Mis muy amados lectores y hermanos en la fe: en esta oportunidad Dios, mediante su Espíritu Santo, quiere darnos una visión clara al respecto de las más perversas ataduras del alma, que, sin lugar a dudas, son de creación e iniciativa satánica. Y es que, este ser perverso presentó desde el inicio de la humanidad, al hombre, la alternativa de la desobediencia a Dios y sus principios. Logró también establecer en la mente humana, la debilidad de acceder a cualquier cosa propuesta, mediante el estímulo continuo a sus sentidos de percepción del medio (vista, oído, olfato, tacto y gusto), logrando influenciarlo y convencerlo respecto a la posibilidad de transgredir las leyes de Dios “sin que tuviera consecuencias”.
Eva fue convencida primero y luego ella trasladó su vivencia, impactada por el placer extremo alcanzado al comer del «fruto prohibido», llámese concupiscencia o ciencia del bien y del mal. Y así también, persistentemente estimuló a su marido para que siguiera la misma ruta formulada por Satanás. Y cuando el hombre, genéricamente hablando, prueba de “las delicias del pecado”, su cuerpo biológico reacciona con la producción de «endorfinas» (sustancias hormonales que produce el cerebro, que generan un efecto de placer y bienestar real y palpable).
Ante este extraordinario estímulo: ¿Quién no quiere volver a sentir lo mismo, una y otra vez, hasta que se vuelve dependiente de aquello que le gustó y que le proporciona pequeños o grandes espacios de placer, bienestar y aparente libertad? Estas dependencias van desde pequeños hábitos, costumbres, o una verdadera necesidad, al extremo de vicios, adicciones y aberraciones. Constituyéndose en verdaderos estilos de vida que atienden y complacen únicamente el área humana, biológica, carnal y aun psicológica.
Esto crea una mente ansiosa y condicionada a un círculo creciente del placer. Y todo esto genera aún más la producción de «dopamina, serotonina, oxitocina» (hormonas de la felicidad), y a su vez, éstas van y retroalimentan la necesidad de más y más satisfactores o estimulantes externos. Y no hay límites para la búsqueda del placer, sin importar las consecuencias personales y a sus congéneres.
Si analizamos estos principios, podemos entender la necesidad de más y más estimulantes del placer que tengamos; y la exigencia que vuelve en una adicción con afección total, perdiendo el discernimiento y aún el razonamiento, hasta el sentido común, dejando al margen toda oportunidad para la piedad, la formación y el crecimiento de nuestra alma, alejándonos totalmente de Dios mismo y de sus leyes. No hay escape por sí mismo para salir adelante, porque estas sí son verdaderas cadenas y ataduras, como cerrojos de esclavitud de origen espiritual, manipuladas por Satanás y sus demonios.
Leamos: “Se inclinarán hacia ti los que te vean, te contemplarán diciendo: “¿Es éste aquel varón que hacía temblar la tierra, que trastornaba los reinos; que puso el mundo como un desierto, que asoló sus ciudades, que a sus presos nunca abrió la cárcel?” (Is. 14:16-17). Este es el diablo, aquel ser que supo esclavizar con sus estrategias a todos los hombres, haciéndolos adictos del placer y esclavos e idolatras de sí mismos. Así dejamos de ver el derecho, la vida y la necesidad de alguien más, para vivir únicamente para sí, en sus propias estructuras materialistas. Esto es global, leamos: “…y el mundo entero está bajo el maligno” (1 Jn. 5:19).
Si vamos ahora a lo práctico de este análisis, podemos ubicarnos en cualquier estímulo sensorial. Y se dice, dentro de los pedagogos y educadores, que el mejor aprendizaje es en el que intervienen para su recepción, más cantidad de sentidos y señales sensoriales. De allí, que podemos ver cómo a través de los tiempos, las provocaciones al placer son cada día más intensas, directas y desnudas. Y el marketing se vuelve más y más profesional, profundizando, mediante la mente, el alma misma.
Se incluyen verdaderas vivencias y fantasías, que abarcan desde lo más elemental como la «gourmet concupiscencia», pasando por artes, deportes, viajes, aventuras extremas, lugares paradisiacos, ilusionismo sexual mediante la pornografía, el bestialismo hasta infantil, drogas, estimulantes desde alcohol y barbitúricos, hasta alucinógenos, los cuales se presentan como la mejor alternativa y como válvulas emocionales de escape, al extremo de inducciones al mismo suicidio, como una salida placentera a sus problemas y dificultades.
Y como un verdadero “hit satánico” el internet (red de informática mundial, con computadoras interconectadas para hacer común la información al mundo entero, «redes interconectadas»), que, mediante estímulos nunca vistos, llega aun por satélites a las comunidades más remotas. Encarcelando y atando a toda la humanidad en la más grande red de logros sociales de pecado y muerte. En una mezcla entre bien y mal, aunque al final llegará a un fracaso global. Es claro que esto nadie lo puede detener. Pero es parte de un componente apocalíptico definido por Dios, que los escogidos o iglesia ya no veremos, porque hemos vencido, renunciado al mundo y sus proyectos de placer.
Concluyo, en que todos hoy o en algún momento de nuestra vida hemos sido esclavos de semejantes prisiones, como las descritas o aún mayores. Y que no hay fuerza humana, aun la más poderosa, capaz de sacarnos de estas perversas aberraciones espirituales. Y para eso vino Jesucristo, leamos: “…porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel…” (Is. 61:1).
Gracias bendito Dios por Jesucristo, quien en propiciación por nuestra culpa y por la fe en que él es la única fuente de liberación, hoy limpiamos nuestra mente y como consecuencia nuestro corazón, sabiendo plenamente que somos almas libres de la condenación eterna, dada a los transgresores que no aceptaron este mensaje. Así sea. Amén y Amén.