“Velemos y trabajemos por los pobres”

26 julio, 2015

“Bienaventurado el que piensa en el pobre; en el día malo lo librará Jehová. Jehová lo guardará y le dará vida; será bienaventurado en la tierra, y no lo entregarás a la voluntad de sus enemigos. Jehová lo sustentará sobre el lecho del dolor…” (Sal.41:1-3). Si tan sólo pudiéramos comprender y asimilar las profundidades del amor de Dios en cuanto a sus promesas, nuestra vida sería diferente y las bendiciones abundarían en gran manera. Porque en nuestra cultura de egoísmo e insensibilidad al dolor ajeno, no vemos la necesidad de nuestros hermanos o prójimo y vivimos únicamente para saciar nuestro yo; que incluye nuestros círculos y élites más cercanos. Quedando en la pirámide existencial, al final, solos y vacíos. Vidas sin propósitos ni metas amplias, que son realmente las que dan vida abundante.

Veamos ahora quién es verdaderamente un “pobre y necesitado”. No es sólo el que carece de medios económicos, sino en el sentido más amplio de la palabra, son todos aquellos seres desposeídos del Espíritu, que vagan como ovejas sin pastor. Por los cuales, aun Jesús lloró un día sentado frente a Jerusalén. Son todos aquellos que -poseídos de demonios, manifestados en dependencias y esclavitudes de: drogas, alcoholismo, concupiscencia, lujuria, modas, idolatría, vanidades, aberraciones sexuales- viven vidas vacías y con destino al mismo infierno. Quiere decir que la pobreza tiene un amplio campo de trabajo, ya que abarca al ser humano integralmente. Y para ello, hay un consejo que aún agrega una bienaventuranza, y es: “pensar” en el pobre. Ese sentimiento de pensar, habla de una preocupación, de una búsqueda exhaustiva de la solución, seguimiento y obras, en pro de resolver y actuar con amor. Sentimiento para afianzar medios y recursos, los cuales Dios sobreabundará y bendecirá, y así cumplamos con ese sentimiento divino que se dio desde el principio, aun en la ley: “Porque Jehová vuestro Dios es Dios de dioses y Señor de señores, Dios grande, poderoso y temible, que no hace acepción de personas, ni toma cohecho; que hace justicia al huérfano y a la viuda; que ama también al extranjero dándole pan y vestido” (Dt.10:17-18). “… haced justicia al huérfano, amparad a la viuda” (Is.1:17). “A ninguna viuda ni huérfano afligiréis. Porque si tú llegas a afligirles, y ellos clamaren a mí, ciertamente oiré yo su clamor; y mi furor se encenderá, y os mataré…” (Ex.22:22-24). “Padre de huérfanos y defensor de viudas es Dios en su santa morada” (Sal.68:5).

 

¿Qué debemos hacer nosotros como iglesia con los pobres? 

Pues lo más importante en esa labor, es “amar y amar” de todo corazón e incondicionalmente a los hombres “como a nosotros mismos”. Pero para ello necesitamos ser llenos del Espíritu de Dios, ya que “Dios es amor en su esencia” y el amor siempre ha de traducirse en hechos palpables y objetivos: “Entonces el Rey dirá (…) Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui forastero, y me recogisteis; estuve desnudo, y me cubristeis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí. …en cuanto lo hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mí lo hicisteis” (Mt.25:34-40). “Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha?” (Stg.2:15-16). Dios también nos ha puesto personas pobres, material y espiritualmente, para que nuestra aplicación en cuanto a la piedad sea ejercitada profunda y eficazmente. Y qué cuentas daremos a Él en aquel día, cuando nuestra fe será calificada en cuanto a las -obras y oportunidades- que hoy como hermanos tenemos en nuestro peregrinar sobre este mundo. Además, el día de la adversidad, aflicción o escasez llegará tarde o temprano a tu vida y dime: ¿Cuál ha sido tu siembra? ¿Será que vendrá Dios en el cumplimento de sus promesas y te socorrerá? Y si no somos capaces de dar ni siquiera algo material, como dinero, cobija, pan y agua… ¿Cómo daremos nuestro tiempo y sacrificio en bien de otro? Son muchas las bendiciones que no recibimos a causa de nuestra indolencia. Vivimos vidas egoístas y miserables, amontonando riquezas sin provecho de nadie. Transformándonos en seres amargados, sin conciencia ni piedad, y con la consecuente pérdida de nuestra armonía con el Dios vivo.

Amado hermano, en cuanto tengas vida, tiempo y oportunidad, no retengas lo que por gratitud y amor debes entregar al prójimo, sin reserva y sin esperar nada a cambio. Que la avaricia y el amor al dinero no destruya en ti, los verdaderos valores que en principio otorgó el Maestro, al ofrendar aun su vida misma y morir en un madero, otorgando a mi pobre vida y la tuya, la oportunidad de la vida eterna. Que Dios nos liberte de cualquier esclavitud y egoísmo para -velar y trabajar por los pobres-. Y que Él nos abunde en bendiciones. Así sea, amén y amén.