“Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Jn. 15:13). Este pequeño versículo contiene la profundidad del sacrificio de Jesús en favor de la humanidad. Y es valioso destacar que hace una alusión muy importante al destino de ese amor sacrificial: PARA SUS AMIGOS. Y sobre ello me quiero referir en este tema, con la ayuda de Dios. ¿Qué significa amistad, en la Biblia o en las palabras del Señor Jesús?
Hay dos palabras que significan amistad en el griego. La primera es: «chaver». Esta palabra se refiere a un compañero o colega; o en términos muy generales: «un conocido». Con esta palabra describes a una persona con quien compartes actividades comunes y tienes una relación formal, sea de trabajo, vecindario, deportiva, social, y aun religiosa, etc. Y la segunda es: «yedid». Aquí implica una relación más profunda, cercana y afectuosa. Está muy asociada a la idea de intimidad, confianza, lealtad, fidelidad. Pero no está relacionada a sentimientos carnales o sexuales. Es una relación con pureza y afinidad de principios, doctrina, valores, espíritu, fe, convicciones, etc.
Hay un pasaje que dice: “Vuelve ahora en amistad con él (con Dios), y tendrás paz; Y por ello te vendrá bien” (Job. 22:21). Me pregunto: ¿qué tipo de amistad, chaver o yedid? Sin lugar a dudas que está hablando de la amistad revestida de pureza e integridad. Esa que produce paz en el corazón de los dos (Dios y tú), que se prodigan (que se dan con abundancia) ese tipo de amistad. Quiere decir que Cristo Jesús murió por todos, pero no todos reconocen ni valoran ese amor puro y precioso que lo movió a morir en esa cruel y dolorosa cruz.
El Señor Jesús anduvo con sus discípulos, en las tierras de Israel, aquellos a quienes él llamó para que formaran su grupo más cercano, llamado los doce apóstoles. Al inicio de su ministerio fueron llamados «SIERVOS» o servidores, poniéndose Jesús mismo como ejemplo de servidor de Dios, al decir: “…como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mt. 20:28).
Con esto él les estaba mostrando el camino a seguir «de siervos a amigos de Dios”. Qué significa esto: ¿de siervos a amigos? Sí, mi amado hermano, hay algo más alto y sublime que Cristo espera y el mismo Padre. Y es que superemos ese nivel de siervos y alcancemos el nivel de amigos de Dios. Y nos preguntamos: ¿cómo lograrlo? Y, por cierto, es muy importante que lo comprendamos a la perfección, por las promesas que la palabra de Dios ofrece al que alcance ese precioso nivel de amistad con Dios.
Recordemos que el siervo obedece porque es parte de su obligación y responsabilidad, pues hay sentencias que advierten de consecuencias contra la desobediencia a los mandamientos de Dios. Es una obediencia por compromiso y se puede ejecutar con frialdad e insensiblemente. Generalmente el que obra de esta manera, se alaba a sí mismo, llegando al extremo de aprovecharse de su posición y exige gloria y reconocimiento a su favor. Leamos: “Y cuando ores, no seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa” (Mt. 6:5). Pero no de parte de Dios, sino de los hombres.
Por el contrario, el nivel de amistad con Dios se logra cuando servimos, impulsados no por el temor de sufrir las consecuencias de la desobediencia a los mandamientos de Dios, sino porque lo que hacemos le es agradable al amado y al que es amado, a Dios. Esto eleva mi servicio a Dios al siguiente nivel, que es el que Dios espera de nosotros, que somos imitadores de Cristo Jesús, el cual hizo lo que hizo por amor. No cuestionó al Padre por lo que le tocó hacer y padecer.
Como oveja que va al matadero, enmudeció y no abrió su boca. Aceptó de corazón la voluntad de Dios sobre él y se hizo obediente hasta la muerte y muerte de cruz. Mi querido lector y hermano en Cristo, en la Biblia hay pasajes que identifican a personajes del Antiguo y Nuevo Testamento, que fueron reconocidos por Dios como amigos de él. Tales como Abraham, leamos: “Y se cumplió la Escritura que dice: Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia, y fue llamado amigo de Dios” (Stg. 2:23).
También se refiere a Moisés y a Jesús, diciendo: “Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús; el cual es fiel al que le constituyó, como también lo fue Moisés en toda la casa de Dios” (He. 3:1-2). El Señor Jesús les dijo a sus discípulos: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer” (Jn. 15:14-15).
Para alcanzar ese preciado estatus de amigo de Dios, primero tengo que ser siervo y después seré amigo. Pero eso dependerá si somos buenos siervos, que no esperamos la alabanza de los hombres ni mucho menos su gloria, sino que servimos por amor. Con una fe inquebrantable, fieles y leales al Dios Todopoderoso, haciendo nuestras las palabras de Dios que dice: “…estando persuadido de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo…” (Fil. 1:6).
No te conformes con ser siervo de Dios, escala al siguiente nivel con el poder de su Santo Espíritu. Lleguemos a ser reconocidos como amigos de Dios. ¡A su nombre sea toda gloria! Amén.