Dios siempre ha estado con su pueblo. Su cuidado y revelación ha sido de continuo. Su palabra ha llegado a tiempo y fuera de tiempo, dando frutos en toda nuestra congregación, tanto local como internacional. Difundiendo este «nuestro evangelio» de esperanza, salvación y vida eterna. Sin embargo, a los salvos Dios los va agregando; y los demás, de acuerdo a los designios divinos mediante esta labor, quedarán convictos para aquel gran día del Señor, en el cual cada quien será juzgado por sus obras, sean buenas o malas (léase Romanos 2:6).
En este anhelo, tenemos que actualizarnos en cuanto a «la renovación de nuestra mente y nuestro entendimiento». Y vigilar fielmente «el rema de Dios» mediante los acontecimientos proféticos, que son más que evidentes y nos aseguran fielmente el final de los tiempos. Como hijos amados no nos es suficiente saber ni conocer las Escrituras. Es indispensable digerir, asimilar, actuar y ser llenos del Espíritu Santo. Para trasladar de continuo: gracia, amor, misericordia, paciencia, paz, benevolencia, etc. Entregando nuestro corazón, capacidades, recursos, vida en tiempo y dedicación plena.
Cada oveja trae su propia enfermedad, dolor, heridas; han sido lastimadas por el pecado, con grandes secuelas en su alma, manifiestas en reacciones hostiles, llenas de odio y resentimiento social, aun en contra de Dios. Para lograr esa identificación con la necesidad y dolor ajeno, es necesario convivir e intimar con nuestros hermanos. Gozándonos con los que se gozan y sufriendo con los que sufren. Consolando al afligido y levantando al caído. Todo esto sin acepción de personas y respetando la individualidad de cada uno en su libre albedrío. Ya que cada quien tiene una misión y una función dentro del cuerpo de Cristo.
En este tema, consideremos cuatro puntos importantes.
1.- Denuedo en la renovación de nuestra mente.
El denuedo es esa fuerza, valor e intrepidez. Es esencial para el cuidado y desarrollo integral de cada alma. Considerando que la renovación continua de nuestra mente es vital, ya que la iglesia está constituida por entes evolutivos que tienen diversas estructuras y niveles. Sin embargo, debemos de trabajar en la integración y consolidación del cuerpo de Cristo.
De manera que nuestra labor sea efectiva, en una renovación con ánimo y precisión para la gloria de Dios y la inclusión de los escogidos. Leamos: “…transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta” (Ro. 12:2). “…y renovaos en el espíritu de vuestra mente…” (Ef. 4:23). Estamos hablando de considerar diligentemente los cambios necesarios para una vida nueva.
2.- Buscar un discernimiento eficaz.
Consideremos que el hombre es un ser complejo bajo tres elementos fundamentales: espíritu, alma y cuerpo. Trabajar integralmente requiere de conocer y reconocer al individuo como un ente único. Cada quien dentro de nuestra personalidad íntima manejamos diversidad de complejos conductuales. Para ello es vital el discernimiento, que es la capacidad de distinguir fielmente entre lo bueno y lo malo, entre la verdad y la mentira, entre lo espiritual y lo mundano. Para llegar, con la ayuda de Dios y su Espíritu, a evaluar la intención del corazón de nuestros hermanos y así conducirnos fielmente por el buen camino a la eternidad. Leamos: “Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios…” (1 Jn. 4:1).
3.- El peligro del acomodamiento.
Uno de los fenómenos más peligrosos para cualquier empresa, principalmente la de la fe, es creer que ya hemos alcanzado todo. Tal vez por el tiempo de servicio, por la edad, por la experiencia, por el conocimiento, etc. Esta condición de acomodamiento puede ser el inicio de nuestra caída. Sin embargo, al ver ejemplos como el de David, que en el tiempo en que la guerra la peleaban los reyes, se acomodó en su palacio y allí lo visitó el pecado y el fracaso.
Dios siempre encaminó a su pueblo en medio de desiertos, guerras, dolor, sufrimiento y más, para que los suyos no amaran al mundo ni se acomodaran en él. Leamos: “Por tanto, no desmayamos; antes aunque este nuestro hombre exterior se va desgastando, el interior no obstante se renueva de día en día” (2 Co. 4:16). Se habla de una perseverancia en la lucha espiritual personal.
4.- El peligro del materialismo.
Vivimos dentro de un mundo materialista, el cual no percibe el campo espiritual, es casi imposible no ser afectado por el sistema. Lamentablemente, este mal se ha fijado dentro de la misma iglesia, la cual se ha enredado en los negocios de este mundo. Razón por la que Jesús fue tan enfático y objetivo, al ver sendos comercios dentro del templo. Leamos: “…y les dijo: Escrito está: Mi casa, casa de oración será llamada; mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones” (Mt. 21:13).
Esta escena muy puntual nos debe de ubicar en que esto de los negocios y el materialismo, es sumamente peligroso para la vida espiritual. Al punto de caer en avaricias enfermizas y menospreciando la oportunidad que Dios nos dio. Leamos: “…porque Demas me ha desamparado, amando este mundo…” (2 Ti. 4:10). Además: “…raíz de todos los males es el amor al dinero…” (1 Ti. 6:10).
Amados hermanos, el mensaje del Señor Jesús es más que elocuente: “Yo soy el buen pastor; el buen pastor su vida da por las ovejas” (Jn. 10:11). Nos es necesario más amor y diligencia, siendo que Dios un día nos demandará acerca del trabajo en aquellos que para él, tienen precio de sangre. Sigamos adelante con fe y ánimo pronto. Amén.
