“La religión del fin, 666” (2da. Parte)

2 agosto, 2015

La idolatría es la manifestación satánica a través de sus fieles y serviles demonios, los cuales saturan todas las esferas de la acción humana.  Ellos invadieron el mundo después de la caída del hombre en manos de Satanás, al optar éste (el hombre) obedecer a la mujer antes que a Dios, el cual es bendito por los siglos de los siglos.  Ellos son capaces de inducir a las personas a cometer errores y seducen a los creyentes a cometer pecados, mediante sutiles predicadores poseídos por demonios. ¿Les parece esto exagerado? ¡¡NO!! Para nada, ya que el apóstol Pablo lo advertía proféticamente a su discípulo Timoteo, diciendo: «Pero el Espíritu dice claramente que en los postreros tiempos algunos apostatarán de la fe, “escuchando” a espíritus engañadores y a “doctrinas de demonios”; por la hipocresía de mentirosos que, teniendo cauterizada la conciencia…» (1Ti.  4:1-2).

Pregunto hermanos y amigos: ¿Dónde se enseña doctrina? Respuesta: en las iglesias.  Hermanos amados, tengamos cuidado. Estamos en los tiempos postreros y han salido por todo el mundo demonios que poseyendo a elocuentes predicadores, están pervirtiendo el culto verdadero al único Dios,  y lo están desviando al hombre, idolatrando y venerando al hombre (número 6) y éste se ha convertido en la razón de la adoración.  Los veneran, los aclaman, los cargan, los idolatran, los imitan, los perpetúan de muchas formas y la humanidad se olvida del eterno y único creador, Dios.  En la humanidad, desde tiempos muy remotos, ha existido la extraña inclinación de adorar las estrellas, los astros. Esa fuerza extraña y espiritual (demonios), los impulsa poderosamente a adorar también lugares altos, animales, piedras, hombres, etc. Pero todo esto, ya la palabra del Señor lo condenaba, leamos: «…no os corrompáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna, efigie de varón o hembra, figura de animal alguno que está en la tierra (…) No sea que alces tus ojos al cielo, y viendo el sol y  la luna y las estrellas, y todo el ejército del cielo, “seas impulsado”, y te inclines a ellos y les sirvas…» (Dt. 4:16-19).

Observe la preocupación de Dios al decir “seas impulsado”. Esta es la intervención de los espíritus demoníacos en la conciencia débil de los hombres. Los manipulan y seducen a apartarse del Dios vivo e inclinarse (adoración) a lo que no es Dios.  El apóstol Pablo, estando en una ciudad muy idólatra como era Corinto, les dice:  «Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores), para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él» (1Co. 8:5-6).  El ministerio del Señor Jesús estuvo lleno de experiencias exorcistas, sabiendo él que esta era la verdadera causa de la degeneración humana. Los demonios son una verdadera plaga que han contaminado a toda la raza humana y al mundo entero, leamos: «…y el mundo entero está bajo el maligno» (1Jn. 5:19).  Razón tenía el Señor Jesús, al profetizar que entre las señales del tiempo del fin habría la proliferación de falsos cristos, engañadores que tratan de matar las almas de los hombres.  Muchos cultos que parecen llevar la intensión de adorar a Dios, en el fondo el verdadero propósito es otro: comer, beber y jugar, lo cual lo vuelve un culto idolátrico, leamos: «Ni seáis idólatras, como algunos de ellos, según esta escrito: se sentó el pueblo a comer, a beber, y se levantó a jugar» (1 Co. 10:7).

Esta realidad que explicamos, aunque suene dura, viene a darnos la luz del por qué Dios decide hacer un pueblo nuevo, el cual es y debe ser diferente al resto del mundo, que es idólatra por naturaleza, tienen su corazón viciado y su conciencia cauterizada.  No así el hijo de Dios, el cual ha sido transformado mediante la facultad de poder oír y entender la voz de Dios, a través de su palabra. Hemos sido liberados del poder de los demonios para adorar al Dios vivo, para ser un pueblo único, diferente, santo, apartado para Dios. Es por eso que la palabra dice a su iglesia: «Por tanto, amados míos, huid de la idolatría» (v.14).  Porque, definitivamente, detrás de todo ídolo hay un demonio.  Pero para nosotros el verdadero pueblo, el que ha sido iluminado para que “el que tenga oídos para oír, oiga” sólo hay un único, eterno y todopoderoso Dios, leamos: «Porque tú eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, más que todos los pueblos que están sobre la tierra» (Dt. 7:6).  Amado hermano en Cristo y todos los que se regocijan en esta verdad, les pregunto: ¿Qué hará usted? ¿A quién adora? ¿A una organización, alguna denominación, algún predicador?  Ojalá digamos lo que un día decidió Josué cuando dijo: «…pero yo y mi casa serviremos a Jehová» (Jos. 24:14-15).   O como lo dijera el apóstol Pablo: «Porque hay un solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre…» (1Ti. 2:5).  A Dios sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén.