Conducta y libertad

20 septiembre, 2015

Revisando literatura, encontramos que los humanos por ser libres formamos nuestro carácter para cada acto, elegimos entre varias posibilidades. De modo que nuestras realidades morales (actos, hábitos y carácter), de donde el carácter es fruto de nuestras obras; y los actos y hábitos no son otra cosa que manifestaciones de nuestro carácter y actuamos de acuerdo a lo que somos.

En nuestra conducta humana lo negativo resulta fácil, lo positivo difícil.  En el vicio caemos fácilmente, pero en la virtud nunca se cae, sino que a ella sólo podemos arribar tras reiterados esfuerzos: La adecuada conducta moral exige esfuerzo, inteligencia y voluntad… Una voluntad y una virtud auténtica sólo se pueden lograr con “una vida en buena forma”. En suma, el ser humano para cumplir con sus deberes, necesita como cualidades: ser consciente, inteligente y ser libre. 

En conclusión: el carácter moral, se encuentra en formación (actos y hábitos), en última instancia depende de un esfuerzo personal; los apáticos requieren voluntad y una virtud auténtica  “una vida en buena forma”. (Actos, hábitos y carácter, Pág. 12,13 Ética Abad Pascual).

En la vida cristiana, la conducta depende de la palabra y el Espíritu que nos cambia, para fructificar y dar gloria a Dios. Nuestro cambio de carácter se da como consecuencia de lo que se profetizó para Israel, lo cual se amplió a los gentiles. “El Espíritu de Jehová  el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos y a los presos apertura de la cárcel…(Is. 61:1). Estas bendiciones, el Señor Jesús las enseñó en la sinagoga de Nazaret. Recordemos: El Señor vino a su pueblo y no le recibieron; esto nos trajo la gracia a nosotros los gentiles: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios”  (Jn. 1:12). Traigamos a memoria lo que vivió Moisés con Israel: “…Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo… Fui hallado de los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí” (Ro. 10:19-20). Estas buenas nuevas de Israel, pasaron por gracia a la iglesia, que antes de conocer al Señor y sus promesas, estábamos abatidos, quebrantados, cautivos y presos por Satanás en el mundo. ¡Gracias Señor por tu amor y por las buenas nuevas!  Al creerlas y ser bautizados, nos hacen salvos de la condenación; lo recibido cambia nuestros actos y hábitos mostrando virtudes. ¡Gloria a Dios!

Esto se mantiene si valoramos la palabra, tal como lo dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31-32).

La libertad y cambio de carácter es por oír la voz del Señor “Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad(2Co. 3:17).  Por lo anterior, en los creyentes se confirma nuestra obediencia al bautizarnos en agua y por fe recibir el poder, amor y dominio propio, que nos ayuda a mantener el carácter afable y apacible.

Con la nueva vida, carácter y conducta Pablo aconseja “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (Ro. 6:22).

Como iglesia recibimos esta palabra “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Ro. 6:12,13).

Damos gracias al Señor, porque su palabra nos cambia  para buenas obras. Los actos, hábitos y carácter, se transforman por medio de Cristo y  de su Espíritu que nos fortalece, nos ayuda para amar y servir aun a nuestros enemigos. Gracias Señor, porque nos haces consientes, inteligentes y libres, mostrando tu amor, la paz y la esperanza de la vida eterna. Ayúdanos a permanecer en el mundo como tus siervos, dando a conocer las virtudes, por medio de nuestro carácter, que practica la libertad que nos has dado. Recordemos que para la iglesia, Cristo es el camino, la verdad y la vida. Amén y Amén.