Sin lugar a dudas, el principal interesado en que el hombre no tenga conciencia de que sus obras malas tienen repercusión en el tiempo futuro, es Satanás. El diablo hace uso de toda su astucia y engaño, para ocultar al hombre de que el juicio de Dios sobre cada ser humano, es tan real como el aire que respiramos. La Biblia está llena de esta advertencia para que el hombre entienda que su maldad y perversidad no quedará impune ante los ojos del Dios eterno, el cual tiene como atributo el ser justo y que: “…de ningún modo tendrá por inocente al culpable…” (Nm. 14:18).
Desde el huerto de Edén, Satanás ha engañado al hombre haciéndole creer que puede desobedecer a Dios, sin que esto implique consecuencias de parte de Dios por el pecado cometido. Lamentablemente, el hombre le ha creído al diablo y muchísima gente cree que puede pecar y desobedecer a Dios, transgrediendo los principios que él estableció a sus criaturas, en cuanto a su relación con Dios y los hombres.
La humanidad malinterpreta la paciencia y la misericordia de Dios, ya que el Señor: “…es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 P. 3:9). Y así se conviertan de sus malas obras y den ese paso de la conversión de las tinieblas a su luz admirable. No nos dejemos engañar por Satanás, al hacernos creer que Dios es amor y sólo amor, leamos: “…porque nuestro Dios es fuego consumidor” (He. 12:29). Obviamente, esto es para el malo, el perverso, el corrupto y el pecador.
Qué bueno es que el hombre medite en sus caminos y ponga la palabra de Dios como su parámetro o factor de medida a seguir. En su inmenso amor, Dios redactó leyes y principios éticos que regirán la vida y la conducta del ser humano. Se tomó el tiempo para redactarlas y entregárselas a Moisés, con el ánimo de que siempre reine entre los hombres la justicia y la ecuanimidad. También inspiró y llenó de su Santo Espíritu a hombres, para que enseñaran y dejaran plasmado el mensaje para la posteridad. De tal manera que las generaciones venideras tuvieran ese tesoro de principios, que marcarían la diferencia entre el pueblo de Dios y los gentiles e impíos.
Las Sagradas Escrituras son un compendio de leyes establecidas por nuestro creador. Algunos las creen y valoran, muchísimos las menosprecian y las apartan de su camino como cualquier cosa que no tiene el más mínimo valor. Debemos entender que, el no conocerlas textualmente, no exime de culpa al malhechor o infractor de los mandamientos de Dios, leamos: “Finalmente, si una persona pecare, o hiciere alguna de todas aquellas cosas que por mandamiento de Jehová no se han de hacer, aún sin hacerlo a sabiendas, es culpable, y llevará su pecado” (Lv. 5:17). Dicho de manera parafraseada: “Si alguien peca inadvertidamente e incurre en algo que los mandamientos del Señor prohíben, es culpable y sufrirá las consecuencias de su pecado”. Sencillamente es infracción y pecó contra Dios.
Ante semejante afirmación de que, aun el que pecare por ignorancia recibirá castigo, cuánto más aquellos que conociendo el contenido de la palabra de Dios, lo entiendan o no, serán reos dignos de condenación. Sí, mi amado amigo y nosotros los que nos llamamos creyentes, seamos plenamente conscientes del ineludible juicio de Dios sobre todo ser humano.
Castigo sobre Satanás
El diablo sabe que sus años están contados y que vendrá la consumación del justo juicio de Dios sobre él y sus hordas de demonios que no guardaron su dignidad en los cielos. Satanás sabe que el único que merece honra y gloria y temor es Dios, y que la hora del juicio final se acerca. Que llegará el día que será destruido su imperio y todo el sistema que él creó (con el permiso de Dios). Por lo tanto, busca arrastrar a todo ser humano cuanto pueda, para que sea condenado juntamente con él.
Sí, hay juicio y castigo, y es Dios quien lo establece, leamos: “La voz de Jehová clama a la ciudad; es sabio temer a tu nombre. Prestad atención al castigo, y a quien lo establece” (Mi. 6:9). Lea con atención, dice la Biblia: “La voz de Jehová clama a la ciudad…” Sí, en los parques, en las colonias, por las calles, por la radio, en el bus, a través de los cd’s y los dvd’s, de persona a persona, etc. De muchas maneras y formas; a tiempo y fuera de tiempo Dios sigue hablando y dice: “…arrepentíos y convertíos, para que sean borrados vuestros pecados…” (Hch. 3:19). Lo creas o no, dice la palabra: “Y el diablo que los engañaba fue lanzado en el lago de fuego y azufre, donde estaban la bestia y el falso profeta (…) Y la muerte y el Hades fueron lanzados al lago de fuego (…) Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego” (Ap. 20:10,14 y 15).
Mi querido hermano y lector: ¿Está seguro que su nombre está inscrito en el libro de la vida? ¿Su vida es como la de Jesús? Pues el creyente “debe andar como él anduvo”. Atienda al llamado de Cristo Jesús antes que sea muy tarde. Que Dios les bendiga. Amén. ¡Maranatha!