Al hablar de celos hemos de considerar cada uno de los extremos, en cada actitud humana. Y en este caso, los celos naturales y controlados forman parte de una conducta normal, hasta cierto punto. Y tal vez, como mecanismos de sobrevivencia, al proteger nuestros bienes, valores y todo aquello que amamos y no queremos perder al ver algún riesgo inminente. Y dentro de lo más sano, pensemos en un sentimiento de cuidar y atender como una actitud protectora.

Hasta aquí y con alguna causa justificada, vamos muy bien. Sin embargo, si dentro de nuestro contexto o circunstancia hay influencias externas que alimenten y retroalimenten la duda, con pruebas contundentes o malicias y aun perversidad, estamos entonces a las puertas de una condición patológica. Y esto habrá de progresar a la inquietud, avanzando a la ansiedad, el miedo y la obsesión en grados variables, manifestándose en cuadros hasta paranoicos (delirios de persecución extrema).

En esta condición abundan las ideas, fantasías y creencias sospechosas de todo y todos. Observando muchas inseguridades y baja estima, que provocan infelicidad personal y de los que les rodean. Es lamentable, pero una sola semilla aislada de malicia, puede evolucionar trágicamente en la vida de cualquier ser humano. Abriendo la puerta a una serie de riesgos y procesos espirituales, que podrían llegar hasta verdaderas posesiones de demonios, los cuales han de tomar el control total de nuestra conducta y actitudes. Siendo la violencia, uno de los más evidentes efectos que emergen de una manera “involuntaria”.

El apóstol Pablo, al ver actitudes de este tipo en algunos en Corinto, se refiere así: “De manera que yo, hermanos, no pude hablaros como a espirituales, sino como a carnales, como a niños en Cristo. Os di a beber leche, y no vianda; porque aún no erais capaces, ni sois capaces todavía, porque aún sois carnales; pues habiendo entre vosotros CELOS, contiendas y disensiones, ¿no sois carnales, y andáis como hombres?” (1 Co. 3:1-3).

Por otro lado, el apóstol Santiago habla de los celos amargos como algo diabólico, al expresarse así: “Pero si tenéis CELOS AMARGOS y contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad; porque esta sabiduría no es la que desciende de lo alto, sino terrenal, animal, DIABÓLICA. Porque donde hay CELOS y contención, allí hay perturbación y toda obra perversa” (Stg. 3:14-16).

A la luz de la palabra podemos analizar que el origen de los celos amargos o degenerados, no proviene de Dios ni de su Espíritu, sino de una degeneración espiritual progresiva, hasta la misma posesión de demonios. Y en ese estado se pueden cometer grandes errores con efectos fatales, que incluyen la agresión y la violencia, hasta el crimen pasional. Sólo en Guatemala, de enero a mayo del 2022, fueron asesinadas 376 mujeres. En su mayoría fueron crímenes inducidos por celos o pasiones, así como violencia intrafamiliar.

Los celos se dan principalmente entre parejas. Sin embargo, los hay también en la lucha de poderes, privilegios y posiciones. Ya que al final, como hemos visto, esto es un fenómeno espiritual manejado mediante la influencia del maligno. Y es allí en donde, conociendo los orígenes, nosotros como hijos de Dios debemos renunciar a esta pasión baja, a la luz de la palabra. Y en una actitud humilde, arrepentida y de perdón, entrar a la única forma de vencer desde la perspectiva divina.

La palabra de Dios nos da un nuevo entendimiento de la verdadera sabiduría que viene del conocimiento del altísimo, leamos: “Pero la sabiduría que es de lo alto es primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía. Y el fruto de justicia se siembra en paz para los que hacen la paz” (Vs. 17-18).

Mi querido hermano y amigo lector, creo que la palabra siempre nos guiará a la verdad y a la activación de la conciencia. Y mediante ella, nos habremos de ubicar en nuestra misma realidad o enfermedad del alma, como lo son los celos amargos. En nuestra convivencia de pareja, o de relación de hermanos, o iglesia, seamos prudentes. No demos ocasión al diablo, poniéndonos en riesgos innecesarios, jugando con fuego, o juegos peligrosos, o morbosos, que despierten la duda o la malicia.

Actualmente, mediante la tecnología y las redes sociales, somos provocados a la comunicación a distancia y a relaciones sentimentales concupiscentes de antiguas relaciones o amistades. Todo esto puede ser muy peligroso, y a su vez el maligno puede utilizar esto para destruir hogares, matrimonios, amistades, mediante argumentaciones que, aunque virtuales, puedan acertar en destrucción y pérdida de la comunión con Dios mismo y nuestro prójimo.

Este tema, aparentemente no muy espiritual, es eminentemente práctico. Y sí, muy espiritual en nuestro desenvolver cotidiano. Ya que en su momento puede ser nuestro propio mal o experiencia personal y un verdadero estorbo y acoso del alma, para mantener pura la comunicación con nuestro buen Dios. Ya que en esa “pesadilla de los celos”, será imposible orar, servir, dar buen testimonio; y en algunos casos hasta la pérdida de la paz y la salud moral y física.

Seamos realmente felices y sigamos adelante hacia la perfección y en la libertad en la cual Cristo nos ha llamado. Que Dios te bendiga. Así sea. Amén y Amén.