¿Qué Significa Perseverar?

9 septiembre, 2025

“Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; más el que persevere hasta el fin, este será salvo” (Mt. 10:22). ¿Qué significa la palabra perseverar? Del latín «perseverare», significa: «mantenerse firme o permanecer inflexiblemente en algo, lo cual implica una persistencia constante ante las dificultades; en otras palabras, continuar con un propósito definido una obra o actitud con constancia y tenacidad, a pesar de los obstáculos o distracciones».

Para entender más ampliamente el significado de esta palabra, por cierto, muy importante en nuestra común fe, agrego lo siguiente: en el griego, la palabra equivalente es: «Hupomeno». Y significa: morar bajo (Hupo); que quiere decir: quedarse en un lugar, no abandonarlo. Mantenerse en pie en el conflicto, sobreponerse a la adversidad, no desplomarse bajo la tensión, estar firme, perseverar bajo presión, esperar calmado y valientemente.

Esta palabra, en la vida práctica del cristiano, encierra muchos valores que le dan cuerpo y un valor incalculable, como lo es: «la fe inquebrantable», en este caso específico en Dios y su Hijo Jesucristo. La palabra dice: “…al que cree todo le es posible” (Mr. 9:23). Todo aquel que cree de todo corazón, de todo se abstiene; considera las cosas del mundo como pasajeras, temporales y su corazón se abstiene de depender de ellas.

Adecuando su vida a la obediencia a Dios, leamos: “Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Jn. 2:16-17). El gran obstáculo para todo creyente que quiere ser fiel a Dios es el mundo, y todo lo que hay en él.

El principal vínculo poderoso que me liga con el mundo es mi propia carne; y esta lucha se mantiene mientras yo viva sobre esta tierra. Es una batalla diaria, de vida o muerte, contra huestes espirituales de maldad, a las cuales hay que resistir con firmeza y dedicación, como Jesús, nuestro Señor, lo hizo. Él sintió la debilidad humana, pero nunca claudicó en su batalla contra el mal.

Otro valor de la perseverancia es: «la esperanza», virtud que está íntimamente ligada a la fe, como dice el apóstol Pablo: “Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve (…) Conforme a la fe murieron todos estos sin haber recibido lo prometido, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra” (He. 11:1 y 13).

La esperanza, mi amado lector, es un estado de ánimo muy especial que surge cuando consideramos alcanzable, por medio de la fe en Cristo, lo que se desea. Cristo nos ha prometido muchísimas cosas, tales como: vencer el pecado, la presencia del Espíritu Santo de Dios en nosotros y con nosotros, resucitar con cuerpos glorificados, una morada en los cielos, entrada al lugar santísimo, vida eterna, cielos nuevos y tierra nueva, ser partícipes de la naturaleza divina, etc.

Algunas de estas promesas ya las disfrutamos, en medio de adversidades y encarnizadas batallas contra Satanás. Y otras, alimentan nuestra esperanza de que se van a cumplir, tal y como han sido prometidas por Dios. Las miramos de lejos, por medio de la fe. Estamos convencidos de que nuestros hermanos que se nos han adelantado, los veremos una vez más en el paraíso de Dios y los saludaremos de lejos. Lo creemos de todo corazón. Así como también seremos habitantes del cielo nuevo y tierra nueva. Y seremos testigos presenciales de la gloriosa ciudad de Sion.

Esta esperanza está fundamentada en el amor de Dios derramado en nuestro corazón por su Santo Espíritu. Y esto no nos avergüenza ante la mirada crítica de los incrédulos, porque Dios es fiel. No es una ilusión, no es un mero sentimiento optimista, sino una profunda certeza y convicción en Dios y su Hijo Jesucristo, quien venció la muerte, resucitando al tercer día de

ser sepultado.

Otro valor importante que le da cuerpo a nuestra perseverancia es: «el amor de Dios», leamos: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Jn. 3:16). Esto, mi amado hermano, no es filosofía religiosa sino un hecho real e histórico. Dios ha mostrado de la manera más impresionante, el inmenso amor que le tiene a la humanidad. Un amor incomprendido y menospreciado por la mayoría de la raza humana.

Esa maravillosa actitud de Dios hacia nosotros los hombres, llevó al apóstol Pablo a escribir: “¿Qué más podremos decir? ¡Que, si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar contra nosotros! (Ro. 8:31 DHH). Ante semejante afirmación no hay excusa para bajar la guardia en nuestra lucha espiritual y material. Es la chispa que enciende nuestro fervor por este bendito camino de la salvación, permaneciendo de pie, por el poder de su Santo Espíritu proseguimos firmes en su nombre.

Y esto nos lleva a pensar que: “El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?(V. 32). ¡Bendito sea Dios! No desmayes en medio de la prueba. Sigue firme, perseverante, creyendo en el Señor; porque a su tiempo verás su mano de poder.

Dios guardará nuestro deposito sin caída, hasta la aparición de su Hijo Jesucristo. Ruego para que perseveremos hasta el final. Que Dios te bendiga y te sostenga firme. Amén