Cada día, mediante crece el materialismo e intelectualismo dentro del ir y venir de los afanados hombres, la idea de un Dios soberano, omnipotente, omnisciente, justo, bueno, misericordioso y humilde, progresivamente se vuelve una idea absurda y fugaz. Esto quedará como una mera opción para los ignorantes, inútiles, miserables, pobres, incapaces, conformistas y “los que se lo tragan todo”.

Entonces los audaces, intrépidos, inteligentes, exitosos y sabiondos de esta generación, por la soberbia de su corazón no aceptan autoridad ni asesoría para su supervivencia. Además, consideran que el aceptar la ayuda divina conlleva también un compromiso y responsabilidad dentro del cumplimiento de los cánones morales y espirituales. Y un orden de sujeción, disciplina y aun castigo, al infringir los mismos. Por ello, como resumen y consecuencia, sus propias decisiones los llevan hacia un juicio final

El hombre no acepta un juicio final, porque en la vanidad de su mente egocéntrica sólo quiere: “placer sin compromiso”, “derechos sin obligaciones” y “cosechar sin sembrar”. Así como al final tomar, siendo hombre, el lugar de Dios. Esta idea perversa y satánica fue dictada desde el inicio de los tiempos, leamos: “…sino que sabe Dios que el día que comáis de él, serán abiertos vuestros ojos, y seréis como Dios, sabiendo el bien y el mal” (Gn. 3:5). Este es el inicio para el hombre de una nueva carrera de “independencia”, basada en la ciencia y la filosofía. Utilizando como pilar principal el materialismo y raciocinio humano y personal. Y a ello le denomina “libertad”.

Sin embargo, el precio de esa supuesta libertad sería en adelante, la separación de la fuente de toda existencia y vida. Ya que Dios es el único que sustenta su misma creación. De allí el cumplimiento de la advertencia inicial, que era al final la muerte o separación del creador, leamos: “Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto podrás comer; mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás” (Gn. 2:16-17). En este pasaje vemos cómo se establece una advertencia y un juicio. Y es allí en donde “no se acepta el juicio”, ante la obsesiva idea absolutista.

El hombre, ya condenado, se convierte en fugitivo de las leyes. Y con esto evade el juicio y sigue pecando y pecando, “en la vanidad de su mente”. Cometiendo pecados aberrantes, que incluyen la pérdida de la misma identidad sexual, corriendo la carrera del existencialismo absoluto. Dios tiene que enviar un juicio a los hombres desde la antigüedad, mediante “un diluvio universal”, leamos: “Dijo, pues, Dios a Noé: He decidido el fin de todo ser, porque la tierra está llena de violencia a causa de ellos; y he aquí que yo los destruiré con la tierra” (Gn. 6:13).

A pesar de que el juicio era inminente, es Dios mismo el que da una única oportunidad, la cual era mediante la prédica de su siervo para poder entrar al arca. Esa era la única salida. Sin embargo, siendo los hombres burladores y contumaces, cerraron ellos mismos su oportunidad, porque querían seguir pecando. Dios cierra el capítulo de un juicio por agua, para dar una nueva oportunidad, siempre mediante la prédica, para poder entrar a una nueva arca. Mediante la humildad, entrega y reconociendo a la autoridad divina.

Entonces, la prédica es el evangelismo para el mundo entero. Y el arca segura es Jesucristo, quien nuevamente abre sus puertas al que quiera entrar. Pero advierte que el juicio final ya no será con agua, sino con destrucción y fuego; y que habrá de venir a los que no entren. La historia se repite. Y nadie, aunque huya bajo el intelectualismo y la razón, podrá evadir el juicio.

La degradación y degeneración de valores es afirmada por dos parámetros ya advertidos en las Escrituras, así: “…Muchos correrán de aquí para allá, y la ciencia se aumentará” (Dn. 12:4). Estamos hablando de los últimos tiempos y vemos cómo esto se cumple fielmente. En 1,789 se marca una definitiva etapa en la historia, en la lucha de “La Revolución Francesa”. En donde se plantea la desigualdad política, social y económica. Y esto atrajo a prosperar, en cuanto a los derechos humanos o de los hombres, no el de Dios.

Sin embargo, el verdadero trasfondo era que mediante el absolutismo monárquico, por injusticia de la religión cristiana imperante, había que sacar a los religiosos y todo aquel que creyera en Dios. Las iglesias, templos, Biblias, objetos y símbolos de culto, fueron arrasados y quemados. Y muchos hombres, llevados a la tortura y la muerte. Había que darle una forma y motivación al nuevo proyecto e inicia la carrera del cientificismo y la razón. “Todo tiene una explicación científica”. ¡Dios, entonces, no existe!

Nacen, entonces, los hombres sabios que todo lo saben y argumentan, quedando la fe cristiana anulada o sólo para los pobres e ignorantes. Por eso dice la palabra: “…y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará” (Mt. 24:12). Ya no hay amor y ya no hay fe. Cada vez hay más maldad y egoísmo. El placer y la autoestima han rebasado a lo excéntrico. Entonces, ahora el juicio nuevamente y ya anunciado, es más que inminente, leamos: “Como fue en los días de Noé, así también será en los días del Hijo del Hombre. Comían, bebían, se casaban y se daban en casamiento, hasta el día en que entró Noé en el arca, y vino el diluvio y los destruyó a todos” (Lc. 17:26-27).

Amado hermano y humanidad entera, oigamos al mensaje de la locura del evangelio de Jesucristo. Entremos al arca, la puerta aún permanece abierta. No se trata de religiones, sino de participar del espíritu de la profecía en el cumplimiento de los tiempos. Porque aunque hemos desechado quizás la idea de un juicio final, éste está a las puertas. Ánimo y adelante fieles. Maranata, Cristo viene. Amén y Amén.