«Hijitos, ya es el último tiempo; y según vosotros oísteis que el anticristo viene, así ahora han surgido muchos anticristos; por esto conocemos que es el último tiempo» (1Jn. 2:18).
Mucho se ha hablado y escrito sobre que: “El anticristo” es un personaje enigmático y carismático, lleno de poderes sobre naturales y que hará alarde de ellos, manifestándose a los hombres mediante “prodigios y milagros mentirosos” (léase 2Ts. 2:9). Todo lo hará por obra de Satanás y enfatiza la palabra de Dios, que lo hará con todo “engaño”. Quiere decir que recurre a la falsedad y apariencia para engañar y ganar adeptos, los cuales se convierten en “anticristos”. Estos han recibido en algún momento de su vida el conocimiento de la verdad, pero por diversas razones no perseveran en ella, en esa doctrina que la palabra le llama “el amor de la verdad”, la cual los puede hacer salvos. Ante esta circunstancia de incredulidad e infidelidad hacia Dios, son entregados por él a un espíritu de poder engañoso, para que crean a la mentira del anticristo, convirtiéndose en instrumentos del diablo, para desacreditar la verdad salvadora del evangelio de Jesucristo nuestro Señor. Observe que las Sagradas Escrituras dicen: «Por esto Dios les envía un poder engañoso, para que crean la mentira…» (2Ts. 2:11). El apóstol Juan lo describe de la siguiente forma: «…y este es el espíritu del anticristo, el cual vosotros habéis oído que viene, y que ahora ya está en el mundo» (1Jn. 4:3). El espíritu del anticristo es una poderosa fuerza espiritual que se apodera de las personas y las manipula, estimulando en ellas actos de ira y violencia contra el pueblo santo, contra la iglesia del Señor Jesucristo. Y descargan su violencia murmurando, criticando maliciosamente las acciones de los fieles, muchos llegan a agredir físicamente o tirar piedras a los templos.
Muchos de ellos fueron nuestros compañeros de fe, hermanos en los cuales confiamos y tuvimos comunión con ellos. Compañeros de ministerio, con los cuales compartimos experiencias maravillosas de Dios, iniciamos iglesias, sufrimos persecuciones y agresiones de las cuales nos alegramos de padecer por Jesucristo nuestro salvador. Pero, de repente, su corazón cambió y ese espíritu de poder engañoso se apoderó de ellos y su comportamiento cambió. Sus convicciones se debilitaron, su espíritu cambió (tristemente) y se volvieron “anticristos”, enemigos y adversarios nuestros y de todo aquel que tiene y ama la verdad. Razón tiene el apóstol Juan cuando escribe, inspirado por el Espíritu Santo: «Salieron de nosotros, pero no eran de nosotros; porque si hubiesen sido de nosotros, habrían permanecido con nosotros; pero salieron para que se manifestase que no todos son de nosotros» (1Jn. 2:19). No cabe la menor duda que es imposible evitar que hallan desavenencias entre nosotros, pero el espíritu de amor y humildad de Cristo en su pueblo, nos permitirá dirimir de manera respetuosa y armoniosa esa controversia que se dé. Esto es necesario para practicar la unidad y el nivel de comprensión entre nosotros como pueblo de Dios, ya que somos guiados por el “espíritu de Dios a toda verdad”. Lea lo que dice la palabra de Dios: «Porque es preciso que entre vosotros haya disensiones, para que se hagan manifiestos entre vosotros los que son aprobados» (1Co. 11:19). Entendemos como “disensiones: oposición o contrariedad de varias personas en cuanto a pareceres o propósitos de algo”. Esta práctica de la interrelación que se da en la iglesia es normal y debemos pedirle al Señor, conservar una actitud humilde y serena, y sobre todo espiritual, para que Satanás no se aproveche de esas pequeñas cosas y perturbe nuestra estabilidad en la iglesia. ¡Peleemos por la unidad del espíritu en el vínculo de la paz! Amemos la unidad y no dejemos que suceda como con muchos que estuvieron entre nosotros, ahora son verdaderos anticristos que rechazan la autoridad. ¡Ay de ellos! Porque han seguido el camino de Caín, que por envidia se encendió su corazón contra su hermano Abel y lo mató; recordemos que la Biblia dice que Caín era del mal y Abel era de Dios.
Mi querido hermano, ninguno está libre de ser influenciado por Satanás. El mismo apóstol Pedro, amigo íntimo de Jesús, fue utilizado por Satanás para tentar a Jesús.
¿Quién está libre de esta amenaza? Nadie, mi amado hermano, nadie. No, nos convirtamos en manchas en nuestros ágapes o en estrellas errantes ¡NO! Cristo viene por una iglesia bien unida en santidad y temor a Dios.
«Y a aquel que es poderoso para guardaros sin caída, y presentaros sin mancha delante de su gloria con gran alegría, al único y sabio Dios, nuestro Salvador, sea gloria y majestad, imperio y potencia, ahora y por todos los siglos. Amén» (Jud. 24 y 25).