (Jn. 8:44). Esto lo decía porque querían matarle.

 

¿Y qué pasa con el hombre actual?

Si partimos de todo lo anterior, tendremos que asumir nuestra responsabilidad al darnos cuenta, a la luz de la palabra, que todo empieza con una pequeña semilla. Pero ella, lleva intrínsecamente el poder de reproducir cualquier cantidad de potenciales acciones y reacciones de maldad como herencia satánica. Luego de ser sembrada en el hombre, se inicia la etapa de crecimiento hasta alcanzar niveles de reproducción, para ser transmitida a toda la humanidad. De allí, que: “…el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19).

Esto significa que todos los hombres venimos impregnados de la personalidad de Satanás, con sus consecuentes acciones y reacciones; traducidas en odios, rencores, raíces de amargura, afanes, envidias, rebeldías, contiendas, mal carácter, mentira, idolatría, etc. Estas trascienden a traumas, depresiones, complejos, malicias, hasta enfermedades mentales como: esquizofrenias, oligofrenias, trastornos obsesivos y compulsivos, dislexia, identidad disociativa, síndromes antisociales, etc. Culminando con acciones y reacciones en manifestaciones egoístas del pecado contra Dios, contra sí mismo y contra la sociedad indiscriminadamente. Terminando aun en monstruosas tragedias humanas.

 

¿Y qué hemos de hacer?

Estamos ya convencidos que cada acción y reacción humana es originada categóricamente en el campo espiritual. Entonces: el cambio debe ser profundo y estructural, no hay otra alternativa. Los hombres mediante la psicología, que es una ciencia joven, y sus teorías y técnicas como el psicoanálisis, el análisis transaccional y otros métodos de regresión mental, tratan de escudriñar la mente; y quizá algo encuentren en el pasado o niñez de alguien, y equivocadamente dirán: «aquí está el problema». Tal vez se encuentran sólo a medio camino con la aplicación de un test. Pero ¿luego…? Mediante manoseos humanos e inducciones inciertas, aquellas víctimas suelen ser ahora verdaderos esclavos del clínico.

Ante el fracaso, el caso es trasladado a la farmacología psiquiátrica, en donde se agrega un problema más, que es la adicción a drogas y fármacos que hacen vivir al individuo fuera de su realidad. Aunque se mantenga temporalmente quieto, sus acciones y reacciones seguirán siendo influenciadas por malos espíritus o demonios, colaboradores del maligno. Toda esta tecnología de la mal llamada ciencia, será siempre un mero paliativo, ya que tal vez esté un poco aliviado, pero preso en el calabozo más profundo, manipulado por seres que tienen los mismos problemas de conducta o peores aún.

La salida entonces, no es humana. Para que nuestras acciones y reacciones cambien, necesitamos un milagro espiritual: “Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón…” (Jer. 17:10). “Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu…” (Ro. 8:27). “…porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos” (1 Cr. 28:9). Lo importante entonces, de este sistema espiritual, es que con él se trasciende a las más altas esferas de la mente, del creador mismo, quien te dice: “El que encubre sus pecados, no prosperará; mas el que los confiesa y se aparta alcanzará misericordia” (Pr. 28:13). Y además dice: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mt. 11:28).

Para concluir, todo efecto conductual traducido en acciones y reacciones, está basado en el daño que el pecado y las injusticias han provocado, siendo entonces importantes los sufrimientos del pasado. Pero no nos quedemos con simples diagnósticos y salidas humanas, retrocedamos aún más hasta nuestros orígenes y humillémonos delante de aquel que todo lo es y todo lo sabe. Sólo así, recibiremos la verdadera libertad mediante el perdón por la sangre de Cristo. Y perdonemos a todo ser o circunstancia de la vida, la cual nos hace vivir en la amargura del ayer, provocando hoy, enfermedad, angustia y desacuerdo en todo. Que sea Dios el que te cambie y me cambie. Amén y amén.