“Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor” (2 Ti. 2:22). La pasión es un sentimiento que lleva al hombre a extremos de descontrol personal de su ánimo. Del griego «pathema», significa: “un sufrimiento o emoción pasiva”. Generalmente hay un sufrimiento mental, una perturbación del estado anímico y mental; es un deseo lleno de pasión, valga la redundancia. Esto puede ser aplicado tanto para deseos buenos como para deseos malos.
En la Biblia, particularmente se refiere a estos últimos, los malos deseos, o como los llama el apóstol Pablo: “Porque mientras estábamos en la carne, las pasiones pecaminosas que eran por la ley obraban en nuestros miembros llevando fruto para muerte” (Ro. 7:5). No es cualquier cosa, es una perturbación que quita la paz y te sumerge en un mundo de esclavitud y opresión. Nadie está libre de padecer esta enfermedad mental y espiritual.
Cuando la persona que lo padece es exhortada sobre determinada pasión hacia algo o a alguien, generalmente sus reacciones son de arrebato e ira, y muchas veces acompañada de violencia. Y lo más terrible es que nos lleva a dar frutos de muerte, como lo llama el apóstol Pablo. En otras palabras, acciones que nos condenan delante de Dios y quedamos sujetos a la condenación eterna por el pecado.
Este diabólico apetito vehemente, me induce a verdaderas prisiones tan sutiles, que al principio no parece tan malo, pero va ganando terreno en mi vida hasta alcanzar una verdadera invasión en todo mi ser, afectando mi carne, mi mente y mi corazón. Dice la palabra de Dios: “Todas las cosas me son lícitas, mas no todas convienen; todas las cosas me son lícitas, mas yo no me dejaré dominar de ninguna” (1 Co. 6:12).
Las pasiones pecaminosas están inherentes en tu naturaleza carnal y en cualquier momento pueden cautivarte mientras estés sin Cristo Jesús en tu vida. Debemos entender que estamos indefensos ante ese mal diabólico que trata de dominarnos. Todo es lícito o todo está a nuestro alcance, pero debemos ser lo suficientemente sabios, espiritualmente hablando, para no permitir que algo o alguien se vuelva un verdugo que oprima mi vida.
Razón tiene el Señor al decirnos en su palabra: ¡Huye de las pasiones! Ellas te debilitan y te dejan a merced de Satanás y sus demonios. No sé cuál pueda ser tu pasión, son tan diversas, tales como: una mujer o un hombre, un deporte, un negocio, un juego, las apuestas, la pornografía, la comida, el dinero, las redes sociales, la música, el sexo, etc. Son verdaderos poderes que te someten a la voluntad del diablo, leamos: “Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Jn. 8:34).
Esta es palabra de Dios y no de hombre. Son principios fundamentales que todo creyente debe estimar y valorar. Son palabras textuales del mismo Señor Jesucristo y de advertencia para la humanidad. Toda pasión te llevará al pecado y automáticamente a la condenación. Y dijo el mismo Señor Jesús: “El que tiene oídos para oír, oiga” (Mt. 13:9). También dice la palabra de Dios: “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis, sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Ro. 6:16).
No cabe la menor duda que la pasión es un instrumento poderoso en las manos de Satanás, con el cual ha destruido, o casi destruido, a muchísimos hombres, incluyendo grandes hombres de Dios. La pasión no perdona, es letal y tremendamente fuerte. La Biblia cuenta casos como el del gran rey David, quien se apasionó por Betsabé, y luego fue arrastrado a planificar la muerte de Urías heteo, el esposo de Betsabé, para quedarse con ella. Increíble pero cierto, léase 2 Samuel 11:1-27.
También tenemos el caso del rey Salomón, el gran proverbista de Israel, cuyo corazón fue arrastrado por el amor a las mujeres, las cuales alejaron su corazón de la presencia de Dios, léase 1 Reyes 11:1-8. Asimismo, está el caso de uno de los jueces de Israel, el gran Sansón, un hombre que con la fuerza que le daba el poder de Dios, había sometido a los filisteos, librando de esta manera al pueblo de Israel. Pero se enamoró de una mujer astuta llamada Dalila, la cual lo sedujo hasta que descubrió la fuente de su poder y “fue reducida su alma a mortal angustia”, léase Jueces 16:4-22.
En fin, así podríamos encontrar muchos otros casos. La palabra de Dios no esconde los fracasos de los que le buscan o forman parte de su pueblo, ya que como lo dice el apóstol Pablo: “Y estas cosas les acontecieron como ejemplo, y están escritas para amonestarnos a nosotros, a quienes han alcanzado los fines de los siglos. Así que, el que piensa estar firme, mire que no caiga” (1 Co. 10:12).
Mi amado hermano en Cristo Jesús: Huye de las pasiones, porque son verdaderas prisiones satánicas. Y recuerda que Dios nos ha dado un Espíritu de poder y dominio propio. No te dejes dominar por nada. Se libre mediante la presencia poderosa del Espíritu Santo de Dios en tu vida. Busca la unción de Dios y llénate de ella, para que seas fiel hasta la muerte. Que Dios te bendiga, te sostenga y te fortalezca hoy y siempre. Amén.