Amor A Dios – Amor Al Mundo

8 diciembre, 2020

“Amor a Dios – amor al mundo”
El mundo está bajo el maligno. Ya que desde el principio, engañó a
Eva, diciéndole que no morirían al comer del árbol de la ciencia de bien y de
mal; y si comían, serían como Dios, sabiendo el bien y el mal. Por eso, el
Señor vino para darnos otra oportunidad de vida. Y está escrito: el que cree
en el Hijo tiene vida eterna, pero el que no cree, no verá la vida, sino que la
ira de Dios está sobre él (léase Juan 3:36).
La promesa de que el hombre será como Dios, se confirma al saber:
“He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo
por su fe vivirá” (Hab. 2:4). El orgullo es el fruto que cosechamos por la
educación o instrucción recibida en casa. Y se va estimulando en el medio
que nos toca vivir fuera del hogar. Pues para completar la formación de
casa, acudimos con personas estudiadas, especializadas en cada nivel
educativo. Y a mayor nivel de enseñanza, habrá mayor intensidad de
esfuerzo, que requerirá el apoyo de los padres y de los compañeros de
estudio. Y este tipo de apoyo nos contagia del deseo de saber más del
mundo y las glorias vanas.
En esta etapa se busca satisfacer los deseos de la carne y nos
afanamos, limitando o anulando el tiempo para conocer a Dios y mucho
menos el amar nuestra alma y valorar el sacrificio en la cruz. La palabra nos
dice que: el que ama la ciencia, añade dolor; y que no hay necesidad de
muchos libros. El dolor es la consecuencia de los fracasos que produce el
perder grados de estudio, la carrera, el diploma, etc. Y esto se mitiga con
estimulantes y drogas que afectan los nervios y el corazón. Hay casos
fatales, al grado de morir o quitarse la vida, al saber la pérdida del examen
para culminar una carrera.
Un ejemplo real, es el de un pastor, que admirado por sus pláticas a
la juventud, se motivó para sacar su licenciatura en psicología. Esto lo llevó
a un esfuerzo por atender dos ciencias incompatibles. Al culminar su
carrera, entusiasmado por el grado universitario, personalmente llevaba las
invitaciones, y Dios -que da la vida y la quita- truncó el afán de ser mayor
que los demás. Otro joven, dejó su comunidad para sacar su nivel medio.
Era de pocos recursos. Su testimonio los tres primeros años eran positivos.
Bajo su almohada tenía su Biblia. Fue destacado en los estudios y era
deportista. Los dos últimos años se desvió de lo espiritual, no así de los
estudios. Terminó la carrera, pasó a la universidad trabajando y estudiando
para obtener el grado académico de médico veterinario y zootecnista.
Previo a la graduación, el tractor que manejaba volcó y ya no tuvo
graduación, sólo once años de estudio. ¿Por qué el Señor no le permitió
recibir la gloria terrenal?

Dios a su pueblo nos dice: “…guarda lo que se te ha
encomendado, evitando las profanas pláticas sobre cosas vanas, y los
argumentos de la falsamente llamada ciencia, la cual profesando
algunos, se desviaron de la fe…” (1 Ti. 6:20-21). Recordemos que el
injusto se enorgullece, mas el justo por la fe vivirá. Sin Dios, somos injustos
y toda injusticia es pecado; y la paga del pecado es la muerte. Si nosotros
no instruimos a los niños, su adolescencia y la juventud serán vanidad y
aflicción de espíritu.
Analicemos lo que Dios le dice a Israel: “Oye, Israel: Jehová
nuestro Dios, Jehová uno es. Y amarás a Jehová tu Dios de todo tu
corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas. Y estas palabras
que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón; y las repetirás a tus
hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino,
y al acostarte, y cuando te levantes” (Dt. 6:4-7). El Señor repite el
mandamiento a un intérprete de la ley y agrega: “Y el segundo es
semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. De estos dos
mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mt. 22:39).
¿Estamos haciendo esto con nuestros hijos y nietos? Si no lo
hacemos, no amamos al prójimo, por los afanes, por el amor al dinero o por
ególatras. ¡Señor ayúdanos! La palabra dice a los creyentes: “…perecerá
la sabiduría de sus sabios, y se desvanecerá la inteligencia de sus
entendidos” (Is. 29:14). Esta verdad la vivimos, ya que en estos tiempos
del fin, la ciencia ha aumentado. Hoy los niños están felices porque la
ciencia la tienen en la mano o en el bolsillo. Y este adelanto tecnológico, ha
provocado la degeneración moral, como lo muestra el crecimiento de
violaciones, embarazos en niñas, más el homosexualismo. Y en las
congregaciones, el conocimiento de Dios se puede estar dando, pero sin
entendimiento por el receptor, no hay fruto. El sembrador tira la semilla,
pero el resultado positivo ¿cuánto da?
El Señor no cambia, su palabra es firme y nos dice: “…si recibieres
mis palabras, Y mis mandamientos guardares dentro de ti, Haciendo
estar atento tu oído a la sabiduría; Si inclinares tu corazón a la
prudencia, Si clamares a la inteligencia, Y a la prudencia dieres tu voz;
Si como a plata la buscares, Y la escudriñares como a tesoros.
Entonces entenderás el temor de Jehová, Y hallarás el conocimiento
de Dios. Porque Jehová da la sabiduría, Y de su boca viene el
conocimiento y la inteligencia” (Pr. 2:1-6). Señor, ayúdanos a ser
temerosos de tus juicios. Reflexionemos: como líder de hogar, como parte
de una congregación o centro de estudio, qué frutos se ven ¿Hay amor, hay
unidad, hay comunión? Que el Señor nos ayude. Amén.