Hemos oído o leído sobre las señales del tiempo del fin, que advierten que la ciencia se terminará. Pero se ve en la mayoría, el afán por tener más y más conocimiento. Buscando un grado académico, recibiendo apoyo estatal, abriendo y equipando escuelas, universidades, etc.

Los padres entusiasmados, enviando a sus niños para que asistan, estudien y ganen. Quizá se olvidaron del conocimiento y entendimiento de la carrera que Jesucristo enseñó a sus discípulos diciendo: “…No os afanéis por vuestra vida (…) Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan (…) ¿No valéis vosotros mucho más que ellas?” (Mt. 6:25-26).

La palabra nos dice: “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de él” (Pr. 22:6). ¿Entendemos y hacemos lo que Dios nos dice? Acerca de esto, el rey David también nos habla: “Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, Ni estuvo en camino de pecadores, Ni en silla de escarnecedores se ha sentado (…) Que da su fruto en su tiempo, Y su hoja no cae; Y todo lo que hace, prosperará” (Sal. 1:1-3).

Daniel escribió que el tiempo del fin será de angustia: “Los entendidos resplandecerán como el resplandor del firmamento; y los que enseñan la justicia a la multitud, como las estrellas a perpetua eternidad (…) Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Dn. 12:3-4).

Hay necesidad de establecer este término así: ciencia (gnosis), se usa en la enseñanza de los gnósticos, denota un conocimiento exacto o pleno y se traduce: «CIENCIA». La falsamente llamada ciencia: investigación, descubrimiento y clasificación. “No está en las Escrituras”. (Diccionario expositivo: W.E VINE M.A.).

         Salomón, siendo niño, pidió a Jehová sabiduría para gobernar. La recibió, con el agregado de riquezas, poder y fama, cosas que no supo manejar y que le perjudicaron en la dependencia a la comunión con Dios, para entender la justicia y la verdad. Por ello, dejó el consejo: “…No hay fin de hacer muchos libros; y el mucho estudio es fatiga de la carne. El fin de todo el discurso oído es este: Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre. Porque Dios traerá toda obra a juicio…” (Ec. 12:12-14).

         Somos los padres los responsables de la conducta de los jóvenes y adolescentes. Y por amor a Dios y al prójimo, debemos buscar ser amigos, para enseñar a amar y a morir al mundo, a los hijos y nietos en casa, tal como Dios le dijo a Moisés: “…y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:7).

         Dios quiere que hablemos y mostremos con la conducta, el nuevo nacimiento y la llenura del Espíritu Santo. La bendición de oír y entender la palabra, nos lleva a seguir el consejo del Señor: “Permaneced en mí, y yo en vosotros (…) Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará…” (Jn. 15:4-6).

         El apóstol Pablo, hablando acerca de los judíos y la ley, dice: “…instructor de los indoctos, maestro de niños, que tienes en la ley la forma de la ciencia y de la verdad” (Ro. 2:20). Esto significa que dicen, pero no hacen.

No olvidemos que en el tiempo del fin habrá mucha violencia, mucha angustia y el amor se enfriará. Por eso, Pablo dijo a los de Corinto: “El amor nunca deja de ser; pero las profecías se acabarán, y cesarán las lenguas, y la ciencia acabará” (1 Co. 13:8).

         Si tienes grado académico, ¿cuánto amor a Dios y al prójimo tienes?,  ¿Aprendiste a negarte para llevar la cruz? La verdad es que sin el Espíritu de Dios nada somos y nada podemos hacer.

Leamos y entendamos: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho (…) a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo Espíritu” (1 Co. 12:7-9).

Finaliza la carta del apóstol Pablo a Timoteo, diciendo: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia…” (1 Ti. 6:20).

Recordemos que Dios nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto, no de la letra (ciencia, conocimiento), sino del Espíritu, porque la letra mata, pero el Espíritu da vida. Por eso, el Señor juzgará así: “Y pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces el Rey dirá a los de su derecha: Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo (…) Entonces dirá también a los de la izquierda: Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles” (Mt. 25:33-41).

         Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Que Dios te bendiga. Amén.