Revisando literatura, encontramos que los humanos por ser libres formamos nuestro carácter para cada acto, elegimos entre varias posibilidades. De modo que nuestras realidades morales (actos, hábitos y carácter), de donde el carácter es fruto de nuestras obras; y los actos y hábitos no son otra cosa que manifestaciones de nuestro carácter y actuamos de acuerdo a lo que somos.
En nuestra conducta humana lo negativo resulta fácil, lo positivo difícil. En el vicio caemos fácilmente, pero en la virtud nunca se cae, sino que a ella sólo podemos arribar tras reiterados esfuerzos: La adecuada conducta moral exige esfuerzo, inteligencia y voluntad… Una voluntad y una virtud auténtica sólo se pueden lograr con “una vida en buena forma”. En suma, el ser humano para cumplir con sus deberes, necesita como cualidades: ser consciente, inteligente y ser libre.
En conclusión: el carácter moral, se encuentra en formación (actos y hábitos), en última instancia depende de un esfuerzo personal; los apáticos requieren voluntad y una virtud auténtica “una vida en buena forma”. (Actos, hábitos y carácter, Pág. 12,13 Ética Abad Pascual).
En la vida cristiana, la conducta depende de la palabra y el Espíritu que nos cambia, para fructificar y dar gloria a Dios. Nuestro cambio de carácter se da como consecuencia de lo que se profetizó para Israel, lo cual se amplió a los gentiles. “El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos y a los presos apertura de la cárcel…” (Is. 61:1). Estas bendiciones, el Señor Jesús las enseñó en la sinagoga de Nazaret. Recordemos: El Señor vino a su pueblo y no le recibieron; esto nos trajo la gracia a nosotros los gentiles: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Jn. 1:12). Traigamos a memoria lo que vivió Moisés con Israel: “…Yo os provocaré a celos con un pueblo que no es pueblo… Fui hallado de los que no me buscaban; me manifesté a los que no preguntaban por mí” (Ro. 10:19-20). Estas buenas nuevas de Israel, pasaron por gracia a la iglesia, que antes de conocer al Señor y sus promesas, estábamos abatidos, quebrantados, cautivos y presos por Satanás en el mundo. ¡Gracias Señor por tu amor y por las buenas nuevas! Al creerlas y ser bautizados, nos hacen salvos de la condenación; lo recibido cambia nuestros actos y hábitos mostrando virtudes. ¡Gloria a Dios!
Esto se mantiene si valoramos la palabra, tal como lo dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31-32).
La libertad y cambio de carácter es por oír la voz del Señor “Porque el Señor es el Espíritu, y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad” (2Co. 3:17). Por lo anterior, en los creyentes se confirma nuestra obediencia al bautizarnos en agua y por fe recibir el poder, amor y dominio propio, que nos ayuda a mantener el carácter afable y apacible.
Con la nueva vida, carácter y conducta Pablo aconseja “Mas ahora que habéis sido libertados del pecado y hechos siervos de Dios, tenéis por vuestro fruto la santificación, y como fin, la vida eterna” (Ro. 6:22).
Como iglesia recibimos esta palabra “No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias; ni tampoco presentéis vuestros miembros al pecado como instrumentos de iniquidad, sino presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia” (Ro. 6:12,13).
Damos gracias al Señor, porque su palabra nos cambia para buenas obras. Los actos, hábitos y carácter, se transforman por medio de Cristo y de su Espíritu que nos fortalece, nos ayuda para amar y servir aun a nuestros enemigos. Gracias Señor, porque nos haces consientes, inteligentes y libres, mostrando tu amor, la paz y la esperanza de la vida eterna. Ayúdanos a permanecer en el mundo como tus siervos, dando a conocer las virtudes, por medio de nuestro carácter, que practica la libertad que nos has dado. Recordemos que para la iglesia, Cristo es el camino, la verdad y la vida. Amén y Amén.