“…para que ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de
todo viento de doctrina, por estratagema (treta, engaño, trampa) de
hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del
error…” (Ef. 4:14).
Uno de los fenómenos espirituales que abunda en la cristiandad moderna es la falta de un criterio
espiritual firme, con respecto a la fe en Jesucristo y todas las demás implicaciones que tiene su evangelio.
La falta de firmeza de convicciones, lleva a que multitudes de creyentes “disque convertidos”, se conviertanno sólo en marionetas de falsos predicadores, que son verdaderos instrumentos del diablo para engañar a las masas, sino también se multiplican y se vuelven tropiezos para que aquellos que realmente quieren buscar al Dios vivo, se frustren al ver multiplicarse los malos testimonios.
Ese evangelio superficial y emocionalista, arrastra a la gente ambiciosa de dinero, comodidad,
glorias mundanas, etc., a amontonarse detrás de esos líderes que se aprovechan de la ignorancia que hay acerca de las Sagradas Escrituras. Y que por lo tanto, no tienen criterios definidos en cuanto a la fe. A estos les acontece lo del proverbio popular que dice: “donde va Vicente, ahí va toda la gente”. No hay detrás de aquel querer seguir a Cristo, una voluntad movida por un llamado espiritual inteligente y consciente. Sino es más bien el producto de una influencia motivacional, haciendo uso de estrategias humanas y espiritualistas, las cuales realizan cultos que se perfeccionan para estimular las emociones y los sentimientos de la carne.
Llevando al público a niveles de éxtasis sentimentales. ¿Queremos dejar de ser manipulados y que nos conviertan en marionetas humanas?, ¿Pareces listo pero te mangonean? Si no queremos eso, entonces mis queridos hermanos: “Escudriñemos las Escrituras, busquemos la presencia de Dios en oración y busquemos la llenura del Santo Espíritu de Dios”. El mundo está plagado de falsos maestros, como Cristo lo profetizó, que se amontonarían para predicar a esas masas de gentes que sólo quieren oír lo que les conviene a sus intereses humanos. Dios busca un pueblo bien unido en espíritu y en verdad; y que sea maduro en sus convicciones.
Un pueblo que con mansedumbre, humildad y sencillez, demuestre al mundo la verdad de Jesús y su
evangelio, leamos: “…sino santificad a Dios el Señor en vuestros corazones, y estad siempre
preparados para presentar defensa con mansedumbre y reverencia ante todo el que os demande
razón de la esperanza que hay en vosotros…” (1 P. 3:15). Observe la exhortación que hace el Espíritu
de Dios en su palabra: “estad siempre preparados para presentar defensa de vuestra esperanza”.
Sí, mi querido hermano, tú, quien quiera que seas y que te identificas en espíritu y en verdad con
esta doctrina, tienes que estar preparado “siempre, pero con mansedumbre y reverencia”. No para
discutir argumentos y teorías, sino con palabras enseñadas por el Espíritu de Dios que mora en ti. Porque
por él somos enseñados y él es el que nos hace recordar todo lo que Cristo enseñó en su evangelio.
Pero mi amado hermano, tienes que tener en tu corazón las Sagradas Escrituras, para que el Santo
Espíritu de Dios tome de ahí y pueda convencer a los que dudan, y llevarlos al conocimiento del evangelio
de Cristo Jesús. Aparte de esto, también las convicciones o criterios sólidos te llevarán a ser un creyente
sabio, capaz de tomar las decisiones correctas ante las incertidumbres, pruebas y tentaciones que se
presentan en nuestra vida cotidiana.
La ausencia o mediocridad de nuestros criterios espirituales, nos llevan a ser creyentes inseguros de
nuestras decisiones, ambiguos en nuestros planteamientos e inconstantes en nuestras posturas. Hasta
quizás cobardes, ante situaciones en donde debemos presentar valentía; débiles en las batallas contra
Satanás y sus demonios. No somos capaces de inspirar confianza y mucho menos ser ejemplo de los
creyentes y no creyentes. Al final quizás terminemos, y es casi seguro, derrotados y frustrados, leamos: “Pero pida con fe, no dudando nada; porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el viento y echada de una parte a otra” (Stg. 1:6). Indudablemente que donde hay fe verdadera, allí habrá solidez de criterios y convicciones. Los buenos criterios se fundamentan en la solidez de nuestra fe, en la palabra de Dios y en una verdadera experiencia espiritual con Jesucristo, y obviamente en la llenura del Espíritu Santo en mi vida, el cual, si yo lo permito, tomará el control de mi vida y de mis decisiones. Por último: “No os dejéis llevar de doctrinas diversas y extrañas; porque buena cosa es afirmar el corazón con la gracia…” (He. 13:9). Donde hay solidez de criterios espirituales, habrá una
completa seguridad en lo que hemos creído.
Y aunque un ángel venga del cielo predicando otro evangelio, no lo creeremos. O si se nos presenta otro espíritu que no es el de Dios, no lo recibiremos. Y es porque tenemos bien claro en quién hemos creído. Mis queridos hermanos, tengamos en cuenta este pasaje: “…no os dejéis mover fácilmente de vuestro modo de pensar, ni os conturbéis, ni por espíritu, ni por palabra, ni por carta como si fuera nuestra…” (2 Ts. 2:2).
Mi querido lector, le ruego a Dios que tú seas de esos creyentes valientes, que están dispuestos a
presentar defensa de nuestra preciosa fe en Cristo, ante la avalancha de doctrinas falsas y falsos
creyentes. Y que Dios pueda usar nuestras vidas como ejemplo de su obra en estos tiempos finales.
Dios te bendiga y te sostenga con su brazo poderoso. Amén y amén.