El pasado 26 de marzo, después de algún tiempo, Dios nos permitió tener
un retiro pastoral presencial, con el propósito de evaluar el efecto que ha
causado la pandemia durante estos dos últimos años en nuestra misión.
Hubo cambios en nuestras reuniones que han afectado a muchos
hermanos, más la partida de algunos que están en la presencia del Señor. La muerte se hizo sentir a nivel
mundial, sin acepción de clases sociales. Pero para nosotros, los que creemos en Dios, se nos dice: “Y
sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien…” (Ro. 8:28).
Después de muchas décadas a lo largo de la iglesia, Dios puso en el Consejo Pastoral de la Iglesia
Central, el sentimiento de evaluar la función espiritual de cada iglesia. Y se tomó como base 1ra. Corintios
14:3, en donde se mencionan tres aspectos fundamentales: la edificación, la exhortación y la consolación.
Aplicado en nuestro amor a Dios y al prójimo. Entendiendo que Dios permite todo esto para llevarnos a un
despertar espiritual. Y para que pongamos nuestra confianza en el Señor, quien nos dice: “Y yo rogaré al
Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre (…) No os dejaré
huérfanos; vendré a vosotros” (Jn. 14:16-18).
El pueblo de Israel fue probado en el desierto durante 40 años. Además, tenía que pelear para llegar
y poseer la tierra prometida. Moisés como guía, le dijo a los que fueron libres de la esclavitud en Egipto: “Y
te afligió, y te hizo tener hambre, y te sustentó con maná, comida que no conocías tú, ni tus padres
la habían conocido, para hacerte saber que no sólo de pan vivirá el hombre, más de todo lo que sale
de la boca de Jehová vivirá el hombre” (Dt. 8:3). Esto nos muestra que en todo tiempo y circunstancia,
Dios será nuestro amparo y fortaleza.
Ahora, para nosotros, la palabra del Señor nos recuerda lo siguiente: “Dijo entonces Jesús a los
judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente
mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Jn. 8:31-32). Iglesia: seamos libres
del maligno, de la carne y de las vanidades. Busquemos el nuevo nacimiento y la llenura del Espíritu Santo.
Esto no es filosofía, sino obras manifiestas en nuestra conducta, porque el Señor nos habla: “El que dice
que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Jn. 2:6). Como ejemplo tenemos a Esteban en el
libro de los Hechos, quien fue llamado a servir. Él era un varón de buen testimonio y lleno del Espíritu
Santo.
La juventud y la adolescencia son el blanco predilecto de este sistema maligno, que los estimula al
pecado en sus diferentes formas: consumo de licor, tabaco, drogas, sexo ilícito, fama, etc. Recordando el
engaño de la serpiente: “Tú serás como Dios”. Los jóvenes al asistir a la iglesia escuchan la palabra. Y el
corazón es la tierra donde cae esa buena semilla. ¿Qué produce la palabra en tu corazón? En esta
parábola, hay uno que oye y no entiende. Otro, oye con gozo pero es de poca duración; ya que al venir la
aflicción o persecución, tropieza. Otro, oye la palabra, pero el afán y el engaño de las riquezas ahogan la
palabra. Pero la que fue sembrada en buena tierra, produce fruto a ciento, a sesenta y a treinta por uno.
Léase Mateo 13:1-8.
Buena tierra es esa persona que no quiere nada de este mundo. Quiere morir al mundo y sus
deseos, para buscar con humildad la presencia de Dios. Los que no fructifican, buscan lo que el mundo
ofrece y pierden la amistad y la comunión con Cristo, leamos: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo
que yo os mando” (Jn. 15:14).Cuando hacemos la voluntad del Señor, podremos experimentar y entender muchas bendiciones,como la siguiente: “La comunión íntima de Jehová es con los que le temen, Y a ellos hará conocer su pacto” (Sal. 25:14). Salomón, para entender y servir a Jehová, nos dice: “…Teme a Dios, y guarda sus mandamientos; porque esto es el todo del hombre” (Ec. 12:13). Y el apóstol Pablo nos escribe: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos
vosotros. Amén” (2 Co. 13:14).Suplicamos a Dios, como Consejo Pastoral, que este retiro haya sido de ayuda para evaluar la conducta de los que asisten a las reuniones; y sigamos trabajando con amor, para poder edificar, exhortar y consolar.
Esperamos que los que participamos del retiro, traslademos este sentimiento a cada iglesia, para
entender y vivir el verdadero evangelio. Y por medio de la palabra, llenarnos de esa fresca unción del
Espíritu Santo. Apliquemos estos principios en nuestro hogar y con la familia que Dios nos ha dado. Pues
de esta manera seremos libres del maligno y de nuestra carne. La evaluación es importante. Debe practicarse con los hijos, en el hogar y en la iglesia; continuamente y por todos: pastores, colaboradores y miembros. No olvidemos que la obra es de Dios. Y el Señor nos llama para seguirle, amarle y servirle. El enemigo pone tentaciones a nuestra carne y usa distractores, pero nosotros pongamos nuestra mirada en Jesucristo, el autor y consumador de la fe
. Amén.