Una Carrera De Obstáculos

8 octubre, 2024

“Vosotros corríais bien; ¿quién os estorbó para no obedecer a la verdad? Esta persuasión no procede de aquel que os llama (Dios). Un poco de levadura leuda toda la masa” (Gá. 5:7-9). En la carrera por la vida eterna, no es de extrañar que nos encontremos con una serie de obstáculos que impiden nuestro progreso y avance hacia la obtención de la meta definida.

Tenemos un enemigo de nuestras almas, el cual busca incesantemente establecer barreras para que tu crecimiento espiritual se detenga o ralentice, leamos: “…por lo cual quisimos ir a vosotros, yo Pablo ciertamente una y otra vez; pero Satanás nos estorbó” (1 Ts. 2:18). El apóstol Pablo, en su deseo de hacer la obra de edificación en Tesalónica, en muchas oportunidades quiso ir, pero como él lo dice, Satanás lo estorbó para que no cumpliera su sentimiento pastoral.

Como hijos de Dios, debemos ser conscientes que todo lo bueno que nos propongamos hacer, en este camino espiritual, tendrá su respectiva oposición. El peligro que corremos es perder el discernimiento espiritual, de tal forma que ignoremos o no nos percatemos de las maquinaciones de nuestro enemigo; y en lugar de hacer lo bueno que nos proponemos, terminamos haciendo lo contrario.

Muchos corrían bien, tenían gozo, devoción, entrega, negación, entusiasmo, etc., pero de repente, comienzan a bajar su guardia, a perder el ánimo, y a acomodarse a una vida sin sacrificio y negación. Y su obediencia se vuelve a medias, y su amor a Cristo y a su pueblo pierde impacto. Pregunto: ¿quién les estorbó? La respuesta es muy simple: Satanás, el sutil engañador. Él pone barreras e interferencias para no obedecer la voluntad de Dios, porque él sabe que lo que Dios espera de sus hijos es la obediencia a su palabra.

Necesitamos armarnos de determinación para alcanzar el propósito de nuestro llamado. Veamos el caso de Nehemías, en el capítulo cuatro del mismo Libro, reconstruyendo los muros de Jerusalén. Los judíos fueron escarnecidos por Sanbalat y Tobías, enemigos de ellos, quienes decían: “…Lo que ellos edifican del muro de piedra, si subiere una zorra lo derribará” (Neh. 4:3). Pero Nehemías respondía con oración y siguieron construyendo.

Cuando el enemigo se dio cuenta de que no paraban la obra, decidieron atacarlos directamente y se unieron a ellos los árabes, los amonitas y los de Asdod, para hacerles daño. La respuesta de Nehemías fue la oración y poner guarda contra ellos de día y de noche (léase Nehemías 4:7-9).

Los días pasaban y la tensión de las circunstancias hacían mella en el ánimo de los judíos. Y vino un sentimiento de frustración y dijeron: “…Las fuerzas de los acarreadores se han debilitado, y el escombro es mucho, y no podemos edificar el muro” (V. 10). Y había voces de amenazas que infundían miedo y desánimo. Y Nehemías respondió, organizando al pueblo y les daba ánimo al decirles: “No temáis delante de ellos; acordaos del Señor, grande y temible, y pelead por vuestros hermanos, por vuestros hijos y por vuestras hijas, por vuestras mujeres y por vuestras casas” (V. 14).

Si nos damos cuenta, la respuesta de Nehemías fue actuar con fe, sin desmayar en su trabajo. Y así continuaron reconstruyendo los muros de la ciudad de Jerusalén, leamos: “con una mano trabajaban en la obra, y en la otra tenían la espada” (V. 17). Qué imagen más inspiradora la que proyecta esta escena del Libro de Nehemías.

Jesucristo nos llama a pelear la buena batalla de la fe, a levantar el tabernáculo caído de David, a que peleemos ardientemente por la fe que una vez nos ha sido dada. Por fin, Nehemías terminó la obra en cincuenta y dos días. Y todos los enemigos tuvieron miedo y conocieron que lo habían hecho por el poder de Dios (léase Nehemías 6:15-16).

Mi amado hermano, tú y yo estamos en plena batalla contra el mal, y estamos dispuestos a terminar la carrera. Que no te extrañe enfrentarte a las mismas presiones que tuvo Nehemías, como son: la burla, el ataque directo, o el desánimo, ya que son elementos propios de la situación. Lo que debemos hacer es responder y conservar la misma actitud de aquel siervo de Dios, Nehemías, ante la adversidad, y fue la oración, la fe y la actitud dinámica y practica ante las barreras que el enemigo levantaba.

El apóstol Pablo recomienda a su discípulo amado Timoteo, fiero guerrero de Cristo: “Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina; persiste en ello, pues haciendo esto, te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren” (1 Ti. 4:16). El enemigo lo tienes en ti mismo, en tu carne, tus pasiones, tus debilidades, tus flaquezas, tus miedos, tus complejos, etc. Ellos se pueden constituir en estorbos en tu caminar en la senda de la santidad y de la salvación.

Te pueden estorbar en tu oración, tu devoción, en la lectura de la palabra de Dios, en tu servicio personal en la iglesia, en la negación, etc. Trabajemos, de tal manera que: “…Satanás no gane ventaja alguna sobre nosotros; pues no ignoramos sus maquinaciones” (2 Co. 2:11). Y recordemos: “…que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, mas no destruidos…” (2 Co. 4:8-9).

Le suplico a mi Señor que nos derrame de su poder, para sostenernos en victoria en este caminar hacia la eternidad. Que Dios te bendiga y te guarde, y haga resplandecer su rostro sobre ti. Amén.