“La importancia de congregarnos”

26 septiembre, 2025

“Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (He. 10:24-25). Los inicios de la iglesia de Jesucristo sobre este mundo, no se parecen a lo que actualmente vivimos. Fue algo muy modesto y sencillo, pero a la vez poderoso. Sus reuniones, excepto las primeras que tuvo el apóstol Pedro ante millares de gentes, eran en casas de creyentes recién convertidos.

La palabra de Dios, predicada por el Señor Jesús, corría poderosamente y se regaba por todas las direcciones a las cuales huían los creyentes que eran perseguidos, tanto por los judíos como por el imperio romano. Eran verdaderas comunidades de creyentes, que los unía tremendamente la fe, el amor, el dolor del sufrimiento por Cristo, el celo por la palabra de Dios, la empatía espiritual hacia sus hermanos, etc. Todos eran de un mismo sentir y perseveraban unánimes juntos, compartiendo sus vidas y sus bienes.

No construían edificios para reunirse, lo hacían en la sencillez de sus casas, leamos: “Saludad a Priscila y a Aquila, mis colaboradores en Cristo Jesús, que expusieron su vida por mí; a los cuales no solo yo doy gracias, sino todas las iglesias de los gentiles. Saludad también a la iglesia de su casa (…) Saludad a los de la casa de Aristóbulo. Saludad a Herodión, mi pariente.  Saludad a los de la casa de Narciso, los cuales están en el Señor…” (Ro. 16:3-5 y 10-11). Y así creció la iglesia de Cristo. Es de suma importancia el congregarnos, pues permite perfeccionar una serie de valores espirituales que de otra forma no sería posible.

Desde el año 2020, el mundo fue afectado por la pandemia del COVID. Su efecto fue sentido en todos los países del mundo y esto obligó a las autoridades a tomar medidas preventivas para disminuir, en la medida de lo posible, el contagio. Y una de ellas fue prohibir las reuniones de varias personas en un solo lugar, prohibiendo los cultos religiosos de manera presencial. Esto abrió la puerta a las reuniones virtuales, las cuales fueron un excelente recurso tecnológico para mantener la conexión entre el pueblo creyente. Era necesario, dada las circunstancias sanitarias.

Pero para muchísimos “cristianos” se volvió una manera de evitar asistir presencialmente a los cultos a Dios. Y se empoderó la teoría de que: “no es necesario asistir a la iglesia para adorar a Dios”. Hasta el día de hoy, muchos son fieles a esta afirmación. Pero, mi amado hermano: ¿Por qué es importante congregarnos? Según lo afirma la palabra de Dios: “no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre”.  Y es, por lo siguiente:

  1. Cristo es formado en el corazón de cada creyente, mediante la interacción obligada que se da en una comunidad de hermanos de la fe, leamos: “El hierro se afila con hierro, y el hombre con otro hombre” (Pr. 27:17 DHH). La fe es fortalecida a través del testimonio de otros. El amor es puesto por obra cuando lo demostramos en hechos y en verdad a nuestro prójimo. Mi carácter es moldeado al convivir y compartir en la comunidad de hermanos. Mi paciencia es puesta a prueba al intercambiar mi vida con mis hermanos. Mi humildad y mi mansedumbre se perfeccionan, sólo si son puestas por obra de manera práctica, cuando soy exhortado por actitudes incoherentes al evangelio de Cristo, etc.
  2. La práctica de los dones que Dios da en la iglesia, es para provecho de ella, no para uso egoísta y personal; este no es el sentir de Dios, leamos: “Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho (de la congregación). Porque a este es dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia (…) a otro, fe (…) a otro, dones de sanidades (…) A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a otro, diversos géneros de lenguas (…) Pero todas estas cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él quiere (…) Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular” (1 Co. 12:7-11 y 27).

¿De qué otra forma se podría poner a funcionar todos estos dones imprescindibles para la formación del pueblo de Dios, la iglesia? Sólo en medio de una congregación.

  1. El que ama a la iglesia, ama al que la fundó, a Jesucristo. Es en la convivencia comunitaria en donde podemos demostrar el principal mandamiento del evangelio de Cristo, que dijo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros” (Jn. 13:34-35).

¿Ha entendido el contenido de esta afirmación del Señor Jesús? Cuando tengo amarguras, odios, desprecio, ira y resentimiento, contra cualquiera de mis hermanos, estoy mostrando ese sentimiento perverso hacia el mismo Cristo Jesús. Y dice la Biblia, la palabra de Dios, lo siguiente: “El que no amare al Señor Jesucristo, sea anatema. El Señor viene” (1 Co. 16:22).

Mi querido hermano, deseo que todo lo que hagamos contribuya a la unidad del Espíritu, en el cuerpo espiritual de Cristo que es la iglesia. Por lo tanto, no dejemos de congregarnos, pues el Señor Jesús viene y viene pronto. Que Dios te llene de su Santo Espíritu. Amén y Amén.