El 23 y 24 de este mes, Dios nos permitió el retiro general de la familia de los que, para avivar nuestra fe, nos reunimos constantemente buscando la comunión durante la semana, en los campos o en las diferentes iglesias y lugares en Guatemala, El Salvador, Honduras y México. Más las iglesias o campos que se enlazan en los Estados Unidos. Y estuvimos juntos para escuchar en nuestro retiro la palabra de Dios, con el tema: “La unción liga la ley para salvación”.
Por el valor de este tema para la vida del pueblo, el Concejo Pastoral dedicó algunos estudios a los pastores y colaboradores, con el propósito de orientarlos en este tema. Y compartiendo, además, como sub temas: 1.- “La importancia de la ley de Moisés”; 2.- “¿Qué significa la gracia?”; 3.- “La función del Espíritu Santo en la gracia”; y 4.- “¿Qué significa poner la ley en el corazón?”. Previo a escuchar el tema principal, se dio a los pastores un tiempo prudencial para preguntas y respuestas, con el ánimo de transmitir este sentimiento y ampliar o afirmar todo lo relativo a la ley y la gracia.
Con este mismo espíritu, la carta está llevando aspectos de la palabra que permita a nuestra comunidad entender la doctrina que el Señor da al Consejo Pastoral. Para que podamos entender el evangelio en el tiempo del fin y recibir el conocimiento del amor a Dios y al prójimo. Y que luchemos ardientemente por la fe que nos ha sido dada, para no desmayar en nuestra guerra contra el mundo y todos sus males, tal como le sucedió a Israel, estando en Egipto.
El Señor advertía a los judíos que habían creído en él, diciendo: “…Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31-32). Libres de los afanes, del amor al dinero y de las glorias vanas que buscamos cuando por la falta del Espíritu nuestra alma no es recta.
El Señor Jesús nos muestra el inicio de su ministerio con ese poder de la unción que recibió y la visión clara del trabajo a realizar, leamos: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; Me ha enviado a sanar la los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos…” (Lc. 4:18). Todo esto fue profetizado por Isaías (léase Isaías 61:1).
¿Cuál es tu condición? ¿Tienes esa libertad al predicar la palabra? Esto será positivo si hemos recibido la unción. Por eso el Señor nos dice: “sin mí nada podéis hacer”. Recordemos que en el mundo está el maligno, quien busca engañarnos como lo hizo con Adán y Eva. Pero si oímos la palabra y la escudriñamos para servir a Dios y a nuestras familias o compañeros, nos dice el salmista: “Pero tú aumentarás mis fuerzas como las del búfalo; Seré ungido con aceite fresco. Y mirarán mis ojos sobre mis enemigos; Oirán mis oídos de los que se levantaron contra mí, de los malignos” (Sal. 92:10-11).
Sí servimos en la extensión del reino se nos dice: “Pero vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino porque la conocéis, y porque ninguna mentira procede de la verdad. ¿Quién es el mentiroso, sino el que niega que Jesús es el Cristo? Este es anticristo, el que niega al Padre y al Hijo. Todo aquel que niega al Hijo, tampoco tiene al Padre. El que confiesa al Hijo, tiene también al Padre. Lo que habéis oído desde el principio, permanezca en vosotros. Si lo que habéis oído desde el principio permanece en vosotros, también vosotros permaneceréis en el Hijo y en el Padre” (1 Jn. 2:20-24).
El apóstol Juan nos recomienda dar fruto en la vid verdadera, leamos: “Este es mi mandamiento: Que os améis unos a otros, como yo os he amado. Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Jn. 15:12-15).
Amados hermanos: debemos evaluar, examinar, escudriñar y meditar con toda serenidad y responsabilidad; y corregir lo deficiente en nuestra vida diaria. Que la palabra de Dios no caiga como en saco roto, sino mi querido pueblo de Dios: a cambiar lo malo y a perfeccionar lo bueno. Es tiempo de actuar y buscar el poder de la unción. Dios les bendiga. Amén.