El Temor De Dios Es La Sabiduría

15 julio, 2025

El hombre prefiere hablar del amor de Dios y no del temor de Dios. Y como pueblo del Señor, este es un aspecto importante que no podemos ignorar o descuidar. Leamos lo siguiente: “El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; buen entendimiento tienen todos los que practican sus mandamientos; Su loor permanece para siempre” (Sal. 111:10). Este pasaje contiene una verdad profunda. «El principio» significa: el comienzo de algo, lo primero. Una prioridad. El fundamento, la base, la parte esencial y principal de algo.

Esto nos lleva a entender que el temor de Dios es la fuente principal y de mayor sabiduría que el hombre puede desear. Es esa base sobre la cual el creyente debería fundamentar y establecer su conocimiento, para llevarlo a su vida práctica. Dios ayuda al hombre que teme y es sabio en la dirección de su camino. Leamos: “Y dijo al hombre: He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, Y el apartarse del mal, la inteligencia” (Job 28:28).

Ahora definamos el significado de sabiduría. Es el sentido común y la capacidad para afrontar los problemas cotidianos. Es el conocimiento y la competencia de tomar decisiones correctas en el momento oportuno y que demuestran madurez. Además, se relaciona con las destrezas laborales en un enfoque práctico. Estos son conceptos humanos. Pero un principio importante es que el verdadero conocimiento y la sabiduría provienen del temor del Señor. La sabiduría es la capacidad de ver las situaciones, la vida, o las cosas, desde la perspectiva y la voluntad de Dios.

En la palabra encontramos que: “El temor de Jehová es enseñanza de sabiduría; Y a la honra precede la humildad” (Pr. 15:33). El Señor resiste al altivo y da gracia al humilde. Por ello, necesitamos entender que el temor de Dios es el inicio de la sabiduría. Lo que está antes de eso es ignorancia, orgullo e insensatez, cosas que nos arrastran al mal. Por eso Jesús les dice a sus discípulos: “…y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón…” (Mt. 11:29).

Cuando perseveramos en el temor de Dios, podemos llenarnos de la sabiduría que nos permite vivir y andar como agrada a Dios. Esto también nos lleva al trabajo que nos recomiendan las Escrituras, diciendo: “Instruye al niño en su camino…” (Pr. 22:6). Esto se hace en la congregación y se debe continuar en casa, leyendo y escudriñando la palabra. Siendo instruidos con la paciencia y la sabiduría de papá y mamá, quienes estarán cumpliendo el rol de ayuda, así como lo hizo la madre y la abuela del joven Timoteo. Como resultado, Timoteo fue un siervo temeroso de Dios y un colaborador del apóstol Pablo. Como testimonio, se le menciona como coautor de varias cartas.

Dentro de la obra del Señor hay mucha necesidad y esperamos que los hogares de nuestros hermanos, sean verdaderos semilleros de hombres y mujeres de Dios, que puedan ser preparados en el temor y la sabiduría, para trabajar en la extensión del reino en nuevos lugares, o bien para reforzar a las congregaciones en donde hay necesidad. La palabra nos dice: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho. En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos” (Jn. 15:7-8).

El temor de Dios nos enseña, nos prepara y nos forma para andar en la sabiduría divina, viviendo en santidad, justicia y verdad. Y, además, para estar en la voluntad de Dios, que es agradable y perfecta. Leamos: “Por lo cual también nosotros, desde el día que lo oímos, no cesamos de orar por vosotros, y de pedir que seáis llenos del conocimiento de su voluntad en toda sabiduría e inteligencia espiritual, para que andéis como es digno del Señor, agradándole en todo, llevando fruto en toda buena obra, y creciendo en el conocimiento de Dios…” (Col. 1:9-10).

El temor de Dios es ese respeto, reverencia, sumisión y obediencia, que nos ayuda para alejarnos del pecado y sus dolorosas consecuencias. El temor de Dios nos advierte del peligro. Sin el temor de Dios, la vida del hombre se dirige hacia el pecado y el mal, al no tener esa capacidad para distinguir entre el bien y el mal. Sin el temor de Dios es fácil ceder ante la tentación. Por eso, la sabiduría que necesitamos vendrá si estamos en el temor de Dios con el Espíritu Santo, oyendo con fe, recibiendo y entendiendo la palabra.

Debemos tener cuidado de las malas compañías, las conversaciones que no convienen, la influencia astuta y maligna de las redes sociales, las tendencias cuestionables modernas, y toda clase de pecado que se disfrace de la forma más insignificante, pero que al final busca destruir tu alma. La palabra nos aconseja: “El temor de Jehová es aborrecer el mal…” (Pr. 8:13). “Los que amáis a Jehová, aborreced el mal…” (Sal. 97:10). La evidencia de que amo a Dios, es que aborrezco el mal.

Por último, la palabra nos habla de los beneficios que hay en el temor de Dios. Es fuente de paz y seguridad, leamos: “En el temor de Jehová está la fuerte confianza; Y esperanza tendrán sus hijos” (Pr. 14:26). “El temor de Jehová es para vida, Y con él vivirá lleno de reposo el hombre; No será visitado de mal” (Pr. 19:23). Nos ayuda en nuestras peticiones: “Y sabemos que Dios no oye a los pecadores; pero si alguno es temeroso de Dios, y hace su voluntad, a ese oye” (Jn. 9:31). Y podemos encontrar muchos más en las Sagradas Escrituras.

Recordemos el consejo de Salomón: “Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ec. 12:13). Pidamos a Dios tener la sabiduría mediante su palabra. Que Dios les bendiga. Amén.