Amados hermanos: El Señor ha puesto el sentimiento pastoral de alertar a su pueblo para que no seamos sorprendidos por el engaño satánico que argumenta: “tú puedes ser como Dios”. Esta mentira tiene por objetivo, mediante los pasos evolutivos de la degeneración de los valores espirituales, apartarnos de la verdadera adoración a nuestro «grande, eterno y soberano Dios».

A través de esa insinuación engañosa, Satanás pudo implantar en el corazón de aquel nuevo ser creado, llamado hombre, la obsesiva idea de ser más grande que el altísimo. Y fue principalmente, por el conocimiento del bien y del mal o la mal llamada ciencia, en donde se amparó en la lucha por alcanzar sus perversas metas. En esa lucha, mientras dure su existencia, hará hasta lo imposible para pelear y triunfar contra Dios mismo. Este es el modo de operar desde entonces de todo ser humano, quien al final encontrará su fracaso eterno.

Dios en su amor, sin quitar la libertad a los hombres, nos muestra un solo camino mediante Jesucristo, quien nos enseñó con su ejemplo de vida la perfecta y absoluta sujeción al Padre como el principio fundamental para obtener la vida eterna. Esto habla de una renuncia voluntaria «a mis supuestos derechos personales» y reconocer verdaderamente a Dios como Dios. Leamos: “Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Jn. 14:6).

Pocos hombres, como Juan el Bautista, lograron entender que es necesario menguar, al extremo de: «no ser yo, sino que él sea en mí» en todos los aspectos de mi existencia, para poder alcanzar el grande favor de la plena vida. Cristo lo logró. Y tú y yo, en él, creo que lo podemos lograr, porque: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece” (Fil. 4:13). El desarrollo de este tema lo haremos bajo cuatro aspectos fundamentales:

1.) ¿Entiendes a Dios? Uno de los grandes conflictos universales, es que cada quien concibe a Dios a su manera, mediante conceptos y razonamientos religiosos. Y es que Dios escondió del hombre el conocimiento íntimo de él, por el pecado de la desobediencia. Y mientras más transcurre el tiempo, más difícil es entender lo eterno, leamos: “Pero el hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente” (1 Co. 2:14).

Entonces, la clave inicial es conocer al Dios revelado en las Sagradas Escrituras, afirmado por la obra indefectible del Espíritu Santo. David dice: “Hazme entender el camino de tus mandamientos, Para que medite en tus maravillas. Se deshace mi alma de ansiedad; Susténtame según tu palabra” (Sal. 119:27-28).

2.) Manifestación actual del hombre de pecado. El hombre desde un inicio, desde Adán, se definió hacia el pecado, el cual es el apartarse y desobedecer las leyes universales divinas. Estas rigen no por capricho, sino porque en su omnisciencia y conocimiento pleno de todas las cosas, Dios sabe que todas ellas representan lo mejor, tanto para el hombre como para todo lo creado.

El hombre arranca en sus proyectos de grandeza y vemos cómo un Nimrod, torpe y rudimentariamente, busca las alturas sin Dios. Y en un avance desmedido, sigue sus proyectos mediante el conocimiento o cientificismo secular manipulado; trata de competir con su creador incansablemente. Esta idea llevará a la humanidad hacia la lucha por llegar a alcanzar el trono de Dios y sentarse allí, según él, hasta el Armagedón, en donde el hombre será por fin humillado y condenado.

3.) Fortaleciendo el hombre interior. Existe actualmente una gigantesca “variedad de evangelios” y por ende, una enorme variedad de seguidores, según el gusto de sus adeptos. Pero Jesús no enseñó muchos evangelios, sino uno solo, el cual propicia la formación de un cuerpo espiritual, al que Cristo le llamó IGLESIA, que significa: una congregación llamada aparte. Y aunque está conformada por muchos miembros, es un solo cuerpo. Esta unidad está ligada a algunos principios básicos, como la palabra de Dios o evangelio y el Espíritu Santo de Dios.

Qué importante es entender que hay un nuevo ser dentro de nosotros, con nuevas expectativas, eminentemente espirituales, las cuales tienen que evidenciarse mediante la conducta de los fieles. Y esta es nuestra súplica, al igual que el apóstol Pablo: “Oramos por cada uno de vosotros, para que sea fortalecido por Dios, ese hombre interior que se va formando por medio del Espíritu Santo de Dios y nos llene de sus riquezas en gloria”. Nunca nos olvidemos que el destino final es llegar al Padre.

4.) ¿Mi vida revela la doctrina de Cristo? Este último enfoque es la mejor evidencia de la presencia de Dios en mí. Ya que no se puede vivir ni evidenciar o revelar la doctrina de Cristo, sin el entendimiento de quién es Dios y qué demanda, luego de conocerle. Y es que, es imposible crecer sin renunciar a mi “yo” más íntimo y sin seguir el camino de negación al Gólgota. Además, la obra de cambio del ser interno espiritual no es efectiva sin la oportuna asistencia del Espíritu Santo que Cristo nos dio por legado.

Por tanto, tenemos la responsabilidad de predicar la doctrina que Cristo nos ha revelado. Porque revelar significa: descubrir, mostrar y manifestar. Leamos: “…Verdaderamente también tú eres uno de ellos, porque aun tu manera de hablar te descubre” (Mt. 26:73). Es hermoso ver cómo los verdaderos seguidores de Cristo debemos mostrar la doctrina en detalles tan prácticos como nuestra manera de hablar, de vestir y en nuestro comportamiento en la vida cotidiana.

En conclusión, la doctrina o enseñanza para este momento, es el poder entender que, para crecer y avanzar en la ruta a la vida eterna, es necesario renunciar literalmente a mi “yo” y a mis proyectos. Y estar dispuestos a morir, porque: “Si el grano de trigo no cae a tierra y muere, no lleva fruto; pero si muere, lleva mucho fruto”. Así sea. Amén y Amén.