Señales Indubitables Del Fin (Parte 1)

30 junio, 2020

“Señales indubitables del fin”

Parte 1

Sin lugar a dudas que la Palabra de Dios, como un instrumento inspirado
por el mismo Dios y su Espíritu desde los profetas antiguos y culminando con
Jesucristo y sus apóstoles, es y será hasta el final de nuestros días, la mejor
fuente de sabiduría para guiarnos correctamente hasta la eternidad, juntamente
con él. De principio a fin, las Escrituras mantienen una línea perfecta de
continuidad, conservando valores y principios manifiestos a través de todas las
edades. Y desde el Génesis, esa tendencia profética se da al habernos
prometido, a pesar de nuestro pecado, la victoria de Jesucristo sobre Satanás,
leamos: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la
simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar”
(Gn. 3:15).
De allí en adelante, Dios mismo siempre advierte a sus escogidos
mediante sueños, milagros, señales y profecías, el peligro. Y en su amor se ha
levantado siervos justos, quienes aun sacrificando sus vidas, mostraron un
mensaje de corrección y ubicación: “para que lo cojo no se salga del camino”.
A nosotros, como pastores y administradores de la grey, nos es delegada
entonces la misión de recabar, retroalimentar e interpretar el rema de Dios
mediante la inspiración del Espíritu Santo. No quitar ni agregar, porque no hay
nuevas profecías. Y con mucho temor y celo, aplicar cada principio fielmente de
acuerdo con la voluntad de Dios, leamos: “Pues, ¿busco ahora el favor de los
hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía
agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gá. 1:10). Y dice
también: “Respondiendo Pedro y los apóstoles, dijeron: Es necesario
obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5:29).
Con esta responsabilidad apostólica, nos preocupa la abundancia actual
de tanta información distorsionada, respecto al momento profético en el reloj
divino, por la cual se han levantado corrientes extrañas. Por esto queremos
enfatizar en la verdad al pueblo, que por cierto, ya desde siempre han sido
advertidas en las Sagradas Escrituras, leamos: “Porque se levantarán falsos
Cristos, y falsos profetas, y harán grandes señales y prodigios, de tal
manera que engañarán, si fuere posible, aun a los escogidos” (Mt. 24:24).
“Porque vendrá tiempo cuando no sufrirán la sana doctrina, sino que
teniendo comezón de oír, se amontonarán maestros conforme a sus
propias concupiscencias, y apartarán de la verdad el oído y se volverán a
las fábulas” (2 Ti. 4:3-4).
Estamos entonces frente a una realidad histórica, en la que mediante el
uso de las diferentes plataformas cibernéticas y redes sociales, bajo dominio
satánico, los “grandes profetas” e intérpretes antojadizos abundan a granel.

Provocando entre tanta “iluminación revelada”, una verdadera nebulosa de
confusión, que a su vez se proyecta en ansiedades y angustias; así como
conflictos mentales, los cuales son campos fértiles para el trabajo de los
demonios que destruirán el alma misma.
En esta primera de otras cartas, trataremos de enfocar las señales fieles
del momento actual. Y profundizaremos en la escatología bíblica o profecías del
fin, para que cada escogido de Dios, mediante la fe primeramente y la asistencia
extraordinaria del Espíritu Santo, pueda establecer con precisión el momento
actual y la venida del Señor, así como el juicio final venidero. Aunque el día y la
hora nadie la sabe, ya que: “está sólo en la potestad del Padre”. Estamos
seguros que él vendrá y que este evento cada día se acerca más a una palpable
realidad. Para ello debemos de prepararnos en nuestra relación espiritual.
Ahora, veamos qué ha sucedido con la higuera como señal y quién es:
“De la higuera aprended la parábola: Cuando ya su rama está tierna, y
brotan las hojas, sabéis que el verano está cerca. Así también vosotros,
cuando veáis todas estas cosas, conoced que está cerca, a las puertas. De
cierto os digo, que no pasará esta generación hasta que todo esto
acontezca” (Mt. 24:32-34). El árbol de la higuera siempre ha sido representativo
de la nación judía. Una nación castigada y replegada por Dios mismo, por su
rebeldía. Y si vemos históricamente, fueron largos los periodos de esclavitud y
persecución por naciones lejanas y cercanas.
Estuvieron en servidumbre en Egipto, fueron llevados cautivos a Babilonia,
fueron dominados por Roma hasta el momento de la dispersión judía por todo el
mundo. La primera se registra en el exilio babilonio en los años 586 A.C., y 537
A.C., como consecuencia de la conquista, de Nabucodonosor, del reino de Judá.
Otra diáspora se registra 70 años D.C. Esta se dio por la derrota ante los
romanos. Le sigue la que padecieron los judíos en España en 1492, cuando
fueron expulsados por los reyes católicos por razones religiosas. Y al final, la
más reciente diáspora del pueblo judío, como consecuencia de las políticas
antisemitas del Tercer Reich. Aplicadas por los nazis en Alemania, entre 1935 y
1945.
Como consecuencia millones de judíos cruelmente asesinados, hecho
conocido como el holocausto judío. Este fenómeno esparció a todo ese pueblo
por todo el mundo. Esto es la representación de la higuera seca y sin hojas.
Pero ahora un fenómeno maravilloso: El 14 de mayo del año 1948, en Tel Aviv
es declarada la nación de Israel como tal y con independencia. Esto es la señal
de la hoja de la higuera que reverdece y con esto estaremos reconociendo la
venida del Señor a las puertas. Además, hay algo interesantísimo y es que se
menciona en este pasaje que no pasará esta generación, hasta que todo esto
acontezca.
Sin embargo, y a pesar de todo, somos un pueblo bien informado de los
planes divinos acerca de su pronta venida. Por tanto, tenemos que estar firmes,
preparando nuestras vestiduras blancas en santidad y honor. Para que cuando

él venga, le encontremos en la nubes para celebrar con los suyos las Bodas del
Cordero y gozarnos en su presencia. Amados hermanos, hay mucho más qué
decir. Seguiremos el tema en la próxima publicación, Parte 2. Roguemos a Dios
entendimiento, en obediencia y amor a él. Así sea. Amén y Amén. Que Dios les
bendiga abundantemente.