En los hogares de las familias que tenemos el conocimiento de Dios, no debemos olvidar que estamos en un periodo de prueba, así como el pueblo de Israel estuvo, después de salir de la cautividad de 400 años bajo la esclavitud de Egipto. Pasó 40 años en el desierto, en donde fue probada su fe y su amor a Dios, para así llegar a la tierra que fluye leche y miel. Así, Dios tiene a su iglesia en el mundo en un periodo corto, dándonos la palabra y su Santo Espíritu para vivir en unidad, en comunión, como un cuerpo donde Jesucristo es la cabeza, diciéndonos: “Instruye al niño en su camino, Y aun cuando fuere viejo no se apartará de  él” (Pr. 22:6).

Esto lo deben entender, practicar y enseñar, los padres y los abuelos a los infantes con la conducta, especialmente en casa. Los adolescentes y jóvenes tienen como tropiezo la formación escolar o académica, donde la enseñanza es para la vida temporal y terrenal; ignorando que Jesucristo dice: “…Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6).

Dios le dice a Israel, después de sacarlo de la esclavitud en Egipto: “Mirad, yo os he enseñado estatutos y decretos, como Jehová mi Dios me mandó, para que hagáis así en medio de la tierra en la cual entráis para tomar posesión de ella. Guardadlos, pues, y ponedlos por obra; porque esta es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia ante los ojos de los pueblos, los cuales oirán todos estos estatutos, y dirán: Ciertamente pueblo sabio y entendido, nación grande es esta. Porque ¿qué nación grande hay que tenga dioses tan cercanos a ellos como lo está Jehová nuestro Dios en todo cuanto le pedimos? Y ¿qué nación grande hay que tenga estatutos y juicios justos como es toda esta ley que yo pongo hoy delante de vosotros? Por tanto, guárdate, y guarda tu alma con diligencia, para que no te olvides de las cosas que tus ojos han visto, ni se aparten de tu corazón todos los días de tu vida; antes bien, las enseñarás a tus hijos, y a los hijos de tus hijos” (Dt. 4:5-9).

Dios no cambia ni su palabra. Lo que dijo a Israel, Jesucristo lo hizo extensivo a su iglesia. Por eso, lo que se hizo y se dijo para Israel, hoy se debe aplicar con más intensidad. No olvidemos que la astucia del enemigo de Dios, Satanás, prevalece por medio de la ciencia de bien y mal que se está multiplicando como señal del tiempo del fin, leamos: “Pero tú, Daniel, cierra las palabras y sella el libro hasta el tiempo del fin. Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará(Dn. 12:4).

          El fin se aproxima porque la fe se está debilitando y el amor se está enfriando. Las Escrituras dicen: “He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá” (Hab. 2:4). Pablo le escribe al joven Timoteo, quien recibió la enseñanza en su hogar de su abuela y de su madre, diciendo: “Oh Timoteo, guarda lo que se te ha encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando algunos, se desviaron de la fe…” (1 Ti. 6:20-21). Roguemos a Dios entender la palabra para no conformarnos a los del mundo.

Hermanos, pidamos a Dios su sabiduría y su inteligencia para formar a los niños y guiar a la juventud. La palabra nos dice: “¿De qué sirve al hombre ganar el mundo y perder su alma?” Jesús, después de resucitado dijo: “…y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lc. 24:47). Al decir Jerusalén, nos da a entender que prediquemos en lo cercano. Quizás debamos empezar en la casa, para luego ir extendiéndonos a los vecinos, hasta llegar a lo último de la tierra. Esto, mediante su gracia y misericordia que nos hace conciencia para arrepentirnos. Y pidamos continuamente que el Espíritu Santo sea renovado en nosotros, porque escrito está: “sin mí nada podéis hacer”.

Es importante el testimonio para que nuestra familia, especialmente los niños, sea ministrada por nuestra conducta viviendo por fe. El Señor nos dice: “En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo”. No olvidemos que si amamos a Dios, todo lo que pase en nuestra vida, el Señor lo permite con el propósito de medir nuestra fe. La palabra nos habla: “El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn.  2:4-6).

Entendamos: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Jn. 15:13-15).

          Los mandamientos, el Señor Jesús los resume así: “…Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente.  Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mt. 22:37-39). El prójimo está en tu hogar. Y si empezamos allí, podremos extendernos  también hasta lo último de la tierra. Amén.