Amadores De La Desobediencia

11 agosto, 2020

“Amadores de la desobediencia”
Hay multitud de características y detalles en el comportamiento del género
humano, ligados directamente a su personalidad y por ende, a su alma. Estos,
como marcadores conductuales, representan sin duda alguna la tendencia o
inclinación hacia el bien o el mal. Es pues, dentro del análisis de la maldad en
este nuestro estudio de hoy, un fenómeno tal vez menospreciado, el de la
“desobediencia”. Es tan común, que nos hemos acostumbrado a ello, casi sin
darnos cuenta. Sin saber que desde antes que esta humanidad existiera sobre la
faz de la tierra, hubo una manifestación de desobediencia en un ser angelical
muy cercano a Dios mismo, por medio de un espíritu de “querer ser o brillar más
que su Creador (soberbia)”.
Esto irrumpió dentro de las esferas celestiales y espirituales mediante un
principio de maldad, en donde la “desobediencia” a las leyes y valores
establecidos por Dios, dañaron y afectaron ese equilibrio perfecto a todo lo
existente. Esta maldad le costó al “ángel caído”, la expulsión de la presencia de
Dios. Habiendo sido arrojado a los abismos de oscuridad, junto con todos sus
contaminados y desobedientes seguidores; perdiéndolo todo de esta manera.
Leamos: “…te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del
fuego (…) Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu
sabiduría a causa de tu esplendor…” (Ez. 28:16-17).
La lamentable historia y los hechos del antiguo querubín, ahora Lucifer,
son la semilla o la fuente de la perversidad de la “desobediencia”, la cual
mediante engaño, traslada a la nueva creación de hombres. Hombres con
opción a un futuro de eternidad, el cual recibieron de parte de Dios desde el
inicio de sus días, en un amplio paquete de indicaciones e instrucciones, cual
“manual del fabricante”. Esto contenía en sí mismo la oportunidad de
sobrevivencia eterna en base a la obediencia, o la muerte, al desobedecer las
indicaciones establecidas. Adán entonces, como primicia de la creación, inicia la
cadena genética del pecado, tradúzcase desobediencia, leamos: “Por tanto,
como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la
muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos
pecaron” (Ro. 5: 12).
La desobediencia entonces, se constituyó en el modus vivendi del género
humano. Y al igual que su maestro Satanás, lo pierde todo allá en el huerto de
Edén. De allí en adelante, se queda sin el acercamiento a la razón de todo lo
existente, que es el mismo Dios. La desobediencia es parte de nuestra
experiencia desde infantes, leamos: “La necedad está ligada en el corazón
del muchacho…” (Pr. 22:15). “He aquí, en maldad he sido formado, Y en
pecado me concibió mi madre” (Sal. 51:5).
Entonces, los que nacemos sobre este mundo, algunos más, otros menos;
unos de una manera, otros de otra; unos con conciencia, otros indiferentes. Pero

todos absolutamente, estamos ligados al régimen de la desobediencia, leamos:
“…No hay justo, ni aun uno; No hay quien entienda. No hay quien busque a
Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; No hay quien haga lo
bueno, no hay ni siquiera uno” (Ro. 3:10-12). Entonces, si el desobedecer es
nato y permanecemos en esa misma actitud, al igual que el maligno nos
constituimos en “amadores de la desobediencia”. Porque uno permanece en lo
que ama y le apasiona. Constituyéndose entonces, en una práctica natural y
espontánea.
Lamentable este hecho para la humanidad entera. Sin embargo, dentro de
lo más profundo de “algunos” seres con llamado eterno, surge mediante la
conciencia, algún malestar o incomodidad, ante el hecho de desobedecer. Y lo
más precioso, es el inicio tal vez muy fugaz de un extraño temor, al hacer lo
malo en desobediencia. Dios entonces, ha activado a través de los tiempos,
nuevamente los canales de comunicación de sus planes eternos para salvación.
Nos envía profetas, eventos, señales e información, mediante la ley mosaica y
otras, acerca de la voluntad de Dios para obedecerla, leamos: “Dios, habiendo
hablado muchas veces y de muchas maneras en otro tiempo a los padres
por los profetas…” (He. 1:1). Hasta llegar, él mismo encarnado en Jesucristo, a
mostrarnos el camino que él estableció y vivió, que es el significado de la
obediencia a lo establecido en su misma palabra.
Nos enseñó a través del conocimiento de la verdad, por su ejemplo, la
oportunidad de una vivencia personal, la cual al experimentarla mediante el
auxilio del Espíritu Santo, despertará odio y desprecio a la desobediencia.
Iniciando entonces todo un proceso de metamorfosis íntima o de alma. Para
convertirnos paulatinamente en “amadores de la obediencia a Dios”. Esto
requiere un milagro maravilloso, al cual el Señor le denomina: “El nuevo
nacimiento”. Esto lo sufrirán todo aquellos que voluntariamente, podamos
reconocer nuestra aberrante desobediencia. Bajo el entendido que ésta nos
llevará a la muerte eterna. Y debemos entrar en esa línea de humillación y
súplica, hasta alcanzar “la plenitud y la estatura de un varón perfecto”, mediante
la figura de Cristo.
Amado hermano, ya es tiempo de obedecer y amar la obediencia al Dios
altísimo. Reconozcamos nuestra tendencia natural, asimilada y alimentada
espiritual y humanamente, desde siempre. Quizás nos cueste comprender por
qué unos entendemos y otros no. Pero sólo está en la potestad de Dios, nuestro
destino final. Mas si tú sientes redargüimiento, culpa, incomodidad, falta de paz,
aun angustia al desobedecer a Dios, creo que eres bienaventurado, por ser
parte del plan de predestinación. Sabiendo que si oímos la voz de Dios a través
de la conciencia y reconocemos nuestra condición de pecado y maldad,
seremos capaces de encontrar la gracia y el perdón divino. Y Dios pondrá su
palabra y sus mandamientos en nuestra mente y corazón. Y seremos felices,
obedeciendo fielmente a Dios, como también Cristo lo hizo, dejando ejemplo y
legado a los salvos. “AMA LA OBEDIENCIA Y VIVIRÁS”. Así sea. Amén y amén.