Pidamos a Dios que nos dé su Espíritu Santo para entender la palabra que recibimos y discernir a los predicadores que están de moda por tener un mensaje liviano. ¿Y qué decir de la maldad, de la injusticia? Damos gracias a Dios porque el amor de Dios echa fuera el temor.
¿Qué justicia experimentamos en el mundo? Es cierto que hay leyes, hay jueces, pero no hay conciencia; la palabra dice: “Como está escrito: No hay justo ni aun uno” (Ro. 3:10).
El Señor dice: “Y muchos falsos profetas se levantarán, y engañarán a muchos; y por haberse multiplicado la maldad, el amor de muchos se enfriará. Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Y será predicado este evangelio del reino en todo el mundo…” (Mt. 24:11-14). Engañadores hay, otros se están preparando. La maldad se incrementa, el amor de muchos se está enfriando. La iglesia está perdiendo la fe. Dios llamó a esto, tibieza; al no oír la palabra que al recibirla da fruto, por ello vemos a muchos en la iglesia, pero ¿cuántos son escogidos? Algunos que oyen con gozo, pero no permanecen. Son temporales, porque en la tribulación o persecución por la palabra tropiezan. Otros oyen, pero los afanes de este siglo, el engaño de las riquezas y las codicias necias de otras cosas ahogan la palabra y no da fruto. Dios espera que sus hijos demos fruto. Léase: “Y éstos son los que fueron sembrados en buena tierra: los que oyen la palabra y la reciben, y dan fruto a treinta, a sesenta, y a ciento por uno” (Mr. 4:20).
El afán se da cuando no conocemos a Dios, no valoramos el sacrificio de Cristo. Por el amor a las riquezas materiales y terrenales, que son engañosas y temporales. Esto indica la falta de doctrina y el menosprecio que en el hogar se le da a Dios. La guianza sabia dice: “Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre…” (Pr. 1:8). Entendamos lo que el Señor espera de su pueblo: “…y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia (…) preparado para toda buena obra”(2Ti. 3:15-17). La buena obra es real cuando aceptamos y servimos. Si practicamos en casa la sana doctrina los hijos nos seguirán, servirán a Dios y se salvarán de esta generación maligna y perversa. Si buscamos a Dios no sólo el día de servicio, sino que todos los días, en comunión con Dios y con la familia, obtendremos el conocimiento de la verdad e inteligencia para salir al mundo y vencer. “Si clamares a la inteligencia, y a la prudencia dieres tu voz; si como a la plata la buscares, y la escudriñares como a tesoros, entonces entenderás el temor de Jehová y hallarás el conocimiento de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, y de su boca viene el conocimiento y la inteligencia” (Pr. 2:3-6). Para conocer más sobre el valor del conocimiento de Dios, el profeta Jeremías declaró: “Mas alábese en esto el que se hubiere de alabar: en entenderme y conocerme, que yo soy Jehová, que hago misericordia, juicio y justicia en la tierra; porque estas cosas quiero, dice Jehová” (Jer. 9:24). Gracias Señor y Dios por darnos el privilegio de conocer tu amor, tu grandeza y tu poder, sin gastos o afanes como se da en el mundo.
Pablo escribe a los de Éfeso: “Y él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores, y maestros, a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error, sino que siguiendo la verdad en amor, crezcamos en todo en aquel que es la cabeza, esto es, Cristo” (Ef. 4:11-15).
Para conocer el amor de Dios y nuestro servicio a él, tenemos al primer mártir llamado con otros seis más para ayudar a los apóstoles en el servicio de los pobres, leamos Hechos 6:1-7. Él se identificó por tener fe y ser lleno del Espíritu Santo. Por su ministerio los judíos le acusaron falsamente y cuando mostró su testimonio, y declaró que veía a Cristo, lo sacaron de la ciudad apedreándolo. En ese momento de crisis manifestó el Espíritu de Cristo, pidiendo que Dios perdonara a los enemigos, leamos esto en Hechos 7:55-68.
Dios tiene a su pueblo para hacer su obra, predestinándonos, llamándonos y justificándonos, para ser glorificados (Ro. 8:30), si no somos engañados. Dejando el mundo para anunciar el evangelio, esperando su venida. Dios ayúdanos a entender que en el mundo seremos aborrecidos, danos el amor para perseverar hasta el fin. Amén.