No hay mejor forma de describir la realidad del pueblo de Dios, en este mundo, como lo hizo nuestro Señor Jesucristo, leamos: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Jn. 16:33). Plasmando también en estas palabras, la confianza y la seguridad que debemos de tener como hijos suyos. La aflicción es una pena, tristeza, pesar, tribulación, dolor, enfermedad, etc.
En nuestro peregrinaje sobre este mundo, estaremos rodeados de todo esto. Y eso debe de llevarnos también a la conciencia de no poner nuestra confianza en lo terrenal. Jesucristo, además, nos dice que «en medio de la aflicción» debemos de tener paz y la firme confianza que él venció al mundo que nos aflige y que nosotros también podemos, con su ayuda y misericordia, vencerlo. Eso significa que en medio de la aflicción podemos tener experiencias sobrenaturales de gozo, paz, revelaciones, renovación, victorias y una firme esperanza de eternidad.
En las Sagradas Escrituras encontramos muchos ejemplos, de quienes experimentaron la presencia y ayuda de Dios «en medio de la aflicción». Jacob, es uno de ellos. Después de una larga experiencia de aflicciones fuera de su tierra, regresa y debe de enfrentar la furia y odio de su hermano Esaú. Sin embargo, hizo lo que todos debemos hacer «en medio de la aflicción», se humilló y buscó la ayuda de Dios (léase Génesis 32:24-28).
Job es un testimonio vivo, de todo lo que le tocó vivir: la pérdida de todos sus hijos, tierras, ganado, su salud, con un sinfín de luchas. La Biblia no nos relata cuánto tiempo duró su aflicción, pero en medio de todo confió en que Dios lo iba a justificar. Leamos: “Yo sé que mi Redentor vive, Y al fin se levantará sobre el polvo; Y después de deshecha esta mi piel, En mi carne he de ver a Dios; Al cual veré por mí mismo, Y mis ojos lo verán, y no otro, Aunque mi corazón desfallece dentro de mí” (Job 19:25-27).
También Santiago escribe: “Hermanos míos, tomad como ejemplo de aflicción y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor. He aquí, tenemos por bienaventurados a los que sufren. Habéis oído de la paciencia de Job, y habéis visto el fin del Señor, que el Señor es muy misericordioso y compasivo” (Stg. 5:10-11).
Luego podemos considerar la vida de David, quien escribió con toda convicción: “Muchas son las aflicciones del justo, Pero de todas ellas le librará Jehová” (Sal. 34:19). David pudo experimentar la ayuda y la presencia de Dios «en medio de la aflicción». Cuántos Salmos escribió, muchos de ellos son cantos de liberación, de gratitud y amor a Dios y su palabra.
El apóstol Pablo pudo ver en su vida cumplirse lo dicho por el Señor cuando fue llamado: “…porque yo le mostraré cuánto le es necesario padecer por mi nombre” (Hch. 9:16). Dicho y hecho, esa fue su vida: azotes, cárceles, peligros de muerte, fue apedreado, sufrió naufragios, peligros de caminos, peligros en ríos, peligros de ladrones, peligros de los judíos, peligros de los gentiles, peligros en la ciudad, en el desierto, en el mar, entre falsos hermanos, desvelos, hambre y sed, frío y desnudez, etc.
Cabe mencionar que muchas de sus cartas fueron escritas en la cárcel. Y en una de esas experiencias, estando ellos presos, experimentaron la presencia y fortaleza de Dios «en medio de la aflicción». Leamos: “…los metió en el calabozo de más adentro, y les aseguró los pies en el cepo. Pero a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían” (Hch. 16:24-25).
Hoy debemos de comprender que Dios es Soberano y que si las aflicciones abundan, también habrá abundante consolación. Amado hermano que has perdido a un ser querido; o tú mi hermano o hermana que estás pasando por una enfermedad incurable, ya imposible de sanar según la ciencia terrenal (ya que para Dios no hay nada imposible); o tú joven o señorita que eres ridiculizado o menospreciado por tu anhelo de buscar de Dios y huir de la corrupción que hay en el mundo.
No importa cuál sea tu aflicción, en medio de ella alaba a Dios. Sírvele con más ánimo y santifica tu vida para estar un día en su presencia. No pienses en volver al mundo. Sé que las pruebas muchas veces son fuertes y que como humanos no quisiéramos pasar aflicciones, pero lee detenidamente lo que dice la bendita palabra de Dios: “Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse” (Ro. 8:18).
Recordemos hermanos que nuestra salvación tiene un precio incalculable, la sangre preciosa de Jesús que fue derramada en la cruz. “Porque convenía a aquel por cuya causa son todas las cosas, y por quien todas las cosas subsisten, que habiendo de llevar muchos hijos a la gloria, perfeccionase por aflicciones al autor de la salvación de ellos” (He. 2:10).
«En medio de la aflicción» tengamos paz, confianza en Dios, humillémonos de corazón. Digamos confiadamente: “No quiero desmayar ante la prueba, sólo quiero confiar en ti…” Que Dios les bendiga. Amén y Amén.
